Cuando la estupidez no tiene limites
Si tenemos que decidir cuál es el peor programa que hay hoy mismo en parrilla televisiva, yo creo que muchos os decantaríais entre dos, concretamente entre Sálvame y Hombres y Mujeres y Viceversa. Yo, me inclinaría por Sálvame porque a pesar de que ambos son programas de coeficiente -50, el presentado por Emma García es tan estúpido que no hace daño a nadie salvo a la sensibilidad de los espectadores con un mínimo de buen gusto y alérgicos a las gilipolleces.
Este programa se trata de un Date Show, que viene a ser un reality de citas para encontrar el amor. En un principio no representaba ninguna novedad, salvo por el perfil de concursantes que van al programa, metrosexuales hormonados hasta el punto de no caber en sus camisetas y chicas con más silicona que la mismísima Yola Berrocal. En sus comienzos, lo creáis o no, el programa al menos aparentaba que iba de encontrar de verdad una pareja, aunque era evidente que ninguno que iba allí necesitaba ir a un plató para encontrar un ligue. Aún así, había cierta “lógica” en el programa; se elegían tronistas, estos elegían a sus pretendientas, después había citas que representaban la parte más importante del programa y por último, después de eliminaciones de pretendientes, cada tronista se quedaba con el “amor” de su vida.
Sin embargo, hoy en día el programa ha sufrido una metamorfosis casi nunca antes vista en televisión. A pasado de ser un Date Show de mejor o peor reputación a un Crónicas Marcianas, donde en vez de buscar una pareja, se va a buscar un empleo calentando la silla y por supuesto bolos, que francamente no entiendo porque la gente se gasta el dinero para ir a ver a estos freaks.
Un dato curioso es que no es la primera vez que le pasa este tipo de transformaciones a los programas de Emma, presentadora casposa como ninguna. Si recordáis, A tu lado no era más que un inocente programa similar a El diario de Patricia, que después de inaugurar su famoso “saloncito” se convirtió en un engendro de programa, con muchos parentescos con el tomate o cualquier otro programa de esa estirpe.
(jajaja me río en tu cara)
Pero si tengo que definir este programa con un solo adjetivo, sería esperpéntico. La dirección del programa ya no se molesta en disimular que el verdadero objetivo del programa para ganar audiencia es la bronca pura y dura. De hecho, es prácticamente imposible que pongas el programa y no veas como se están continuamente tirando los trastos a la cabeza. Pero lo más gracioso de todo, es ver como todos los implicados en la dirección del programa lo fomentan, incluida por supuesto su presentadora, haciendo videos de broncas pasadas, haciendo hincapié para resolver diferencias como pretexto para que haya más bulla, dando el trono a las más golfas o golfos que encima ya se han saltado las “reglas” del programa. En fin, que si un italiano ve el programa, no me parecería extraño que creyera que es un documental de las fiestas privadas de Berlusconi.
No obstante, lo más lamentable se está viviendo actualmente en el programa. Después de "echar" a la última tronista por saltarse las reglas del programa UNA VEZ MÁS, la dirección tras las súplicas de los seguidores, decidió dar el trono a Maite, una chica que contrasta con los demás participantes del programa porque tiene unos kilos de más. Teóricamente, todo esto viene para que veamos que este show no es discriminatorio y que puede participar todo tipo de personas. Sin embargo tras una semana como dueña del trono, Maite se ha convertido en la chica especial de la clase, que ha tenido que soportar ver como una y otra vez tienen que estar comentando una y mil veces su condición física, sin la pobre tener todavía la oportunidad de disfrutar del tan codiciado asiento. La superficialidad de los concursantes y de su presentadora llega a límites insospechados.
Hombres, mujeres y viceversa es un programa realmente tan ridículo que en muchas ocasiones no puede evitar que me haga cierta gracia ver como tanto la cadena Telecinco, como los concursantes y sobretodo su presentadora pierden la dignidad poco a poco, aunque eso sí, con los bolsillos llenos.