Siempre he considerado que uno de los grandes problemas de los videojuegos a la hora de influir en la percepción que de ellos se tiene es su nombre: videojuegos. Videojuegos, es decir, juegos de vídeo, es una palabra compuesta por dos que ya existían antes y dotadas de un significado propio que influye significativamente en lo que un no iniciado puede esperar de este campo. ¿Y qué es lo que esperan? Pues está claro, un juego. Un juego no es, teóricamente, algo serio que deba ser tenido en cuenta; un juego es cosa de niños, está ligado a la infancia y no es algo con lo que una persona adulta hecha y derecha deba perder su tiempo. Y de vídeo, es decir, se representan mediante imágenes... en la tele. Y la tele es, por antonomasia, el medio ideal para que los niños se entretengan y dejen de dar el coñazo pero, al mismo tiempo, lo que hace que no estudien. Pese a que infinidad de personas inviertan incontables horas de su vida frente a la caja tonta nunca ha tenido una consideración social demasiado positiva que digamos, y a menudo se considera una pérdida de tiempo frente a entretenimientos mucho más enriquecedores como la literatura. Así que blanco y en botella.
Literatura, música, cine, libro, película, disco... No son términos asociados a nada que no sea, como mucho, el material o el objeto con que se difunden (como si los videojuegos se llamasen, qué se yo, " cartuchos "). Esto significa que el nombre de estos medios resulta intrascendente respecto a la percepción social que de ellos se tiene. Incluso entre los jugadores que crecieron jugando a videojuegos y siguieron haciéndolo al llegar a la edad adulta es frecuente, hasta diría que mayoritaria, la percepción del videojuego como mero entretenimiento sin fines mucho más allá que el de pasar el tiempo.
Lo que me sorprende es que entre muchos de los que escriben y teorizan acerca de los videojuegos la misma percepción triunfa: un videojuego es, imprescindiblemente, un juego. Yo no estoy de acuerdo con esta visión y en este
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¿Qué significa jugar?
En primer lugar cabe señalar que el juego no es un concepto culturalmente construido como sí podrían serlo el lenguaje o el trabajo. Esto significa que un individuo criado en aislamiento también tendería a jugar. Más importante: esto significa que un animal puede jugar, como todos bien sabemos, y ello implica que el juego no necesita los significados que la mayoría de las personas le otorga. Esto no supone que el concepto de juego pueda prescindir de las influencias culturales, al contrario; será la cultura la que incida más decisivamente en toda su evolución desde un punto de partida básico hasta una forma evolucionada y compleja como por ejemplo el deporte. Huizinga define el concepto de juego como una " acción u ocupación libre [...] que tiene su fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría y de la conciencia de "ser de otro modo" en la vida corriente". Es decir, la única finalidad de jugar es el propio hecho de jugar, sin más ataduras. Por otro lado, lo que motiva al individuo a jugar podríamos decir que es una necesidad evasiva respecto a la realidad cotidiana. La evolución del juego a lo largo de la vida de las personas refuerza esta última afirmación, pasando de una parte fundamental del proceso de socialización (especialmente con una finalidad autoeducativa inconsciente) a una función evasiva mucho más importante.
Una de las características más importantes a tener en cuenta para nuestros propósitos es que el juego en sí debe ser libre; " El juego por mandato no es juego". No se puede obligar a nadie a jugar, y es por ello que se trata de una actividad exclusivamente subjetiva. Esto significa que si yo me pongo a los mandos del multijugador de Halo, uno de mis mayores placeres culpables, y empiezo a masacrar niños rata de Arizona, estoy jugando. Estoy jugando probablemente más como un adulto que como un
niño (actividad evasiva), pero estoy jugando. Y me lo estoy pasando bomba. Ahora bien, si a mi padre, que odia los videojuegos con toda su alma y el solo hecho de ver un mando le da alergia, le enseñas los controles y fundamentos de Halo y le obligas a jugar... pues no, no jugará. Realizará la misma actividad que yo, pero no estará jugando. Para él será una actividad mecánica como lavarse los dientes o echarme broncas.
Teniendo esto en cuenta, llegamos a esa parte del debate en que se discute si ciertos videojuegos son o no son juegos. Por ejemplo un caso clásico como el de Dear Esther. Se trata de un juego en el que controlamos a un avatar que lo único que puede hacer es moverse por una isla y contemplar el entorno. Cuesta imaginar una situación en la que un individuo a los mandos de Dear Esther esté jugando. Sin embargo yo creo que sí es un videojuego. Y lo creo porque opino que lo que define al medio es una interacción; la interacción del jugador que produce una respuesta por parte de un sistema informático. Y eso en Dear Esther se da perfectamente; sin la acción del usuario no sucedería nada. En mi opinión cualquier medio audiovisual que permita una interacción por parte de una persona y proporcione una respuesta debe ser considerado videojuego, por más que ese término, como decía al principio, no me parezca nada adecuado.
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Ahora depende de cada uno. Si aceptas mi axioma de que un videojuego no tiene por qué ser un juego, estaremos de acuerdo. Si prefieres conservar la concepción clásica de que un videojuego debe permitir jugar, pues por mí perfecto (bueno, preferiría que estuviésemos de acuerdo, pero no se puede ser amigo de todo el mundo). Lo que sí me gustaría aclarar es que cuando alguien dice que un videojuego sin objetivos definidos como por ejemplo el editor de Minecraft o similares no es un juego porque, eso, no tiene objetivos definidos como completar niveles o vencer enemigos finales, francamente se equivoca. Se equivoca en primer lugar porque el hecho de que el juego no presente objetivos específicos no significa que el jugador no se los pueda crear a sí mismo (construir la Gran Muralla china, por ejemplo), y en segundo lugar porque, realmente, eso tampoco sería imprescindible para que una persona pudiese jugar con dicho programa informático. Y por otro lado pensemos en si jugamos para ver el final de los juegos o por lo que sucede hasta llegar a ese punto.
Y me reitero; que una persona esté controlando a Super Mario no significa que esté jugando por más que Super Mario haya sido concebido con un juego, al igual que el Monopoli, el escondite o la política internacional. Porque el que algo sea concebido con un fin no significa que ese fin se haya alcanzado. Ahora imagina que Super Mario fuese un videojuego más parecido al E.T. de Atari y nadie fuese capaz de entretenerse con él. En efecto, en ese momento dejaría de ser un juego pero, ¿dejaría de ser un videojuego? Yo no lo creo.