En este 2015 que ya despedimos el Hombre del Año es, sin ninguna duda, Donald Trump, el multimillonario y uno de los candidatos a las primarias del Partido Republicano para alcanzar la nominación presidencial a la Casa Blanca.
Es el personaje que, para bien o para mal, ha demostrado mayor influencia en los eventos de este año a nivel nacional. Donald Trump, con su retórica incendiaria y políticamente incorrecta, ha despertado la atención y el apoyo de millones de norteamericanos, y alcanzado el primer puesto en la intención de voto.
Controvertido, excesivo, odiado, admirado, fanfarrón, capaz de lo mejor y de lo peor... Donald Trump se ha ganado ser el Hombre del Año en Estados Unidos. Está por ver si consolida esta influencia y si lo será en 2016 con una victoria electoral que sorprendería al país y a todo el mundo. De momento, parece inmune a todos los ataques, vengan de donde vengan, y siguen creciendo su popularidad y posibilidades electorales.
Que este año 2015 haya personajes como Donald Trump, Hillary Clinton, Abu Bakr al-Baghdadi (el líder del Estado Islámico), Angela Merkel y Caitlyn Jenner, entre otros, como personajes que han polarizado la atención, nos da una idea certera de cómo está sociedad, los gobiernos y el mundo, y su inclinación al espectáculo y la poca entidad intelectual.
Uno no puede por menos que recordar con añoranza los tiempos en los que el Hombre del Año era Ronald Reagan, John Foster Dulles, el soldado estadounidense (escogido dos veces Hombre del Año), George W. Bush (escogido dos veces Hombre del Año) o Juan Pablo II.
Ustedes ven las diferencias, ¿verdad? El declive es evidente, un síntoma de lo necesario que es una nueva revolución moral e ideológica.
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