El ser humano es una criatura muy particular. Pensemos en su capacidad para incorporar la información, la habilidad para llevar a la práctica lo aprendido en una inmensa variedad de circunstancias, la facilidad para transmitir el conocimiento a los prójimos, todas cualidades que resultan ser superiores a las del resto de organismos conocidos (signo de una mayor evolución).
Chef maestro dando cátedra a alumnos.
Ahora bien, ¿qué parte de la información recolectada nos resulta realmente útil en el día a día?
Digamos, ¿por qué a alguien le interesaría el hecho de que el agua al congelarse se expande? Ese alguien difícilmente se verá involucrado en situaciones que merezcan utilizar esta noción, a menos que se trate de un profesional de la química (o de la física) o un trabajador vinculado a temas relacionados con las transformaciones de la materia.
Además los expertos indican que el cerebro humano es similar a la memoria física de una computadora, en cuanto a que no hay evidencia que sostenga la idea de que su capacidad de almacenamiento es ilimitada, como se pensó por mucho tiempo.
La red neuronal se asemeja al circuito electrónico de un disco duro.
De hecho, pruebas fehacientes muestran que las nuevas ideas tienden a desplazar a las antiguas.
En consecuencia, ¿para qué aprender algo que no nos sirve?
La respuesta la obtenemos haciéndonos la pregunta: ¿verdaderamente no nos sirve?
Pensemos en el caso hipotético en el cual un conocido pretende dedicarse a la química de la materia y los cambios que esta experimenta. Debido a que está empezando a indagar aún no sabe que el agua se expande al congelarse. Nosotros, si conocemos ese detalle, podemos comunicárselo y de esta forma contribuir en su formación.
Por lo tanto, conocer acerca de un tema, por más que no nos interese o no sea puesto en práctica diariamente, nos da la posibilidad de instruir a un tercero que sí está interesado.
Es decir, saber nos permite actuar como maestros sin tener preparación formal.
Agricultora enseñando a plantar.
Por más que el saber ocupe lugar, el hombre es un ser curioso por naturaleza inmerso en la constante búsqueda de entender cómo funciona el mundo.
Es esta curiosidad la que le permitió transformar la naturaleza y mejorar su calidad de vida, aumentando considerablemente sus posibilidades de supervivencia.
Entonces, si la curiosidad es natural en nosotros, ¿para qué resistirnos?
Eso es todo.
¡Gracias por leer!