Les pido permiso hoy para hablarle desde este Chile sublevado y hermoso.
Viejo, el año pasado te contaba, en el homenaje del MPMR en el Memorial, que la patria comenzaba a cambiar, pero jamás imaginé que sería tanto y tan rápidamente. Se han vuelto a respirar aires ochenteros, por un lado la respuesta de los patrones en el gobierno ha sido nuevamente la de la represión y, por la otra, el pueblo decidió no aguantar más. Los estudiantes, entre los que se encuentra tu nieto Nicolás, hoy en la U. de Chile, han dicho basta a la educación segregacionista que impuso el dictador y mantuvieron sus entusiastas defensores de la concertación, han puesto la institucionalidad antidemocrática en crisis, dejando al desnudo a la autodenominada “clase política” que está cada vez más lejos del pueblo y los trabajadores.
Aun esperamos más sorpresas de estos muchachos y muchachas que, con su irreverencia, nos han hecho recuperar la mística extraviada y las ganas de volver a la lucha, esta vez para vencer. Lamentablemente muchas de las cosas con las que contábamos en esos años hoy no están. En primer lugar ustedes, aunque otros hemos ido ocupando sus lugares y ya son muchos los que han querido ponerse a disposición, como los compañeros que organizan este homenaje.
Falta la unidad de los que luchan, la unidad de miles de comunistas sin carnet que hacen su aporte en diversos espacios, aunque surgen instancias de unidad amplia y diversa que trae aires de revolución.
Falta la organización de la clase, hoy dividida, mientras su dirección ha sido usurpada por burócratas sin sindicato base y con una moral muy lejana a la de Luis Emilio Recabarren, Clotario Blest y Luis Figueroa. Pero ya se levantan nuevos dirigentes de los trabajadores, de esos honestos y jugados, de esos que no buscan más que servir a la clase y siguen emergiendo cabezas lúcidas de las universidades y colegios de nuestra patria.
Ya sabemos, querido viejo, que si hacen falta herramientas solamente hay que ir a buscarlas, como lo hicieron ustedes, para defender las conquistas y avanzar en el camino de la libertad y la dignidad.
Padre, tus nietos hoy te conocen, han preguntado por ti y saben que te gustaba recitar a Neruda, que componías muebles, que fuiste actor en el teatro del Sindicato MADECO, que fuimos pobres pero felices, que el golpe de Estado no sólo terminó con el sueño de construir una patria para todos, sino también con tu matrimonio, que formaste una familia nueva, sin dejar de lado a tu hijo, donde tienen más tíos, una tía hermosa que sigue en contacto desde Australia y que los regalonea cuando los tiene cerca.
Sabe también que no fuiste un loco ni un superhéroe, sino solamente un hombre que amaba a sus hijos, a su compañera y a su pueblo. Que por ese amor inmenso se convirtió en un revolucionario, que no dudó en poner su vida en las manos de otros y otras como él para enfrentar a los criminales, que sintió que las armas eran solamente una extensión de los puños del obrero luchando contra la explotación y el crimen, que siempre tuvo la certeza de que las palabras del compañero Presidente se harían realidad y que, más temprano que tarde, serían otros hombres y mujeres los que superarían aquel momento gris y amargo para abrir las alamedas y construir una patria justa pata todos.
Pareciera que ahora es cuando, viejo querido, dependerá de miles de hombres y mujeres que, como tú, hoy están dispuestos a levantar la dignidad tan alta como la cordillera.
Un abrazo de tus hijos y de tus nietos, de tus hermanos y compañeros.
Hasta la victoria, siempre.
Desde Australia, el saludo de Nadiezhda Oliva Plaza.
Queridos amigos, compañeros y familia:
Nunca imagine que el día del homenaje a mi papá yo estaría tan lejos, pero estoy con ustedes, porque mi corazón y mis pensamientos están en este lugar mientras leen mis palabras. Ya tendré la oportunidad de visitarlo cuando regrese y podré compartir con ustedes mis sentimientos, como antes, mirándolos a los ojos. Desde aquí les doy las gracias porque se del esfuerzo que cada uno ha hecho por concretar este homenaje a Roberto y a mi querido Julio.
Mi mensaje no busca llenarlos de nostalgia ni tristeza, al contrario, creo que hoy es un deber estar llenos de esperanzas y mirar los acontecimientos actuales con orgullo y agradecimiento hacia todos los jóvenes que han tomado la lucha por la educación pública en sus manos. Estoy segura que mi querido viejo estaría apoyándolos y actuando de mil formas para contribuir a esta y otras acciones que sin duda llevan a construir una sociedad más justa e igualitaria.
Sé que no son momentos fáciles, que la lucha es dura, me preocupan los chicos en huelga de hambre y los abusos y torturas de los agentes represores del Estado. Pero me siento orgullosa de la valentía de quienes siguen dando la pelea. Y desde lejos veo como el Gobierno se queda cada vez más solo y sin capacidad de responder a las demandas de quienes han dejado de ser consumidores y despiertan como ciudadanos.
Quiero decir que estoy profundamente feliz de ser la hija de Julio Oliva Villalobos, porque siento un orgullo y una responsabilidad muy grande al ser una de las herederas de la gran riqueza humana de un hombre que puso su vida en juego para construir una patria libre.
Antes me preguntaba si eso había valido la pena, hoy puedo afirmar que sí, porque veo a las personas salir a la calle sin miedo, sin ese temor con el que yo crecí en Dictadura. Veo que los más jóvenes no tienen miedo y alzan sus voces y eso me hace pensar que la lucha de mi padre sigue viva en cada uno de nosotros.
También les digo que, conocer a los integrantes de la Joven Guardia es para mí, desde hace varios meses, una luz, un re-conocer a mi padre a través de quienes lo conocieron como combatiente, como hombre vinculado a las luchas sindicales y sociales. Ustedes queridos amigos me han ayudado a conocer más a este gran hombre y eso se los agradeceré por siempre. En cada uno de ustedes he podido sentir un pedacito de ese hombre que hasta los 8 años solo conocí como padre, ustedes me han ensenado a completar poco a poco la imagen de un hombre íntegro, con valores y mucha valentía.
No puedo dejar de recordar al Flaco Alfredo, que se convirtió en la primera causa de muchas reuniones y acuerdos para festejarlo en vida y compartir con él fue un momento de gran crecimiento para mí. Un ejemplo de vida, conocer su historia y poder darle un abrazo es algo que permanecerá en mi mente por siempre. Y claro entre acuerdos y desacuerdos, mientras conseguíamos platos y cubiertos, fui conociendo un poco de la vida de cada uno de ustedes.
Me siento feliz de pertenecer a un grupo humano que ha sido parte importante de nuestra historia, que vuelve a reunirse y a ponerse en movimiento para decir que “Nada está olvidado y nadie está olvidado”. Porque un pueblo sin memoria es peligroso y sé que en nuestras manos está el deber de recordar y de esparcir ese recuerdo, no con lamentos, sino con el orgullo y la valentía de siempre, con la convicción de no estar en una pelea egoísta e individual, por el contrario, esta es una lucha solidaria y colectiva. Yo estoy feliz de ser parte de ella y de tenerlos a ustedes como guía y soporte, como lo es mi viejo también. Espero ser una buena pieza de este engranaje en la causa que ha despertado.
Amigos y compañeros, hermanos y hermanas, les doy las gracias por recordar a mi padre, porque no muere quien permanece en la mente y el corazón de quienes lo aman. Les doy las gracias por compartir conmigo sus experiencias de vida que me acercan y me hacen sentir cerca de la vida de mi padre y gracias por mantener la memoria viva y constante.
Un gran abrazo a cada uno con todo mi cariño. Y un especial abrazo a mi Hermano, a mi madre y a Ricardo.
Les quiere y extraña
Nadia
para mayor información: http://www.memoriaviva.com/Ejecutados/Ejecutados_O/oliva_villalobos_julio_cesar.htm
JULIO OLIVA VILLALOBOS
Único hijo varón de una familia de origen campesino qué había inmigrado a Santiago, Julio nace en Santiago el 20 de septiembre de 1945. Su infancia se desarrolla entre luchadores sociales: su padre, obrero de la construcción, su madre, cantora popular, ambos militantes del Partido Comunista.
Era la época de González Videla y el Partido Comunista estaba proscrito: Julio sale junto a su padre a repartir “El Siglo”, entre los vecinos de su población con el diario escondido bajo su chaqueta de niño pobre que no lo hace sospechoso. Hace sus estudios primarios en distintas escuelas del sector sur de Santiago y al mismo tiempo ayuda desde temprana edad a su padre en el trabajo.
Inteligente, respetuoso, cariñoso, responsable; su sensibilidad social nace del ejemplo de sus padres y de su propia experiencia como niño trabajador. Muy joven comienza a leer, a informarse y a reunirse con otros jóvenes para explicarse el origen de estas injusticias. Ingresa a las Juventudes Comunistas más o menos a la edad de 16 años, primero en el barrio y luego adquiriendo responsabilidades mayores.
Con gran sensibilidad, combina sus múltiples actividades con el arte. Por esa época el gobierno de la Unidad Popular abre a los trabajadores la posibilidad de estudiar en las universidades y él estudia Teatro en la Universidad Técnica durante un año. A los 18 años nace su primer hijo. Julio Oliva García.
Luego de varios pequeños trabajos termina como obrero de MADECO (*) donde participa activamente en los grupos de teatro de su sindicato, en el grupo folclórico, en talleres de poesía. Pero, por sobre todo, como recuerda un amigo” su norte era la participación política. Allí gastaba sus mejores energías: dirige, organiza, forma, crea. Su vida es la lucha proletaria… En los tiempos difíciles del boicot contra el gobierno popular, trabaja sin descanso para aumentar la producción en su empresa dirigida por los trabajadores..”
Al momento del golpe militar era dirigente sindical de MADECO Es detenido por Investigaciones y brutalmente torturado. Luego es trasladado al Estadio Nacional y posteriormente a Chacabuco(*), donde permanece hasta “noviembre de 1974, experiencia que no logra quebrarlo en sus convicciones. Quienes lo conocieron aseguran que salió todavía más fortalecido.
En 1975 conoce a quien será su compañera hasta el momento de su muerte: Eduvina Plaza, hija de un ex dirigente sindical de MADECO Viven con los padres de Julio en precarias condiciones económicas, lo que no les impide construir la familia con optimismo. Tienen dos hijos, Lorena Nadieska y Pablo.Julio realiza múltiples trabajos para mantener a su familia.
Sus amigos de esa época lo recuerdan como un joven muy generoso, responsable, puntal de sus padres y de su nueva familia. Trabajador infatigable, cortaba parrones, hacía juguetes de madera, siempre preocupado de la educación y formación de sus hijos y de que en su hogar no faltara nada. Amaba a su compañera intensamente. “Bien, nunca es tarde y de una u otra manera tengo que decirte que para mí eres todo, eres la mujer, la compañera, y por sobre todo, la madre más linda..” le escribe en una oportunidad.
Durante todos estos difíciles años nunca abandonó sus convicciones y la decisión de combatir frontalmente a la dictadura lo lleva a comprometerse cada vez más. Luchador infatigable, ejemplo de lucha, compañero, hijo, amigo, padre, camarada. Un revolucionario que quedará en la memoria del pueblo.
(**) Oficina salitrera en el norte del país, usada por los militares como Campo de Concentración en los primeros años de la Dictadura.
(*) MADECO: Empresa de Manufacturas de Cobre.
Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 18mar02