
«Ser definido por el propio trabajo es una reducción aterradora»
POR MARIANA TORO NADER para Ethic, octubre de 2025
El síndrome de la vida ocupada. De tantos quehaceres y pendientes no queda ni un minuto para pensar(nos) ni cuestionar(nos). La ocupación total como anestesia y como cortina de humo. Los domingos solo como la antesala de la rutina y la ansiedad. La escritora francesa Lydie Salvayre (Autainville, 1948), ganadora del Premio Goncourt en 2014, plantea en ‘¡Nos gustan los domingos!’ (Desvelo) una suerte de libro-manifiesto en el que, desde la literatura, la filosofía y la poesía, hace una apología de la pereza y una «maldición de los apologistas-del-trabajo-de-los-demás».
Cuando se habla sobre el derecho a la pereza, al descanso y al tiempo libre, constantemente el primer calificativo que salta es el de utópico: «Todo eso suena muy bien pero es una utopía». Sin embargo, usted dice que ese calificativo –«utópico»– es un honor y que a usted le encantaría ser «acusada de ese tipo de insolencia». ¿Por qué?
Para muchos filósofos y economistas, el derecho a la pereza está lejos de ser una utopía. Pienso particularmente en Bertrand Russell, gran filósofo y matemático inglés que, en su libro Elogio de la ociosidad, publicado en 1932, ya afirmaba que los métodos de producción modernos nos daban la posibilidad de trabajar solo cuatro horas al día, a condición de repartir el trabajo de manera equitativa. Esta idea es retomada hoy en día por numerosos economistas e investigadores en ciencias sociales (entre ellos está, por ejemplo, la filósofa y socióloga Dominique Méda en Francia), que consideran absurdo que algunos trabajen en exceso mientras otros sufren por estar desempleados. Por lo tanto, según ellos, se trata de recrear un sistema basado en la solidaridad, el reparto y la toma de decisiones colectivas. Pero sus propuestas se topan con la sordera de aquellos que, por razones ideológicas, tienen interés en que nada cambie, a quienes yo llamo maliciosamente los «apologistas-del-trabajo-de-los-demás».
