Principales plazas del Caribe asaltadas por piratas
La presencia holandesa en América cubrió todo el Continente y dejó dos claves colonizadoras importantes en Nueva Holanda (actual Nueva York) y Brasil.La costa del Pacífico fue el escenario de muchos de los actos de estos individuos, quienes intentaron varias veces realizar fundaciones de factorías−fortalezas en Chile. Su acción más perdurable fue, sin embargo, la realizada en el Caribe, donde llegaron atraídos por tres motivos fundamentalmente:
- La explotación de las salinas.
- El ataque a flotas y puertos españoles
- La organización de una buena y productiva red de contrabando
Holanda contaba con una poderosa industria de salazones de pescado (su flota arenquera aumentó de 150 embarcaciones en 1550 d.C. a 4.000 embarcaciones a mediados del siglo XVII) y de carne, además de consumir mucha sal en la elaboración de manteca y queso, no obstante carecía de la materia prima común para la elaboración de todos estos productos: la sal, la cual obtenía en Setúbal (Portugal) y en Cabo Verde. En 1598, Felipe II prohibió el acceso de los holandeses a los territorios portugueses, obligándoles a buscar la sal americana. La primera flota salinera zarpó hacia el Caribe en 1599, encontrando un buen depósito en Araya (Venezuela). Al año siguiente partieron hacia allí unos 100 cargueros.La sal de Araya era mejor que la peninsular, pues era sal gema y ofrecía, además, el encanto de poder cargarla gratuitamente, sin pagar derechos, y de aprovechar el viaje para hacer algún contrabando en la región de Cumaná y en la isla Margarita. Los españoles desalojaron a los holandeses y fortificaron Araya (construyendo el castillo de Santiago del Arroyo). La salina se convirtió en frente de guerra hasta 1623, cuando los holandeses la abandonaron y se dedicaron buscar otras que no habrían de suponerles tantos problemas con otras potencias. Hallaron algunas en Brasil, pero de una calidad inferior, y otras mejores en la Tortuga (isla de la costa venezolana), San Martín y el río Unare (Venezuela). La explotación de la salina de la Tortuga duró hasta 1638, cuando el gobernador de Cumaná destruyó las instalaciones holandesas y anegó la salina.En San Martín se halló sal de buena calidad, pero los españoles conquistaron la isla para, posteriormente abandonarla en 1644, dejando vía libre para el regreso de los holandeses en la zona. Otras salinas importantes fueron las de Curaçao, Aruba y Bonaire. El Heerem o Consejo de la Compañía holandesa de las Indias Occidentales dispuso el asalto de la primera en 1634. La operación se confió a Joannes van Walbeeck y a Pierre Le Grand. Tras su desembarco tomaron Curaçao el 28 de julio de 1634, venciendo fácilmente la resistencia de la tropa mandada por el gobernador Lope López de Morla. En 1638 tomaron San Eustaquio y Saba. Los españoles renunciaron a Curaçao desde 1648. La Paz de Westfalia, firmada aquel año, reconoció, aparte de lo tomado hasta el momento, para Holanda la mitad de San Martín.Los asaltos a los buques y plazas españolas y el contrabando en el Caribe fue objetivo primordial de la Compañía de las Indias Occidentales. Durante las primeras décadas del siglo XVII, sus corsarios Cornelis Jol, alias Pata de Palo, Johann Adrián Hauspater, Boudewjn Hendriks y muchos otros fueron el terror de las plazas en el Caribe. El corso produjo excelentes dividendos, para hacernos una idea de lo elevado de estos beneficios podemos señalar que la Compañía holandesa obtuvo las dos terceras partes de sus beneficios del corso, y sólo una tercera parte del comercio, contrabando y transporte de sal.Entre 1622 y 1636, los holandeses capturaron quinientas cuarenta y siete embarcaciones enemigas. Holanda con sus ochocientos barcos de guerra y sesenta y siete mil marinos y soldados. La acción de piratería más importante le sería correspondida a Piet Heyn en el año 1628 tras la batalla de la Bahía de matanzas, quien consiguió el sueño de todo pirata: Capturar la Flota de la Plata o Flota de Indias. Los beneficios obtenidos de esta proeza sirvieron para organizar la gigantesca armada de sesenta y un buques y siete mil trescientos hombres con la que los holandeses se apoderaron de Pernambuco en 1630, creando la colonia de Nueva Holanda, cuyo costo se evalúa en seis millones setecientos diez mil florines. Los cargamentos apresados a tales naves fueron vendidos en Holanda por unos treinta millones de florines. Esto demostró a la Compañía que las colonias daban menos beneficios que la piratería y el contrabando, ya que la colonización obligaba a invertir en gastos defensivos.Para organizar el contrabando, se establecieron grandes almacenes de distribución de mercancías en la Tortuga y San Cristóbal y en otras islas, Curaçao principalmente. La Compañía empezó a declinar después que Portugal se independizara de España. En 1646, Holanda reglamentó su corso y, en 1647, se autorizó a la Compañía a entrar en el negocio negrero, lo que la salvó de perecer. Tras la Guerra de los Treinta Años que terminó con la paz de Westfalia (1648) y los tratados de Münster y Osnabrück, los holandeses pasaron a ser aliados de los españoles y enfrentados a la competencia inglesa y francesa.En 1674, quebró la Compañía de las Indias Occidentales, después de haber caído en manos de sus enemigos varias factorías de África. El contrabando holandés en el Caribe subsistió y se incrementó en la centuria siguiente especialmente en la zona del río Esequibo donde los holandeses se habrían asentado en 1624.
A modo de conclusión cabría añadir que si bien los corsarios holandeses incursionaban en América desde fines del siglo XVI, su época de oro fue entre 1621 (fin de la Tregua de los Doce Años) y 1648 (Paz de Westfalia). Los holandeses pudieron desarrollar sus acciones gracias al apoyo de la casa de Orange, que otorgó patentes de corso y al apoyo de la Compañía de las Indias Occidentales, que entregó apoyo económico y logístico.
Referencias bibliográficas:
-CIUDAD RUIZ, A., LUCENA SALMORAL, M. y MALAMUD, C. D. Manual de Historia Universal. 10: América. Historia 16. Madrid. 1992.-LUCENA SALMORAL, M., Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, Ed. Síntesis, Madrid, 2005-VAN DEN BOOGAART, Ernst, KLEIN, Peter, ZANDVLIET, Kees, La expansión holandesa en el Atlántico, colecciones Mapfre, Madrid .1992