La ficción de Showtime despide su tercer año con récord de audiencia y sabor a final de serie
El debate sobre si Homeland ha saltado el tiburón –concepto utilizado para evidenciar el desgaste y pérdida de la esencia original en una serie- existe desde mediados de la segunda temporada, cuando los focos se centraban de igual forma en la esquizofrénica relación de Carrie y Nicholas como en el atropello y fuga protagonizado por la hija de Brody. Con el demoledor atentado en Langley que cerraba la anterior entrega, sus creadores intentaron dar ese golpe sobre la mesa que volviera a centrar la historia en la pareja protagonista, cada uno apostado a un lado de la guerra del terrorismo, pero vinculados por un imán invisible y rubricado en sentimientos encontrados. Es sólo una vez se disfruta la tercera temporada completa, con sus virtudes y sus defectos, cuando el debate sobre qué narices nos ha estado contando Homeland se cierra definitivamente y queda marcado un antes y un después para la serie de Showtime de una forma mucho más radical de lo que nadie hubiera imaginado.El análisis completo de la tercera temporada de Homeland, CON SPOILERS, tras el salto.A estas alturas cuesta recordar aquella sensación de excitación, emoción y tensión perpetua de la que disfrutamos a lo largo del primer año de Homeland, cuando nos parecía casi un milagro que una serie lograra mantener semejantes cuotas de interés sin sacrificar un buen guión, sino todo lo contrario. Por supuesto, aquello venía acompañado de un miedo constante a que cada episodio fuera el que pinchara definitivamente un globo destinado a lo más alto. El reventón llegó en la segunda tanda, donde el asesinato de Abu Nazir y un exceso de atención para la sufrida familia del ex militar se tradujeron en pobres decisiones que terminaron por desdibujar una dinámica antaño maravillosa. Y no ha sido hasta este tercer año cuando sus creadores, evidenciando más que nunca su pasado en la también exitosa 24, se han atrevido a cambiar por completo el tablero de juego, y también a alguno de sus jugadores.Aunque a mí personalmente me ha gustado la decisión tomada por sus guionistas, consistente en otorgarle a Carrie el lucimiento de la primera mitad de temporada y a Brody en la segunda, no puedo sino lamentar que la estrategia se haya descubierto como un intento tan desesperado como efectivo por mantener un interés artificial, alimentando las dudas y la especulación en torno al paradero del ex marine, sin desgastar aún más al personaje. Mientras, el foco se ha centrado en las ramificaciones de la célula de la que formaba parte Brody, siguiendo un esquema piramidal en el que Carrie, cual heroína de un videojuego de espionaje, fabricaba un camino ascendente por la cúpula del grupo terrorista hasta llegar a su cabeza.Sin negar que el engaño mantenido por Carrie y Saul durante el primer cuarto de temporada se traduce como un revulsivo eficaz una vez es revelado, para llegar a su esclarecimiento hay que soportar los que probablemente sean los cuatro peores capítulos de toda la serie, salvados únicamente por el esfuerzo de Claire Danes. Es entonces cuando hace acto de aparición el nuevo villano, un medianamente carismático Javadi (Shaun Toub). Aunque su historia de fondo con Saul no consigue el empaque pretendido y su incorporación a las filas de la CIA resulta algo precipitada, el personaje funciona mucho mejor que esa figura de compromiso que es Akbadi, el “jefe final” de la función, y su permanencia como fijo en el reparto de la serie no se antoja descabellada.En ésas, con Carrie ya oficialmente declarada cuerda y Saul a punto de perder el liderazgo de la agencia, llegamos a la parte más polémica: el tramo final de la temporada, que no por inverosímil y rocambolesco ha estado exento de emoción. El regreso de un Brody desintoxicado y mecánico a las filas de la CIA, con el objetivo de cumplir una última misión como agente doble, ha sido el conejo que se guardaban los guionistas bajo la chistera para traer a escena al personaje. Sin negar que un plan de asesinato basado en un ex marine inestable, de probada deslealtad y buscado en medio mundo no parece propio de la agencia de espionaje más poderosa del planeta, los últimos episodios en Irán han aportado una frescura y dinamismo muy de agradecer, apoyados por una labor de ambientación tan impresionante como la del pasaje en Caracas.Y es entonces cuando la grúa alza su brazo, la cuerda se tensa y Nicholas Brody se asfixia sin apenas oponer resistencia. Sí, el protagonista de la serie, una vez cumplida su misión pero traicionado por aquellos en los que decidió volver a confiar, muere delante de la madre de su futuro hijo, sin la aparición de Quinn con su rifle de francotirador a última hora o salidas fáciles por el estilo. Porque aunque la CIA haya sido el epicentro de Homeland, su corazón era Nicholas Brody, y hacía tiempo que bombeaba de forma automática. El personaje de Damian Lewis era el recuerdo viviente de que la razón por la que nos enganchamos a Homeland en un primer momento pasaba por introducirnos en su mente, por comprender cómo funcionaba el cerebro de este soldado torturado, lobotomizado y enamorado. Y una vez eso ya se ha cumplido con creces, en el momento en el que a Brody no le queda ya ningún bando al que dar la espalda en su angustioso camino hacia la expresión máxima del traidor, cuando lo único que queda es sacrificar a la bestia y realizar un acto de contrición.Por tanto, el futuro de Homeland en la cuarta temporada se proyecta tan incierto como inevitable, con Carrie liderando una oficina en Estambul a golpe de barbilla temblorosa, cuidando del hijo de Brody y manteniendo a raya sus problemas mentales. Está por ver si la serie será capaz de conservar a los 2,4 millones que siguieron este episodio final -el mayor dato de audiencia logrado por la ficción- sin la presencia de su protagonista masculino, pero lo que está claro es que sus creadores por fin han logrado cerrar el ciclo. Eso sí, dos años tarde. De momento, Morena Baccarin y Morgan Saylor, la mujer e hija de Brody respectivamente, ya han confirmado que no formarán parte del reparto regular de la ficción en la venidera entrega. No así Mandy Patinkin, que traerá a Saul del retiro de una forma u otra; al igual que F. Murray Abraham, cuyo Dar Adal bien podría regresar aceptando finalmente la oferta de su colega para saltar al sector privado. Ésa sí que sería una serie digna de ver, o por lo menos una en la que saber qué esperar, y no lo que sea que nos vaya a contar Homeland el próximo año.