Revista Política
Tras 17 años de ausencia en el Eliseo otro François, esta vez Hollande, ha devuelto al Partido Socialista francés a la presidencia de la República. Con un porcentaje menor que el pronosticado por las encuestas, un 51.67%, Hollande ha recogido los frutos de un Presidente que empezó a ser impopular desde el primer día en el Elíseo con sus salidas de tono y arrastrando por el fango la dignidad del presidente de la República que tanto gusta a los franceses y mas a la derecha Gaullista. Y es que al principio de su mandato Sarkozy solo había tenido salidas de tono en cuanto a imagen, unas vacaciones pagadas por millonarios y favores a oscuros intereses de Oriente Medio salpicaron un comienzo de mandato que terminarían de explotar en esta campaña. Pero con todo, había mostrado una independencia y hasta desavenencias con la Canciller Merkel, continuando con el tradicional papel de contrapeso que ejercía Francia en la política comunitaria. Fue hace un par de años, cuando la crisis se recrudeció para todos los países, salvo para la estrella germánica que eclipsó el contrapeso galo. La ecuación que hizo Nicolás fue sencilla, para que Francia emergiese había que parecerse más a Alemania, algo que a priori no tenía por que ser malo, lo malo fue que le llevó a una subordinación a Alemania. El falso tándem Merkozy era mas bien un Merkelzy, donde el Presiente era la voz política de las decisiones tomadas desde Berlín. Francia paso de contrapeso a satélite, de copiloto a mayordomo de las recetas de la CDU, algo que nunca le perdonaría la fecha Gaullista. El propio Nicolás lo sabia, por eso se cuidó mucho de aparecer con su patrona, evitaba parecer, aun mas se cabe, el Peteain del siglo XXI. El hiperpresidente hizo bien al asumir la plena responsabilidad de su derrota, porque él es el único responsable de la misma. Llevó una política en exceso personalista, trato a sus primeros ministros como meros "colaboradores" y a sus ministros como simples secretarios. Llevó personalmente el peso de la acción política en una continua huida hacia adelante y se encontró con un candidato que jugó a ser Rajoy en su campaña. Se limito a aglutinar el descontento anti Sarkozy que existía en Francia y, a pesar de los resultados finales, era muy escaso el porcentaje que deseaba seguir viendo a Sarkozy en el Elíseo, un 35%. Intentó seducir a la extrema derecha, como ha había hecho en 2007, pero esta vez Marine Le Pen había puesto en alerta a sus votantes. Le resultó sumamente difícil eludir la responsabilidad de las malas decisiones. Era él y solo él quien dirigía Francia. Ahora no podía poner ninguna excusa, para bien o para mal. Hollande, un hombre educado y tranquilo de Normandía, con elegantes modales de provincias supo ganarse muy poco a poco el afecto de los suyos. El afecto de un complicado partido socialista francés. Un partido que navega entre las aguas de la izquierda troskista (el único PS de Europa) y la izquierda exquisita o de "caviar" en palabras del propio Sarkozy. Formado en el seno del aparato del PS durante la presidencia de Mitterrand, fue alcalde de Tulle y diputado en la Asamblea Nacional. Vio como otro de sus padres políticos, Lionel Jospin, caía bochornosamente en la primera vuelta de las elecciones del 2002, él asumió la jefatura del PS siendo su primer Secretario durante muchos años. Soportó con resignación que su pareja sentimental se presentase por delante de él a las presidenciales del 2005 y capitaneó la nave del PSFr durante la larga travesía en el desierto del Partido. Consiguió éxitos parciales como victorias electorales en comicios cantonales, municipales y legislativas, pero el Elíseo seguía resistiéndose al PSFr. Aguantó entre bambalinas el hecho de que el aparato considerara a un lejano DSK como el candidato natural del PSFr destinado a batir a Sarkozy. Supo recoger con toda normalidad las riendas del partido cuando estalló el escándalo DSK. Si alguien podía llevar al PSFr al Elíseo sin la losa moral de DSK era él, el eterno candidato que educadamente ha mantenido cohesionado al partido todos estos años Él siempre estuvo ahí para su partido y, al fin, el partido se dio cuenta de que él era su hombre. Ganó en unas primarias abiertas que fueron la envidia de un sistema de partidos que suele emponzoñarse en los procesos de primarias y aguantó el tirón de un Sarkozy que no supo mantener la calma en una campaña en la que siempre estuvo por detrás en los sondeos. Ganó por la mínima la primera vuelta y consiguió ser el foco de atención que hizo que el presidente fuese siempre a rebufo del candidato. Ganó un debate donde Sarkozy fue incapaz de plantear una sola propuesta sin recurrir a la vejación de su oponente o exponer sus propias virtudes. En resumen, que ganó el debate porque Sarkozy fue él mismo, el presidente que ya estaba cansando a Francia. Puede que los amantes de anécdotas y los supersticiosos hayan disfrutado en estas elecciones, que han mostrado un gran parecido con las elecciones de 1981 donde el socialista Mitterrand batió a Giscard D'Estaing, y no solo porque fue derrotado en su reelección contra un candidato socialista, hay muchos más paralelismos. Ambos candidatos de la derecha perdieron por la desafección en sus propias filas: el mismo Chirac que votó por Hollande hoy, hizo campaña en 1981 contra d'Estaing. El lema de campaña de Giscard, "Por una Francia fuerte", lo ha sido de Sarkozy y se ha plegado al argumento de la experiencia frente a su oponente sin que lo acompañara un buen balance como apunta Lluis Bassets en El País. Ambos presidentes salientes fueron acusados de desdibujar la imagen presidencial que De Gaulle imprimió a fuego en el cargo, y ambos candidatos apelaron al Gaullismo para ganar. Hoy la imagen de Francia de derecha a izquierda la encarnan dos hombres: De Gaulle y Mitterrand, y Hollande ha sabido capitalizar mejor esa imagen que el histriónico Sarkozy. En cuanto a su política, es un programa socialdemócrata de libro. Reducción del déficit aumentando los impuestos y recortando poco el gasto social, implantación de la tasa Tobin, prohibir a las sociedades francesas operar en paraísos fiscales y prohibir las Stock Options, aumentar el número de profesores y tender hacia energías más verdes sin tocar demasiado la poderosa industria nuclear francesa. En cuanto a política comunitaria, pues Hollande es un adelantado a su tiempo, porque solo le hizo falta ganar la primera vuelta para cambiar el diapasón de las instituciones económicas comunitarias de la austeridad a ultranza a la política del crecimiento. Ha obligado a Merkel a moverse rápido para que no parezca arrollada por los acontecimientos, demasiado tarde, ya lo parece. ¿Tendrá éxito? El tiempo lo dirá. Es por ello que me paro menos en el qué pasará. Obviamente Hollande tienen un corto margen de maniobra, su habilidad para moverse en él y ensancharlo a sus necesidades marcarán el éxito o el fracaso de su mandato. Muchos lo han saludado como si se tratase del Obama europeo. No nos engañemos, hablamos de un político tremendamente cauto que no caerá en los excesos de su mentor Mitterrand. Hollande no tocará el tejido empresarial de su país en ese extremo. Pero supone un soplo para la Socialdemocracia que muchos consideraban muerta. Y no estaba muerta, que estaba de parranda, como reza la rumba popular. Es un toque de atención para que los Partidos Socialdemócratas se pongan las pilas, actualicen sus programas sobre la base del Estado del Bienestar, elijan a candidatos solventes y dejen los experimentos en la cocina, o para IU. En suma, que ha de ser una alternativa clara y seria para gran parte de la sociedad y huir de los extremismos.Desde aquí le deseo mucha suerte a François Hollande. Al menos a un servidor le ha alegrado la semana.