Revista Viajes
Esta mañana de casualidad me apareció en el youtube un anuncio holandés de comida de bebé. El video en cuestión me ha hecho mucha gracia porque mientras que contemplado desde nuestro punto de vista cultural no tendría pies ni cabeza, logra resumir en treinta segundos muchos aspectos del día a día de la vida de un holandés. ¿Os animáis a verlo conmigo?
Y ahora un breve análisis: Para empezar el padre va a la escuela a recoger a su hijo. Este, aunque parezca intrascendente, es el primer punto importante. Los autobuses escolares no son muy populares por estos lares y la norma es que los progenitores deben acudir cada día a la escuela a recoger a sus vástagos. Acciones tan simples como mandar a la au-pair a recoger al hijo no resultan naturales a los ojos de los neerlandeses, y de hecho mientras los niños son pequeños lo normal es que sus padres tengan un papel mucho más activo en la escuela, participando en multitud de actividades conjuntas. Queda a juicio de cada uno el decidir si estas costumbres representan un bonito concepto de unidad familiar o simplemente reflejan una cantidad enorme de tiempo libre.
Tras esto empieza lo bueno. Por supuesto el padre tiene la genial idea de acudir a la escuela en su bicicleta, que ya lleva incorporada una sillita portabebés para estas ocasiones. Ni siquiera el día nublado con amenaza de lluvia lo hace plantearse coger el coche. Confía plenamente en sus habilidades holandesas de conducción de bicicletas y tampoco contempla que otros conductores puedan no ser tan expertos como él y acaben interponiéndose en su camino. Pero no, esto no es la excentricidad de un padre deportista enrollado en un anuncio graciosete. El transporte de bebés sobre dos ruedas es una cuestión que llama poderosamente la atención a los extranjeros recién llegados a los Paises Bajos, pero pronto descubrimos que forma parte del día a día y que, sorprendentemente, no es una actividad tan temeraria como pueda parecer. Al menos por el momento nunca he oído hablar de un accidente vial involucrando bebés...
Cuando ya están de camino a casa, como no podía ser de otra manera, empieza a llover. ¿Para qué perder el tiempo parando a refugiarse en un portal? El padre saca su paraguas y continúa pedaleando mientras lo sostiene en una de sus manos. Con esto ya tenemos una bicicleta con dos accesorios, bebé y paraguas. Pues sí, me temo que esto también es realista y podéis leer más detalles en el artículo sobre las bicicletas.
Finalmente padre e hijo llegan a casa y saludan a la madre, que por fin entra en escena, a través de la ventana de la cocina. Y de nuevo tengo que explicar que no, que no es un escenario artificial para dar dinamismo al anuncio. Son muy típicas estas casitas en las afueras, con su pequeño jardín detrás y la cocina en la planta baja, en las que podemos ver a los habitantes realizando sus tareas domésticas sin preocuparse de nuestra presencia. Y es que muchos holandeses no sienten esa necesidad latina de esconder celosamente el interior de sus hogares de miradas extrañas. Pero la ausencia de cortinas es un tema interesante del que ya hablaremos largo y tendido en otra ocasión.
Y estas han sido todas las diferencias culturales que un anuncio absurdo de un tipo con un bebé en bicicleta, una tormenta y una señora exhibicionista en su cocina, logra expresar en medio minuto. ¿Os ha gustado el video? ¿véis algún otro detalle que yo haya pasado por alto?
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