Revista Cultura y Ocio

Holynchwood

Publicado el 31 mayo 2011 por Dandy @migueldandy

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David Lynch y Laura Harring en el rodaje de Mulholland Drive (2001)

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La vida es sueño y los sueños...

La luminosa ciudad de Los Ángeles aumenta y corrompe el sueño de Betty Elms / Diane Selwyn (Naomi Watts) respectivamente, alimentando su deseo de triunfar en los grandes estudios al tiempo que perturba y sume en una compleja, enigmática y barroca pesadilla cuya materialización deviene en algo siniestro. El inicio de la realidad comienza cuando ella despierta en el apartamento mientras observa la llave azul, esta última como señal de "trabajo" cumplido (asesinato por encargo). Todo lo anterior es un sueño ideal donde una actriz mediocre, insegura y temerosa de la inminente muerte de su amante, mejora su triste realidad. La mayor parte de los personajes que aparecen en esa recreación están basados en las personas que encuentra en la cena de la casa de Mulholland Dr, a la cual es invitada por su director de cine Adam Kesher y actual pareja de su amante, Camilla Rhodes (Laura Elena Harring), reinterpretada en su subconsciente como la turbadora y amnésica Rita, una mujer de gesto desvalido que toma su nombre del cartel de una de las grandes femme fatales de la historia del cine, “Gilda”, encarnada por Rita Hayworth. Lo que se muestra en pantalla, lo que ve el espectador, es lo mismo que lo que ellas entienden que está pasando, una percepción que es formulada por David Lynch (1946-) con todos los recursos propios del cine a su alcance: una banda sonora inquietante compuesta por Angelo Badalamenti; puntos de vista subjetivos; fundidos a negro e imágenes abismadas, borrosas, que remiten al sueño/pesadilla, inicio y final del mismo. Siendo el misterio mágico y seductor, este dios creador funde realidad y sueño en un nuevo mundo que no refleja lo real, sino que tiene entidad propia, donde se evita lo fantástico -sin dejar de ser surrealista- utilizando elementos que se vuelven simbólicos representan deseos, miedos, represiones y pasiones subjetivas. Así, en su sueño, Diane pasa de ser una vulgar actriz a una promesa del cine; o hace la vida imposible a su director, al que odia por haberle quitado a su amada; o tras haber contratado a un matón en el bar Winkie's -de donde toma el nombre de Betty por la camarera que los atiende-, pintarlo tan desastroso que no pueda llevar a cabo el asesinato que previamente le encarga, y todo, mientras muere de un ataque al corazón la única persona que podría delatarla, un hombre que le explica a su ¿terapeuta? el aterrador sueño que increíblemente se hace realidad tras la aparición de un mugriento y repudiado vagabundo -"sucio" o indigno como las acciones de Diane, materializadas en forma de temores-. Sin embargo, el asesinato se ve frustrado en el sueño, permitiendo a Rita sobrevivir y entregarle a Betty el dinero junto con la llave azul, en una acción simbólica que representaría la cancelación del crimen. De acuerdo con esta interpretación, se podría considerar que la película se plantea en dos partes: la primera recogería los sueños de Diane mezclados con recuerdos distorsionados y focalizados en Betty y la otra, explicaría hechos reales, filtrados a través de la subjetividad alterada de sentimientos contradictorios por el “despertar” de Diane en esa especie de purgatorio que simboliza el Club Silencio, donde el maestro de ceremonias y “La Llorona de Los Ángeles”-, interpretando esta última una versión en castellano del significativo tema “Crying” de Roy Orbison, tendrían la misión de recordarle/s que uno no puede escapar de la realidad y seguir inmerso en un mundo imaginario o País de las Maravillas/Pesadillas. Es ahí por donde el espectador, al igual que Alicia, desciende por los intersticios de un imaginario tan asombroso y atrayente que da miedo.
Rebekah del Río aká. Llorona de Los Ángeles- Llorando


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