Revista Diario

HOMENAJE A MI PADRE.Ternura y Sabiduría en un hombre del campo.

Por Josemariatoro @josemariatoro

Mi padre nunca pisó la escuela. La Vida fue su gran maestra y él un excelente discípulo. Mientras pasaba horas y horas sentado en el tractor iba elaborando estrofas que memorizaba y luego recitaba en las reuniones de amigos.Cuando se jubiló le invité a escribirlas. Juntas formaron el libro “Poema de un hombre del campo”. Para ese libro escribí un pequeño prólogo, casi en el mismo tono que sus versos, y que ahora, con ligeros retoques para acomodar las palabras a estos momentos, quiero compartir a modo de homenaje tras su paso a “la otra orilla de la vida”.HOMENAJE A MI PADRE.Ternura y Sabiduría en un hombre del campo.
Y con él tres poemas:-   el primero, “Recordando a mi madre” en la que evoca la muerte de su madre, mi abuela.-   el segundo, “Pido perdón a un árbol” que expresa su relación con la naturaleza-   y el tercero, “El emigrante”, un poema de más contenido social y que provocaba las lágrimas emocionadas de cuantos la escuchaban al recitarla.
Mi abuelo paterno fue maestro rural que enseñaba por los campos y cortijos y mi padre sembró de poesía los surcos que araba y que regó con el sudor de su cuerpo.Algo de ellos queda ahora en mí: mi vocación de maestro y mi afán de impregnar la vida de la escuela, de los niños y de sus maestros, con el aroma de la poesía y de la belleza y con la fragancia del amor.
HOMENAJE A MI PADRE.
Querido Padre:Estoy, sin duda, en uno de los momentos de mayor dificultad para las palabras. Hay quien dice que tengo facilidad para la escritura, pero hay momentos en los que quizá sea el silencio, o un prolongado abrazo, o un sentido beso.... los que mejor expresan lo que uno siente por dentro.Sabes muy bien a qué me refiero porque tú mismo has vivido estos momentos de insuficiencia o limitación de la palabra. Así lo expresas en los poemas que escribes a la esposa de uno de tus hijos, a una amiga del alma y a tres sobrinos a los que amas en la distancia.
“Cuando escribo esta poesíael bolígrafo se estremeceporque no puedo  escribirlo que tú te mereces”.
“He escrito muchas poesíasalgunas con  facilidad,a la hora de escribir la tuyano me podía concentrar.Me reprocho ser tan torpe,me lo reprocho mil veces,por no poder escribirtodo lo que mereces”.
“La pluma tiembla en mis manoscuando me pongo a escribirporque son tantas las cosaslas que os quiero decir”.
Es ésa la misma dificultad que siento hoy ante el teclado.
Son tantas las cosas que te quisiera decir que la incapacidad me suda por las manos.
Tú las sabes de sobra pero de algunas de ellas quiero dejar constancia escrita, a ti que te debemos un nombre, un talante, un linaje, y sobre todo, la vida.
A través de tus poemas he podido acceder a tu mundo más interno, a  tus emociones más hondas, a tus pensamientos secretos y así conocerte de otra manera, más completa, más certera.
En cada verso has hecho sonar tu cuerda más sensible y has lanzado al aire poemas de rabia, de alegría, de tristeza.... de vida.
Muchos de los poemas lo has ido gestando en el campo, junto al arado, y otros los has escrito en tu último tiempo de jubilado.
Me emocionaba llegar a casa y verte acariciando el bolígrafo, en la misma mesa camilla en la que mi abuela pasaba largas horas bordando y en la que yo mismo entregué  mis mejores años estudiando.
Y los recuerdos emocionados me brotan, con la misma frescura que los jazmines de mayo: sólo paz, alegría, dedicación y entrega hemos respirado a tu lado.
Recuerdo tus manos, modeladas por el frío y esculpidas por el calor, anotando las sacas y los kilos durante la campaña del algodón. Yo, mientras tanto, enredado con libros y cuadernos, te miraba de reojo y veía cómo te miraban los jornaleros.... como alguien honesto, como un hombre entero.
Y de cuando en cuando, mientras yo estudiaba en el comedor, te retirabas a tocar la bandurria, en la intimidad de tu habitación. Las melodías las reiterabas, una y otra vez, y aún puedo oírlas, decorando y embelleciendo mi etapa de la niñez.
Salías antes que el sol y regresabas a la hora del ocaso, con pelliza y en bicicleta, y sin apenas descanso. Tantas horas de trabajo, tantos litros de sudor, regaron nuestro futuro y hoy, gracias a ti, disfrutamos de lo mejor.
Con el tractor fuiste abriendo la tierra mientras tu corazón de poeta latía en pensamientos rimados. Tu poesía pone al descubierto un infinito potencial que no ha podido desarrollarse plenamente por las duras condiciones de vida que has tenido que vivir. En el poema que dedicas al abuelo, dices así:
“El abuelo fue un hombrecon talento especialen la época que vivióno lo pudo demostrar.Cuántas veces me decía,me decía en cada momento,yo no quisiera morirmesin decir lo que yo siento”.
Pero sin lugar a dudas, tu poema mejor logrado, tu poesía mejor construida,  no ha sido otra que tu propia vida.Una vida de  trabajo, de convivencia, de respeto, de entrega generosa, de honestidad..... que han hecho de ti un hombre íntegro, una persona cabal.
Siempre te ha rodeado una atmósfera entrañable y más de una persona me ha dicho: Tú padre, tú padre.... tú no sabes lo que vale.Sí que lo sé, porque yo también te admiro y reconozco tu entereza, y sé que de tus genes hemos recibido la honradez y la nobleza.
Todo el mundo te quería y te respetaba, por algo será, todavía me sorprende tu apertura de mente y,  sobre todo, tu serenidad.
Y te doy las gracias por tu conducta  y por tu ejemplaridad, por el modo como has tratado y amaste  a mi madre, sin medida, sin límite y sin final.Ni un solo mal gesto, ni siquiera la voz “levantá”, con qué tacto, con qué finura, la has comprendido y la has sabido tratar.
Ese será sin duda tu gran testamento, la herencia con la que yo me quiero quedar: tu mirada respetuosa, tu sacrificio, tu honradez, tu amor a las cosas sencillas y tu defensa de la verdad.
Como ves he escrito este líneas a tu modo,con tu manera peculiar de rimar,es como decirte,una y mil veces más,gracias por lo que escribiste en nuestras vidas,gracias por todo, papá.
Y cuando llegue mi hora,qué también me llegará,a sabiendas de que Dios goza ya de tu presencia,espero que seas tú quien me abra las puertas,las puertas de la eternidad.
 José María Toro
RECORDANDO A MI MADRE
  El diecisiete de Septiembreyo recuerdo, madre mía,que te di el último besoen aquella frente fría,lo recuerdo con mucha penalas veinticuatro horas del día.
Cada vez que lo recuerdosiento angustia en la garganta¡ay! qué pronto se nos fueaquella madre tan santa.
Parece que te estoy viendoel día antes de operarte,me cogiste de la mano,ay! de qué forma me miraste.
Parece que Dios te dijoy te pudo convencerque tú me estabas mirando,mirando por última vez.
Por los senderos del amortú siempre fuiste caminandoy después de tanta penamoriste perdonando.
A tus hijos los quisistecon tanto cariño y amorque por eso siempre te llevoen el fondo de mi corazón.Dentro de aquella chozaque el aire balanceabacon el candil en la manocon las mantas nos tapabas.
A las primeras claras del díaque ya se esconde el luceroen la chimenea no teníasni para echarle leña al fuego.
Cuántas fatigas pasastelo recuerdo, ¡madre mía!que tú llorabas por dentroy por fuera te reías.
Recuerdo aquella nocheque el pantalón me cosíasy yo te ensartaba la agujaporque tus ojos no veían.
Tus manos quemadas del fríoen tu cabeza el pañuelo,cuánta penuria pasastelavando en aquel cañuelo,aquella canasta grande y el cubo de ropa lleno.
Trabajaste con amorpero tuviste que sufrir tantoque siendo joven todavíaya tenías el pelo blanco.
Que envidia le tengo al solcon esos rayos calientes, que se van todas las tardespero vuelven al día siguiente.
Tú te fuiste madre míaUn día de madrugáY te fuiste para siempre,para toda la eternidad.
Cuando yo voy a la tumbanunca te llevo una florpero te transmito cariñocon todo mi corazónporque las flores se secancon los rayos del sol.
A veces me preguntocon el alma muy despierta,te haría alguna vez dañosin que yo me diera cuenta.
Quisiera tenerte aquí,eso bien lo sabe Dios,que del brazo te cogeríapara que tomaras el sol.
Recuerdo cuando pequeñoque a ti te daba alegríacuando en lo alto de una sillate recitaba poesía.
Te he escrito esta poesíamientras mis ojos están llorando,yo sé que tú desde arribaahora me estás escuchando.
La muerte nunca perdonani al rico ni al mendigo,yo tengo muchos años,ya pronto estaré contigo.
  PIDO PERDÓN A UN ÁRBOL.
Con un hacha afiladamuchos cortes te dipero fuiste duro y fuertey conseguiste vivir.
Todos los años te cortabay tú sin dejar de crecer,fuiste tan valienteque rompiste la pared.
Cuántas veces te corté,te cortaba cada díapero ya me convencíque contigo no podía.
Preguntándome a mí mismoentonces me convencíque con la sabia naturalezano se puede combatir.
 Ya te has puesto grande y fuertey tus hojas con gran verdor,cuando me siento a tu sombraquiero pedirte perdón.
Tus ramas las mueve el viento,tus raíces la alimentan,cuando me apoyo en tu troncoa veces siento vergüenza.
Cuando mi ropa se mojay se humedece con el sudorme pongo bajo tus ramaspara quitarme del sol.
Entre tus ramas observocomo vuela el gorriónque va buscando su nidoy en su pico un cigarrón.
Alimenta a sus pollueloscon insectos y con amor,se refugia entre tus hojaspara protegerse del calor.
Y cuando el gato atacaal gorrión volantón,se refugia en tus ramajesy le brindas protección.
Con ese tronco tan grandetus ramas miran al cieloy cuando pasa el veranoentregas tus hojas al suelo.
Eres tan inteligentey te admiro de tal maneraporque tus ramas brotan de nuevocuando llega la primavera.
En mis ratos de soledadle doy vueltas a mi cabezacuánto daño hace el hombrea la sabia naturaleza.
Tengo una deuda contigoque la tengo que cumplir,yo  regaré tus raícespara que puedas vivir.
Cuando pienso lo que hicela vergüenza me agachajamás nunca en la vidavolveré a coger un hacha.
     EL EMIGRANTE
Un día amargo para un hombreun veinticinco de eneroque recibe un pasaportepara marcharse al extranjero.
Le dice su familiay le dice el pueblo entero:tú no eres español,que ambicionas el dinero,que abandonas tu patriay te marchas al extranjero.
Y ante aquellas palabrasel hombre se queda cortado,pero piensa y razonay después ha contestado.
Soy español y cristianoy a mi pueblo yo veneropero no se puede vivirsi no se gana dineroy esa es la causa horribleque me impulsa al extranjero.
Se monta el hombre en el tren,a Francia se dirigía,su madre, mujer e hijosen la estación le despedían.
Cuando pone su maletase asoma a la ventanillasus lágrimas le corríanpor el ancho de sus mejillas.
Cuando emprende su marchaél se cambia de vagóncon lágrimas en los ojosy pena en el corazón.
Porque abandona a sus hijosy abandona su nacióny llorando como un niñole pide clemencia a Dios.
¡Ayúdame Señor Mío!para que pueda volvery estar al lado de mi madre,de mis hijos y mi mujer.
Kilómetro tras kilómetroEspaña la atravesabacuando llegó a la fronteraaquel hombre suspirabacon una pena profunda,con angustia en la garganta.
No suspira por cobardeni mucho menos ¡Díos mío!.Suspira porque se alejade su nación y de sus hijos.
Y ya en tierras francesasaquel obrero español,con veinte duros de fondoy sin tener colocación.Eso aburre y entristeceal hombre de más labor.
El habla y no lo entienden,no sabe dónde va a ir,preguntando como pudoel hombre llega a París.
A los cuatro o cinco díasencuentra colocacióny con la ayuda de un paisanotrabaja en la construcción.
Trabaja de noche y de díacon esmero y mucho amorpara ahorrar unos cuartosy regresar a su nación.
El hombre sigue luchandoy cuando más tranquilo estaballega el cartero a la obray le entrega un telegrama,el hombre se estremeció cuando vio que era de España.
Pálido como la cera¡Dios mío esto que es!con sus manos temblorosasestá rompiendo el papelporque sabe que nada bueno,nada bueno puede ser.
Queda inmóvil y suspiracuando dice el contenido“un familiar tuyo grave,ponte urgente en camino,aquí en tu pueblo te esperaéste tu mejor amigo.
Va al maestro de la obrale  dijo que se marchaba,en el primer tren que pasópara España regresaba.
Aquel hombre se preguntacuando iba montado en el tren:será mi Antonio o mi Juan,o será mi Rafael.
Será mi madre queridao acaso mi mujer.Aquellas revelacionesle hacen padecer.
Cuando termina su viajey a su pueblo llegabaaquel amigo tan fielen la estación lo esperaba.
Se abrazaron los dos hombresal tiempo que preguntaba:“Dime tú, querido amigo,qué ha sucedido en mi casa”.
El amigo le contestasin decirle la verdad:“Uno de tus tres hijosen la cama grave está”.
El hombre salió corriendoabriéndose paso entre la gentey cuando entra en su casaun hijo de cuerpo presente.
Aquel hombre dio un “chillio”y cayó al suelo inconscienteentrándole un sudor fríoque le bañaba la frente.
Una anciana que es su madrey que apenas puede andarquiere cogerlo en sus brazosy empieza a suspirar,porque llorar ya no llora,no le quedan lágrimas ya.
Con sus manos en cruzella le ruega al señorque le dé a su hijo saludy le dé resignación.A aquella vieja que es santase le parte el corazón.
Entra su  esposa queridacon el corazón derretidoy con una sonrisa en sus labiosporque no sabe qué hacerpara poder consolarlo.
Cuando el hombre vuelve en sía su hijo lo cogióy en aquella frente fríamuchos besos le dio.
Y llorando le decía:“Pero qué he hecho yopara que tan terriblementeme castigue el Señor”.
Ya no te veré salircon tu cartera en la manocamino del colegioy al lado de tus hermanos.
“Adiós hijo de mi alma”,decía aquel hombre llorando,los angelitos del cieloallí te estarán esperando.  Y delante de un crucificijocon su hijo sobre el pecho:“¡Díos mío me lo has quitado,Tú sabrás porque lo has hecho”.
                                                                                         Pedro Toro Vilches (1928-2013)

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