"La causa de vuestra concurrencia es el elogio que os tengo anunciado en honor de una bienaventurada mártir. Este día os lo he señalado como día en que se hace memoria de un gran combate, que en el cuerpo débil de mujer sufrió la felicísima entre ellas Santa Julíta. Esta contienda esforzada llenó de admiración y espanto así a los que asistieron a este espectáculo, como a los que en su historia leen u oyen leer los exquisitos tormentos que toleró una mujer".
Así empieza San Basilio Magno su homilía sobre esta mártir. La pronunció a los 70 años del martirio, cuando el culto a la santa ya estaba consolidado y era ejemplo para los cristianos. Según Basilio, Julita era una viuda caritativa, que poseía numerosos bienes, pero era esquilmada por un vecino que le robaba sus tierras y propiedades. Entonces Julita le puso una demanda ante el juez, pero he aquí que en el juicio, el sinvergüenza le acusó de ser cristiana, con lo cual Julita perdía todo derecho a justicia, y, además, pasó a ser la acusada. Y lo dice así San Basilio:
"En el día pues emplazado, y en que ya dispuestos para la defensa los abogados, comenzaron a descubrir la crueldad y tiranía de este hombre exponiendo el derecho y legitimidad con que adquirió sus bienes (…) sin contestar este la demanda salió al encuentro, diciendo: que esta mujer no debía oírsela en juicio: porque no es razón, decía él, que sean participantes de un común derecho aquellos que no veneran los dioses de los emperadores y no abjuran la fe de Jesucristo. Esta propuesta pareció oportuna y justa al Presidente, y así mandó que luego se trajera el incienso y las brasas, y se ofreciera a los litigantes; protestando que ni el fuero ni las leyes, ni otros privilegios de la ciudad podían favorecer a los que no negaran a Cristo, y a los que conservaran su fe; porque en esto se hacía una infamia a los edictos y leyes de los Emperadores que entonces reinaban".
Pero claro, Julita se negó a sacrificar a dios alguno, pues era cristiana. Ni las amenazas de quitarle definitivamente los bienes que pretendía, ni la amenaza de los tormentos y la pérdida de la vida, hicieron que Julita apostatase de Cristo. Entonces el juez le condenó a morir en la hoguera. San Basilio lo narra de esta manera:
"En vista de esta constancia la sentenció el Juez inicuo no solamente al secuestro y pérdida de sus riquezas, de las que violentamente y contra todo derecho había sido despojada, sino que también mandó arrojarla al fuego para que perdiese la vida. Julita pues no caminaría con tanta aceleración a las mayores diversiones del mundo, como corría a las llamas con un semblante y palabras, que manifestaban su alegría, y eran señales de aquel gozo interior de su ánimo, con que sufría la muerte. Exhortaba también a las mujeres que se hallaban presentes a que no les acobardaran los trabajos por la piedad con pretexto de la debilidad de su sexo".
Y luego de animar a las mujeres cristianas a ser fuertes ante la persecusión y el martirio, se acercó a la hoguera y antes que la ataran, ella misma se adentró en el fuego. Basilio señala que las llamas no tocaron su cuerpo y Julita murió asfixiada por el humo. El cuerpo fue tomado por los cristianos y la enterraron piadosamente. Llegada la paz de San Constantino (21 de mayo) se trasladaron a la basílica constantiniana de Cesarea. En su sepultura brotó una fuente, según se lee en el mismo sermón del santo, cuyas aguas eran dulces, contra las de la región, salobres. Además, eran aguas milagrosas que sanaban a muchos enfermos. Y si empezamos con el gran San Basilio, volvemos a él:
"Hombres, no os mostréis inferiores en la piedad a las mujeres; y vosotras mujeres , no os apartéis de este ejemplo, y seguid sin excusas la piedad , pues ya tenéis experiencia de que la debilidad de vuestro sexo no es impedimento para que podáis obrar todo bien".Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo VIII. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.
-"Homilias de S. Basilio Magno". Madrid, 1846.
A 30 de julio además se celebra a
Beata Ingeborg de Dinamarca, reina.
Santos Abdón y Senén, mártires.