Sabiduría, experiencia y capacidad de análisis
Para muchos, Te amo, destrúyeme, fue la forma de conocer la narrativa de Ana Grandal, su peculiar manera de disolver la realidad, con humor e ironía, gota a gota, centrada en el terreno narrativo que más le interesa: la pareja. O por decirlo con más exactitud: la falta de conexión entre hombres y mujeres. Si lo prefieren, mujeres y mujeres, hombres y hombres o cualquier combinación posible que sume dos. Y para que no se diga que somos excluyentes, ahora que es verano, también puede sumar tres y múltiplos.
Ahora sabemos que aquel delicioso libro de narraciones ultracortos, directos al mentón, forma parte de una trilogía llamada Destroyer, y doy fe de que lo es. Hola, te quiero, ya no, adiós es su segunda entrega, y me da la sensación de que tras la intención "destroyer" también hay mucha sabiduría, experiencia y capacidad de análisis. Para entendernos, siendo otra aportación a la narración breve, yo diría que Ana teje a sabiendas una novela corta de estructura episódica, sorteada de elipsis caprichosas y silencios elocuentes, algo así como el clásico hollywoodiense Dos en la carretera (Stanley Donen, 1967).
Pero claro, la sofisticada moda pop de los 60 no va con Ana y sus amigos. Ellos preferían a Deep Purple antes que a Led Zeppelin. Y son más de la M30 que de la Ruta 66. No divaguemos más. Si un director de cine se adentrase en esas acampadas que relata Ana, esas primeras experiencias fuera de casa, no lo haría en technicolor y con música de John Barry. Más bien imagino el sonido directo y los modos paródicos de un Fernando Colomo o un David Trueba.
Volvamos a Hola, Te quiero, Ya no, Adiós. Siguiendo una limpieza expositiva que no deja lugar a error, Ana Grandal retrata los ritos de paso que marcan la evolución en una relación de pareja. Chico conoce chica. Esteban y Alicia. Aquello va en serio. Pasan a vivir juntos. Pasa el tiempo y la rutina les acaba quemando... Nada que no hayamos vivido ninguno de nosotros. Un proceso que Ana Grandal retrata con humanidad y con un guiño, sin hacer leña del árbol caído, ayudándonos a comprenderlo mejor. Lo que no equivale a que aporte soluciones fáciles... De momento, su inteligencia, su capacidad de observación y sus dotes como escritora nos aportan una distancia cómoda para contemplar, dando la importancia debida tanto al punto de vista de ella como al de él.
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David G. Panadero