Revista Cine

Hollywood: In the Beginning

Publicado el 21 agosto 2011 por Diezmartinez
Hollywood: In the Beginning
"In the Beginning", el segundo episodio de la invaluable teleserie documental Hollywood (Ídem, GB, 1980), codirigida por el oscareado Kevin Brownlow y David Gill, nos ubica en el momento en el que el pequeño y conservador poblado de Hollywood, situado a sólo 13 kilómetros de Los Ángeles, se empezó a convertir en la Meca del Cine. El camino fue accidentado, para decirlo amablemente. En la primera década del siglo pasado, la mayoría de los precarios estudios fílmicos estadounidenses estaban ubicados en Fort Lee, Nueva Jersey, al otro lado del Hudson. Ahí, en los techos de los edificios y en plataformas que rotaban en dirección de los rayos del Sol, la primera organización de productores de cine (la Peyton Trust) hacía sus películas para alimentar el creciente mercado de consumo mientras perseguía a los productores independientes, quienes tenían que salir por piernas cada vez que los "dueños del territorio" detectaban que había alguien haciendo cine "sin permiso". Las discusiones por el territorio no eran amables: unos y otros, los "organizados" y los "independientes", tenían su propio "personal" para defenderse. Y como el mismo cineasta veterano Allan Dwan lo da a entender frente a cámara, los gangsters y pandilleros entraron al cine no por la pantalla sino por la nómina.Huyendo del conflicto, los productores independientes buscaron un espacio al otro lado del país y lo encontraron en Hollywood, un poblado californiano que había alcanzado estatus de municipio en 1903. Poco a poco, a partir de 1907, algunos productores empezaron a llevar el rodaje de sus cintas alrededor Los Ángeles. A unos cuantos kilómetros de distancia estaban disponibles todos los escenarios naturales posibles: el mar, la frontera mexicana, los bosques, el desierto y hasta algún paisaje nevado en las montañas cercanas. En 1910 Griffith ya había filmado su primera cinta en California -Faithful, protagonizada por Mack Sennet, nada menos-, en 1911 el primer estudio en forma se instala en Hollywood y en 1914 el futuro mogul Cecil B de Mille dirige el primer largometraje hollywoodense, The Squaw Man (1914). Los habitantes del Hollywood original eran gente que provenía del medio oeste americano. De origen campirano, modestos, tranquilos, vieron con horror cómo en unos cuantos meses esa gente excéntrica del este invadía sus calles, sus cafés, sus casas, escandalizando a tirios y troyanos. Agnes -sobrina de Cecil B.- de Mille y la actriz Anita Loos recuerdan el rechazo de la comunidad hollywoodense original y la voz en off de James Mason nos muestra un anuncio en el que se renta un departamento en Hollywood, con la condición de "no animales" y "no movies", es decir, no gente de cine. Los entrevistados coinciden en algo: en estos primeros años los "movies" eran una gran familia extendida. Se hacía una película a la semana, trabajando horas extras, sin sindicatos ni representantes, dice con evidente nostalgia el director Henry King. Todos estaban jugando con ese juguete nuevo llamado cine y querían jugar todo el tiempo posible, sin interrupciones. Pero también había ambición y competencia: Cecil B. de Mille respondiendo a El Nacimiento de una Nacion (Griffith, 1915) con Joan the Woman (1916) -épica histórica sobra Juana de Arco- para que luego el propio Griffith dejara sentado quien madaba: en 1917 realizaría la monumental Intolerancia.La pujanza fílmica americana apareció en el mejor momento histórico posible: terminada la Primera Guerra Mundial, Europa y su también joven industria fílmica estaba en problemas sino es que en francas ruinas.El naciente Hollywood aprovechó con creces la oportunidad: para fines de la segunda década del siglo, el 90 % de las salas de cine en Europa exhibían cine americano -es decir, hollywoodense. En la última parte de "In the Beginning" se hace la fascinante crónica del alcance de la fama que alcanzaron Douglas Fairbanks y Mary Pickford, quienes se casaron en 1920. Su casa en Hollywood, "Pickfair", era parada obligatoria para políticos, aristócratas y potentados de todo el planeta. Su gira europea, poco después de su matrimonio, fue la apoteosis no sólo de ellos como pareja estelar del cine -BradAngelina es una copia deslavada en comparación- sino de la indiscutible influencia cultural que para entonces ya tenía Hollywood. Ni siquiera el paraíso comunista leninista se salvó del embrujo de Fairbanks/Pickford: su gira por la URSS en 1926 llamó multitudes insólitas, impresionantes. El esperanto se había finalmente inventado: se llamaba cine y los mensajes se mandaba desde un ranchito llamado Hollywood.



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