Varios estudios neurológicos revelan diferencias entre hombres y mujeres que confirman muchos tópicos a pesar de que el 99% del código genético es idéntico para ambos sexos. Sin embargo, es muy llamativo que el 1% restante –poca cosa, visto con ojos no científicos– tenga tanta influencia en cada una de las células del organismo humano, lo que determina no sólo que resulte facilísimo –casi siempre– diferenciar al varón de la fémina, sino que sea evidente, desde tiempos inmemoriales, que las unas piensan, sienten y padecen de una manera, y los otros de otra muy distinta.
La neuropsiquiatra estadounidense Louann Brizendine, de la Universidad de California, en San Francisco, trata en su libro El cerebro femenino el estudio de las diferencias y las semejanzas desde un punto de vista genético entre hombres y mujeres y nos revela en su estudio algunas conclusiones significativas como que tras la concepción todos los cerebros humanos son femeninos y es la sobrecarga de testosterona la que va masculinizando el órgano. Desde la más tierna infancia hay características casi opuestas entre un sexo y otro. Por ejemplo, las niñas buscan más el contacto visual con quienes las rodean, tanto que durante los tres primeros meses de vida de un bebé el aumento de la capacidad de reconocimiento de rasgos faciales es de un 4.000% para ellas y apenas medible para ellos.
También es cierto que el cerebro femenino es más pequeño –pesa unos cien gramos menos que el masculino de media–, pero no tiene relación alguna con una mayor o menor inteligencia, pues el número de células es el mismo, únicamente hay variaciones en cuanto a su densidad. En las entrañas del cerebro de hombres y mujeres se hallan esas diferencias entre ambos. Comprobable es aquello de que ellas hablan más o lo de la intuición femenina: la corteza anterior de la mujer es más activa, de ahí que sean más capaces de percibir problemas a través de pequeños detalles.
Asimismo, poseen mayores facultades para conectarse con los demás. Hay un reverso tenebroso en todo esto, pues la doctora Brizendine señala que es una indiscutible cuestión neuronal, por lo cual los intentos de inculcar una actitud emocional en los hombres o una más pragmática en las mujeres están abocados al fracaso, cada uno es como es y punto.
Entre las diferencias más evidentes del comportamiento cerebral de hombres y mujeres están las siguientes:
Las mujeres utilizan un promedio de 20.000 palabras diarias, mientras que los hombres “sobreviven” con 7.000. Y se comprueba que hablan más. De hecho, las niñas empiezan a hablar antes, de bebés, que sus “colegas”.
También se confirma que un varón piensa en sexo cada 52 segundos; ellas, una vez al día.
En los 20 segundos que puede durar un abrazo, las mujeres producen oxitocina, una hormona encargada de la atracción.
Ellas recuerdan los detalles (del inicio de una discusión, por ejemplo) e intuyen las emociones de los otros; ellos no: “Se dan cuenta de que el otro está mal cuando ven lágrimas”, explica la doctora Brizendine.
En cambio, ellos tienen más autocontrol.
Al final lo que se infiere de estos estudios neurológicos sobre las diferencias del cerebro de hombres y mujeres es que la naturaleza los hizo diferentes pero complementarios.