Lo explica con total claridad cuando, al hablar de su obra, escribe: "..creo que es una poesía coherente, es decir, desarrolla un iter en el que están estrechamente vinculados el sustrato vital y la producción literaria". No es ninguna novedad la afirmación, tan repetida, de que toda obra literaria es la biografía sentimental de su autor. En el caso de Miguel de Santiago, las secuencias que construyen su trayectoria vital vienen a estructurar la base de las dos anteriores trilogías: la infancia, en la primera, con fundamental presencia del ambiente rural y el recuerdo de la casa paterna. En la segunda, la aceptación de su vocación religiosa, la lucha interna consigo mismo que aquella decisión provoca que proyecta una intensa tensión en los poemas de este segundo ciclo. El poeta proyecta en sus poemas el dolor y sufrimiento que produce la muerte de sus padres, pero también la difícil renuncia que supone la elección de la vida sacerdotal. En el año 2019, el autor nos sorprende con un libro que parece, si no romper, al menos desviarse de aquel camino que recorre cronológicamente las etapas de su vida. El libro titulado Contemplar para orar con la naturaleza es de una bella factura, con ilustraciones y variado colorido que hacen de él un objeto de agradable contemplación y muy en consonancia con su contenido.
Este nuevo libro que hoy leemos, Hojas de otoño viene a recoger las características de los anteriores, pero con interesantes novedades, especialmente formales. De las trilogías mantiene la correlación itinerante que, como ya he dicho, queda explícita en el título y que resume en el Preámbulo cuando dice que este nuevo libro "tiene como referencia las hojas que ya amarillean, como las que el otoño va descolgando lentamente de los árboles". Como en su anterior libro de 2019, la edición es de factura muy cuidada. Cada poema viene ilustrado con bien escogidas fotografías que inducen al lector a dar al texto una dimensión visual que lo complementa. Son ilustraciones que recogen escenas de la naturaleza cuya belleza exaltan y son el soporte plástico de esa vibrante emoción que produce su contemplación como una forma de concentrar el espíritu en un proceso de meditación. Es este un modo de orar que nos hace profundizar en el autoconocimiento de nuestro yo más íntimo y, en el caso del cristiano, acercarnos a Dios. Ya lo dijo el autor en el título de su anterior libro y en este se ratifica: "me reafirman, aún más, en que los que siguen son poemas para orar al encuentro con Dios". Es inevitable el recuerdo de nuestros místicos del Siglo de Oro que también oraban al contemplar las hermosuras de la Creación.
Como es habitual en los libros de poemas de Miguel de Santiago, la lectura de los versos comienza con lo que él llama Introito, consistente en cinco citas de otros poetas, él entre ellos, que tienen en común la presencia de la naturaleza a cuya contemplación se abandonan. La última cita son cuatro versos de un Salmo bíblico (Salmo 102,12-13) en el que se contrasta el carácter finito de la naturaleza con la infinita presencia divina. Este Introito nos conduce directamente a una colección de ochenta y un poemas, de los que los seis primeros ya nos anuncian las claves del libro: los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, cada uno de los cuales va precedido de palabras como extasiado, embriagado, arrobado y asombrado. Es la contemplación y el resultado emocionado de la misma, para, a continuación, escuchar la voz de Dios en el silencio de la naturaleza. De tal manera es así, que la naturaleza se transforma, si se sabe contemplar, en el medio perfecto a través del cual Dios nos habla y nos hace llegar su mensaje de vida. A meditar sobre ello nos invita el autor en cada uno de los poemas. Sobre la correspondiente fotografía, el autor ha recogido citas bíblicas que dan trascendencia e inundan de espiritualidad esa bella unidad que constituyen poema, fotografía y cita bíblica.
La principal novedad de este libro consiste en la forma métrica elegida. Si ya nos habíamos acostumbrado al uso de un metro y una estrofa, la silva impar, aquí el poeta se expresa mediante los poemas en prosa. En el Preámbulo ya nos confiesa su predilección por esta técnica expresiva cuando dice que siempre le han gustado los libros escritos en esa forma. Cita al respecto alguno de esos libros como los de Juan Ramón Jiménez, Bécquer, Luis Rosales o Luis Cernuda. Es evidente la aparente contradicción que expresa el término poema en prosa, pero, como dice Miguel de Santiago, este tipo de textos contiene todos los elementos propios del poema en verso, como son los recursos retóricos y también el cuidado riguroso del ritmo, la musicalidad y expresividad que caracterizan el lenguaje poético. Es la razón por la que la lectura de los poemas en prosa de este libro, sus recursos estilísticos, el tono de sus reflexiones y, de modo muy especial, la construcción sintáctica elegida nos hace inequívocamente reconocible a su autor, aunque no se exprese con el metro y la estrofa habituales en él.
Cada uno de los ochenta y un poemas del libro posee una estructura muy clara, acorde con la intencionalidad de su autor. Son poemas formados por dos o tres párrafos, a modo de estrofas, de los que el primero nos señala la dirección de su mirada: El ocaso, la noche, la lluvia, los astros, los geranios, el río, los niños...que no describe, sino que sugiere la emoción que dicha contemplación provoca en su estado anímico mediante un cuidadísimo lenguaje poético y una sabia selección de las figuras retóricas propias de la poesía. En el preámbulo, el autor explica el procedimiento con toda claridad.
La estructura del poema es muy clara: un primer texto que aporta brevísimos datos sobre el momento en que tiene lugar la contemplación ( el amanecer, la tarde, el ocaso...). A continuación, un siguiente párrafo en que describe las emociones que la contemplación le provoca basándose de modo muy especial en subrayar la belleza de lo contemplado, con especial atención a la variedad cromática de una naturaleza estilizada. Sentimientos y sensaciones como la serenidad, el gozo de la paz interior que le desencadenan un torrente de recuerdos del pasado como melodías de dulzura.
La tercera parte es el cierre de la contemplación y la meditación como una oración interior que le lleva a afirmarse en su profunda fe en la trascendencia de todo lo creado. Son poemas rebosantes de espiritualidad y de belleza que nos aportan serenidad y llenan nuestro corazón de amor por cuanto rodea lo creado. La vertiente religiosa de estas meditaciones no impide al lector que no comparte la fe del autor, a recrearse en la lectura de estos poemas. Como dice él mismo: "pueden leerse ( los poemas ), no obstante, en clave no estrictamente religiosa. De ahí que vayan dirigidos también a un público más amplio". Y es que toda obra de arte lleva implícito el pensamiento de su autor y su concepto de la vida inevitablemente expresados en su escritura.
El último texto, que lleva el número 81 y como título In memoriam A. Á. S. y, a su vez, dividido en cinco apartados. Es un texto elegíaco dedicado al poeta y periodista Antonio Álamo Salazar, fallecido en accidente hace ya más de veinte años. La elegía sigue la estructura y características del género clásico: Una primera parte en que se expresa el dolor por la pérdida del amigo. Dolor aliviado por la esperanza que la fe nos ayuda a sobrellevar. En la segunda parte el autor reflexiona sobre el misterio de la muerte, iluminado su pensamiento por el recuerdo y la convicción de que el amigo se encontrará en la presencia divina. La tercera parte está centrada en el poeta que fue Antonio Álamo y los valores de su personalidad: Su cercanía y carácter abierto y expansivo que facilitaban el trato personal. En la cuarta parte glosa al periodista humilde y modesto muy querido en Palencia por la facilidad que tenía para hacer llegar su mensaje a todo tipo de lectores.
Finalmente, en la quinta y última parte, el poeta se centra ya en el recuerdo dolorido del amigo, el poeta y el periodista que ya está celebrando la Navidad con su Creador. De este modo manriqueño, Miguel de Santiago cierra este su último libro dejando, una vez más, constancia de su personalidad literaria y su riqueza expresiva. Su lectura conmueve y nos invita, sea cual sea el modo de pensar del lector, a reflexionar serenamente sobre nuestro papel en el mundo y nuestra relación con esa naturaleza actualmente ideologizada y mezquinamente utilizada políticamente.
Despojémonos de prejuicios de toda índole y gocemos con la lectura de un hermoso libro con la profundidad y claridad con que está escrito.
Publicado en 2022 por PPC
Editorial y distribuidora, S. A.
ISBN: 9788428838702
Fecha publicación: 03/06/2022
Encuadernación: Rústica
Núm. páginas: 192
Carmen Casado Linarejos, palentina y alumna del instituto "Jorge Manrique", se licenció en Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca y obtuvo el grado de Doctor en la Complutense, de Madrid.
Regreso a Palencia para desempeñar la Cátedra de Lengua y Literatura Españolas en el Instituto "Jorge Manrique", hasta la jubilación.
Entre sus publicaciones: La sociedad peruana en las novelas de Ciro Alegría. Tesis doctoral publicada por el servicio de publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid; Antología comentada del relato hispanoamericano, publicado por Ámbito en Valladolid; La poesía de Marcelino García Velasco, Diputación de Palencia; La poesía de José María Fernández Nieto, Diputación de Palencia; La poesía de Miguel de Santiago Rodríguez, Diputación de Palencia.
Carmen es autora de prólogos a poemarios de distintos autores y es colaboradora de "El Norte de Castilla" y "Diario Palentino".