Revista Historia

"Holistic Management", la forma de evitar la desertización aumentando la ganadería

Por Ireneu @ireneuc

Una de las amenazas medioambientales que más están poniendo en jaque al planeta es la desertificación. La continua pérdida de bosques y de cobertura vegetal de la superficie del planeta está provocando que los suelos fértiles se erosionen y se laven por la acción del agua y del viento, dejando tras de sí una estela de eriales improductivos. Este problema se produce sobre todo en las zonas de sabana, donde las escasas lluvias, sumadas a un pastoreo excesivo, hacen que los extensos herbazales no se puedan regenerar, produciendo los daños de todos conocidos y llevando al convencimiento de que la ganadería extensiva es uno de los principales factores de desertificación. No obstante, hay algo que no cuadra... ¿cómo puede ser que unas miles de cabezas de ganado afecten tanto a las zonas de pradera mientras que, históricamente, manadas de millones de bisontes, cebras o ñus pastado, no han afectado en lo más mínimo estos ecosistemas? Según parece, la solución a la desertización no pasaría por reducir la cantidad de ganado sino por fijarnos en cómo lo hace la naturaleza.

Tradicionalmente, en los círculos ecologistas se ha visto a la ganadería humana como uno de los principales factores de avance del desierto en las zonas áridas, ligado a la pobreza, a las guerras y a la necesidad de explotar unos menguantes recursos al máximo. Ello ha hecho que políticas de reducción del pastoreo y de regeneración de la cobertura vegetal se hayan llevado a cabo en las zonas de más peligro de desertización del planeta, como el Sahel, las Grandes Llanuras o la Estepa asiática. Sin embargo, y a pesar de algunos éxitos un tanto milagrosos ( ver El inesperado retroceso del desierto: Greening Sahel ), las políticas de recuperación de las praderas no están dando los frutos deseados. ¿Qué está pasando aquí?

A finales de los 60, el ganadero y ambientalista de Rhodesia (actual Zimbabwe) Allan Savory, preocupado por los efectos de la desertización en las sabanas del sur del continente africano, llegó a la conclusión de que el exceso de animales salvajes y de ganado estaba provocando la pérdida irreparable de los grandes pastizales. Tras un informe suyo que llegó a las autoridades, éstas decidieron que era perentorio el sacrificio de más de 40.000 elefantes para asegurar la sostenibilidad de aquellas praderas. No obstante, a pesar de la matanza, la sabana siguió degradándose a pasos agigantados. Algo fallaba.

Savory, amante de los elefantes, y chocado por la culpa de ser partícipe de una decisión que se mostró inútil, decidió dedicarse en cuerpo y alma a solventar el problema de la desertificación de la sabana. La solución la tenía delante de sus propias narices: los inmensos rebaños salvajes que pastaban libres por las praderas.

En libertad, la cantidad de herbívoros que forman las manadas no parece que sean ningún impedimento para la buena salud de los herbazales de las sabanas, al contrario de los rebaños de ganado humano, los cuales, con pocos individuos pueden llegar a arruinar cualquier espacio por amplio que sea. Sin embargo, Savory se dio cuenta de la forma que la naturaleza tiene para gestionar el territorio y sus recursos, en los cuales, los depredadores tienen un papel fundamental.

En las sabanas, al contrario que en las grandes haciendas, los herbívoros tienden a concentrarse en manadas muy densas debido a la existencia de los grandes depredadores (leones, tigres, guepardos, hienas...) habida cuenta que, dentro del grupo, la seguridad es mayor. Este acoso continuo hace que las manadas se tengan que desplazar continuamente en bloque, ya que el grupo compacto, al comer continuamente, acaba rápidamente con la hierba que pisa, trasladándose a zonas donde la hierba esté alta.

Este peculiar sistema de rotación hace que la manada, en vez de consumir de forma moderada los recursos de una gran superficie, machaca de forma intensiva pequeñas superficies, las cuales no vuelven a ser comidas hasta que no han vuelto a crecer. Pero no solo eso, sino que al hacer manadas compactas, los excrementos y la orina se concentran en aquellas zonas "arrasadas", aportando nutrientes y semillas que, tras pasar un tiempo, vuelven a germinar y aseguran un crecimiento vegetal que de otra forma sería prácticamente imposible.

Savory, viendo esta forma de actuación de la naturaleza tanto en África, como en América (bisontes) y Asia (saigas), desarrolló una técnica en que los ganados humanos imitaban esta forma de hacer de la vida salvaje, a la que llamó " Holistic Management " (Administración Holística), con resultados extraordinarios en poco tiempo.

De esta forma, las sabanas ganaderas, sin restricciones de cabezas de ganado, se regeneraban en cuestión de meses, aumentando la cantidad y la calidad de los pastos, reteniendo una humedad que de otra forma se evaporaría irremisiblemente y, además, captando y fijando CO2 atmosférico, ahora que las emisiones de este gas se han convertido en un serio problema.

El sistema parece ser la solución a la desertización e, incluso, al cambio climático, pero como todo en esta vida, desarrollar una novedad en un mundo tan reaccionario no podía ser tan sencillo y, la principal oposición a este sistema proviene de parte de la propia comunidad científica, la cual acusa a Savory de documentar pobremente sus trabajos y de basar su técnica en especulaciones. Ello ha producido una agria polémica que, ahora por ahora se mantiene en tablas técnicas, como tantas y tantas otras polémicas científicas.

Sea uno o sea otro, la realidad es que, por mucho que el ser humano se obstine en ser más listo que nadie y en creerse que él es el que hace mejor las cosas del mundo, la naturaleza, tras millones de años de prueba y error, es la única que ha sido capaz de organizar un sistema totalmente sostenible medioambientalmente hablando. Bien haríamos en ser más humildes y reconocer que, si yendo por libre, estamos dejando el planeta hecho unos zorros, si queremos arreglarlo, tendremos que fijarnos en cómo lo hace la única que, hoy por hoy, sabe hacerlo: la propia naturaleza.


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