Hola, Extraño:
Te escribo sin conocerte aún, porque sé lo que va a suceder. No necesito verte ante mí, alto y con tus ojos de relámpago, tus dedos largos acariciándome como a las teclas de un piano, tu sonrisa balanceándose burlona. Puedo imaginarlo perfectamente, con tanto detalle como si lo viviese ahora mismo. No soy vidente, ni bruja, ni echo cartas, ni nada que pueda parecerse. Soy una mujer tan de vivir el presente y tengo la vista cansada de ver personas como tú. Perfectos hijos de puta. Auténticos poetas de bagatela. Un drama social que ahora mismo me da arcadas, me revuelve el estómago, y me ha hecho ser desconfiada.
No pretendo que creas que voy unos pasos por delante de ti. Es que ya he estado donde intentas llevarme. He ido y vuelto tantas veces, que por cada movimiento que hagas yo puedo anticipar los dos siguientes. Tu juego de seducción apesta a macho alfa sin escrúpulos, a poses estudiadas y a mentiras calculadas con el acierto de un fusil de precisión.
Preparados, apunten, ¡fuego!
Ráfaga de mentiras.
Ya no me trago nada. Más bien, escupo. Tú y otros tantos como tú habéis hecho que sea una incrédula en el amor. Yo, que soñaba con príncipes y princesas cuando aún estaba en el columpio. Cuando descubrí el amor por primera vez. Pero ya no, ya no creo en héroes, ni en cuentos, ni en finales felices, ni en estados brutales de conexión. Son falsas alarmas. Palabras adulteradas que no acompañan actos ni sentimientos en estado puro. Paso palabra. Paso página. Paso de todo lo que tenga que ver con esas garras feroces y hambrientas de presas disfrazadas de interés verdadero. Ya no busco, ya no siento, me he vuelto inmune. Creo que estoy muerta de ilusiones y ebria de tanto vaivén emocional.
Preparados, apunten, ¡fuego!
Ahora disparo y mato yo.
Lo único que nos diferencia ahora, querido Extraño, es que a mí no me hace falta soltar mierdas románticas para meterte en mi cama. Que para echar un polvo ocasional no es necesario estar enamorada, ni siquiera sentimentalmente viva, así que ni lo intentes. Entérate de una puta vez, que estáis en decadencia tú y los de tu calaña. Que las mujeres no os necesitamos para sentirnos completas, ni atractivas, ni mejores. Gracias a vosotros he aprendido a abrazarme, a quererme y a no cobijar ilusiones entre las sábanas. Ya no doy segundas oportunidades a nadie. Ya no atiendo a ruegos ni a explicaciones.
Mírame, me he pintado los labios de rojo muerte y estoy jodidamente guapa. Los “te quiero” me los digo yo, bien alto, bien dentro. Ahí, donde ni siquiera os molestáis en mirar. Os asusta. Os da pánico quedaros prendados del alma, no del físico. Ahora yo también miro solo tus ojos, tu cuerpo de atleta, tu boca que convierte en manantial mi coño. No quiero más, ni lo necesito.
Pero, mírame, yo no miento: te quiero para darme placer cuando yo lo necesito, idiota.
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