Soy un fan del conocimiento, me encanta aprender cosas nuevas, tener datos, estudios, estadísticas sobre todas las cosas que te puedas imaginar. Esta curiosidad infinita siempre se basa en dos principios básicos, que el conocimiento ha de ser libre pero ha de ser valorado. Esto significa que todos deberíamos de poder acceder al conocimiento siempre y cuando este sea, no solo valorado, sino conseguido.
No sabría como explicar este concepto, pero vendría a ser que todos podemos acceder a la clásica ecuación de que la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado, pero para poder acceder has de demostrar que la entiendes. Sino ponemos estos pasos previos nos salen personas debajo de las setas afirmando que la física cuántica está relacionada con la psicología y que la teoría del caos se puede aplicar a un arroz a la cubana. Si vamos poniendo información sin el conocimiento que se necesita para colocarlo y relacionarlo adecuadamente, lo único que hacemos es prepararnos para el desastre.
Como experto en nada, yo parto de la base de que hay especialistas en todos los lados que saben de lo suyo, que saben más de lo que yo sería capaz de aprender en tres vidas, con lo que cuando quiero profundizar un poco en algo tema solo tengo que buscar la información, procesarla, entenderla y asimilarla. No tengo que hacer el trabajo duro de picar piedra para sacar conclusiones de los cientos de millones de datos que salen anualmente de todos los laboratorios de investigación.
El problema, la desventaja de ser un candidato a cuñado del año es que hay áreas en las que la verdad, definida como afirmación universal que se mantiene través del tiempo y del espacio, es algo muy discutible. Es un hecho en las ciencias sociales, que no hay nada seguro, que todo depende, que hay muchos contextos y variables que pueden invalidar una teoría o que pueden convertir una teoría útil solo para los 29 de febrero, o sea, un ejercicio intelectual pero de poca utilidad en el mundo real.
Por desgracia la vida está llena de temas sociales que no se pueden contrastar en un laboratorio y todos alzamos nuestra propia bandera porque una teoría en concreto creemos que es cierta no tanto por los estudios -discutibles- sino porque se adecúa más a nuestros patrones morales y vitales. Ser vegano, ser pro-taurino o odiar a muerte los guisantes son temas que carecen de base científica, entendiendo la ciencia como algo serio y no como una etiqueta que muchas ramas del saber intentar usar para dar una pátina de infalibilidad que no se corresponde con la realidad.
Dicho todo esto, creo que los que vivimos en los hombros de gigantes, apropiándonos de su trabajo, disfrutando de sus descubrimientos, deberíamos de ser más modestos en cuanto a nuestro conocimiento real, ya que solo distinguimos destellos del esfuerzo de otros, y por supuesto, agradecer que hay que personas que dedican su vida entera a satisfacer su curiosidad y poner todo su tiempo y conocimiento en solventar problemas que quizás, dentro de veinte años, provoquen un salto cualitativo en la calidad de vida y entendimiento de la clásica pregunta de ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A donde vamos?