autor: blog Agua Viva
Me he dado cuenta que si uno hace una búsqueda en la red sobre la Hambruna o Plaga del Hambre provocada por una decisión política de Stalin --que pretendía así “disciplinar” al díscolo campesinado de Ucrania y que durante años la propaganda de la izquierda negó esa barbaridad-- son contadas con una mano los sitios en internet en español que divulgan este hecho histórico que es uno de los mayores crímenes de la historia de la humanidad, por eso he decidido dedicarle un post para dejarlo colgado en la red.
El presidente ucraniano Víctor Yúschenko insiste en restablecer “la verdad histórica” sobre Holodomor, que es como se llama en Ucrania la hambruna que se cobró entre 7 y 10 millones de víctimas – entre ellas, casi cuatro millones de niños – en los años 1932-1933.
Holodomor es una palabra compuesta de las ucranianas “holod”, hambre, y “moryty”, muerte entre sufrimientos. Cercano al de Holocausto, el término Holodomor (de reciente acuñación) hace referencia a la terrible hambruna soportada por el pueblo ucraniano por decisión de las autoridades soviéticas.
La verdad nos hará libres. John Gunther en su obra "Líderes del siglo XX" relata así la historia de la hambruna:
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El plan quinquenal incluía la "colectivización" del campesinado. Rusia, un país predominantemente industrial poseía, en 1927, casi veinticinco millones de haciendas agrícolas; el plan de Stalin consistía en unirlas en granjas colectivas socializadas. Los campesinos entregarían sus utensilios y ganado al administrador de la granja y trabajarían en común en haciendas comparativamente grandes en vez de haciendas muy pequeñas, con la ayuda de tractores proporcionados por el Estado. Esa era la idea. De ella dependía el futuro del socialismo en la URSS.
Lo que ocurrió fue que los campesinos, amargamente indignados, llevaron a cabo dos resistencias importantes al enorme proceso forzoso de colectivización: en primer lugar, mataron su ganado, antes que entregarlo a las granjas colectivas. Fue un acontecimiento trágico y extraordinario, aunque no tan trágico como la plaga del hambre humana posterior. Los campesinos no estaban organizados carecían de comunicaciones; sin embargo, en cientos de pueblos, separados por cientos de kilómetros, se inició una destrucción simultánea de los animales. Antes que hacer entrega de sus preciosos cerdos, ovejas, vacas a las autoridades de las granjas colectivas, los campesinos prefirieron darles muerte.
El costo fue terrible. Stalin lo admitió cuatro años más tarde. La economía agrícola de la Unión Soviética sufrió un golpe del que se recuperará totalmente hasta 1940 aproximadamente; será necesario todo este período de tiempo para recuperar el ganado asesinado. Pues la matanza, una vez iniciada, progresó rápidamente hasta alcanzar aproximadamente el cincuenta por ciento de los animales de la Unión Soviética. (...)
Los campesinos sorprendidos por la catástrofe, se hundieron en un estupor temporal. El Gobierno -cuanto estuvo hecho lo peor- se retiró rápidamente. Probablemente Stalin no comprendió la formidable extensión de la matanza hasta que fue demasiado tarde...El ritmo de colectivización había sido demasiado rápido. El plan proclamaba la colectivización total solo al cabo de diez años, pero en el plazo de dos años, en 1930, se había colectivizado un 65 por ciento de las granjas. Por tanto, se disminuyó el ritmo.
Incluso así, en 1932, los campesinos volvieron a rebelarse, en una inútil protesta final. Como por acuerdo subterráneo, otra epidemia psíquica se extendió por los ricos campos del Cáucaso y de Ucrania. Los campesinos, los que aún no estaban colectivizados, recibían precios miserables; o bien no podían comprar ningún artículo manufacturado, o solo bienes de mala calidad. Elaboraron un plan. Habían sembrado la cosecha, que era abundante; pero decidieron no cosecharla. Cosecharon exactamente lo que calcularon que necesitarían para sí mismos durante el invierno y dejaron que el resto se pudriera: "¿Para qué esclavizarse produciendo una hermosa cosecha, si el Estado simplemente se apoderaba de ella?"
Se trataba, evidentemente, de un amotinamiento. No era solo un desafío a Stalin; era la amenaza de someterle por el hambre. El Gobierno soviético necesitaba cereales para distribuirlos en las regiones industriales y en las grandes ciudades; necesitaba cereales para la exportación, para pagar la maquinaria que tenía que importar para el plan quinquenal.
Incluso los campesinos ya colectivizados dejaron que se pudriera su cosecha. Había pocos supervisores comunistas, pocos administradores preparados y leales. A Moscú llegó la voz de que la cosecha, que debía ser hermosa, se había perdido en su mayor parte. Stalin comprendió que se trataba de una gran crisis. Si se permitía que los campesino continuaran adelante con ello, la revolución estaba derrotada. ("Las clases decadentes no desaparecen voluntariamente", le dijo a Wells). Tenìa que actuar. Y actuó.
Los recolectores de cereales del Gobierno descendieron a las granjas, llenas de malezas, y se apoderaron de la pequeña parte de la cosecha que los campesinos habían conservado ¡para su propio consumo! Una por una, visitaron cada hacienda y recogieron cada onza de cereales que se debía al Gobierno en impuestos. Si la cosecha normal de un hombre era, por ejemplo, sesenta fanegas, el impuesto podía ser de veinte fanegas. Pero el campesino solo había cosechado, por ejemplo, veinticinco fanegas, o sea que cuando el Gobierno se llevaba veinte, al campesino y su familia solo le quedaban cinco -en vez de veinticinco- para vivir durante todo el invierno y la primavera.
La economía rusa aún es sumamente primitiva. La cuestión de los cereales, el pan, es una cuestión de vida o muerte. Cuando se acabaron los cereales, la gente comenzó a morir. El Gobierno podría haber retirado un poco de cereales de las ciudades -aunque ese fue un año de hambre en todas partes- para alimentar a los campesinos. Pero el Gobierno no lo hizo. Stalin decidió que los campesinos debían ser castigados por su rebelión. Se habían negado, ciega, estúpidamente a proporcionar cereales; muy bien, que se murieran de hambre. Y se murieron de hambre. [Se calcula que fueron siete millones de personas, entre adultos y niños]
Entre tanto, los "kulaks" habían sido liquidados por un proceso más directo. Eran campesinos de capacidad o riqueza superiores a la media: campesinos capitalistas, "enemigos de clase del frente agrícola". En 1928, había 750,000 personas clasificadas oficialmente como kulaks en la Unión Soviética. Actualmente no hay uno. Fueron arrancados como árboles, metidos en trenes-prisión y enviados a campos de trabajo en regiones alejadas del país, obligados a trabajar en la construcción de ferrocarriles y en el dragado de canales.
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Los campesinos intentaron rebelarse. La rebelión podría haber hundido a la Unión Soviética. Pero sucumbieron ante la crueldad de Stalin.
Richard Dawkins tiene la desfachatez de conjeturar que la temprana formación religiosa de Stalin en la Iglesia ortodoxa fue lo que le habría enseñado a reverenciar la fe ciega, la autoridad férrea y la creencia de que el fin justifica los medios. Es verdad que Stalin ingresó a un seminario, pero fue expulsado, así que no se explica qué es lo que pudo aprender de una institución de la que mas bien podría guardar resentimiento y rechazo...Es evidente que lo que intenta Dawkins es librar de la carga de responsabilidad por las muertes y atrocidades a un ateo como Stalin. No es un secreto que el ateísmo de estado se ha impuesto en países comunistas principalmente, como la antigua Unión Soviética, China, Albania comunista, Afganistán comunista, la República Popular de Mongoli y Corea del Norte, y que en dichos regímenes el ateísmo es considerado intrínseco al comunismo.