-Si no dejáis de armar escándalo voy a tener que pediros que os vayáis, dijo Rita estampando el periódico enrollado en la mesa. Y Cuando se pone seria, más vale hacerle caso porque es capaz de coger un taburete y arrearte en la cabeza con él. Así que los dos tipos que estaban en la mesa del fondo y habían empezado a subir demasiado la voz la miraron despacio, pero como vieron que la cosa no iba en broma, optaron por callarse.
-Ya te dije que no te alterases, que la cosa no iba contigo – dijo el más joven.
-¿Cómo no quieres que me altere? – Empezó a gritar el más mayor, pero como vio a Rita que se giraba de nuevo en su dirección, bajó la voz-. Me acabas de contar que tenías la polla metida en el culo de mi mujer y aún pretendes que me calme? – susurro en tono amenazador.
-Mira tío ya te he dicho que para mí no fue nada fácil. Además, ten en cuenta que no era toda la polla, solo había podido meter la mitad y…
-Pero será posible? ¡Ahórrate los detalles, tío!
-Está bien me ahorraré los detalles, lo que te quería decir era que, en el fondo, mientras intentaba empujar… y déjame acabar de una vez, me di cuenta de que sobraba en esa cama.
-¿Pero qué dices? Voy a intentar calmarme, pero lo que me estas contando es que estabas en MI cama con MI mujer y tu novia y que mientras te estabas beneficiando el culo de MI mujer te sentiste “raro”…? ¿Es eso? ¿Lo he entendido bien?… Esto es…
-¿Increíble?… no necesariamente. Hola Pablo, hola Juan.
Menuda, vestida de forma cómoda y discreta, la mujer se había acercado a la mesa del fondo, después de pedir en la barra una copa de whisky a Rita. Y ahora sus dos compañeros estaban boquiabiertos mirándola.
-¿Puedo sentarme? – preguntó mientras retiraba una silla y sin esperar la respuesta, colgó el bolso del respaldo, se quitó las gafas de sol y se sentó a la mesa. Los dos hombres seguían mirándola fijamente sin saber que decir- . Ni que hubierais visto un muerto, chicos. Anda cerrad las bocas, que parecéis más tontos de lo normal y dejadme que me explique – les dijo mientras revolvía el hielo de su copa con el dedo.
-¿Se puede saber qué haces aquí? Se supone que… ¿Le has dicho tú que viniera? – Juan se ha girado hacia Pablo con evidentes ganas de golpearlo.
-¡Yo no sé nada! Te lo juro – Acierta a decir Pablo, antes de echarse hacia atrás evitando, por poco, la mano de Juan.
-¿Podéis dejar de comportaros como críos los dos? Por favor, sois patéticos. Parecéis dos machos de orangután, peleando por la posesión de una hembra. Pero lo que no sabéis es que esta hembra, y tu novia, nunca os hemos pertenecido. Dime una cosa Pablo– le pregunta mientras se gira hacia él – de quien fue la idea de hablar con Juan e intentar explicarle la situación… ¿de verdad crees que ha sido cosa tuya?… Piensa chaval –. Y diciendo esto, le da un trago largo a su copa, sintiendo como el alcohol le calienta le pasa por la garganta. Mientras, en el silencio espeso que se instala entre los tres, se pueden escuchar chirriar los engranajes de la cabeza de Pablo, hasta que una expresión de asombro asoma a su cara.
-Veo que lo has entendido – sonríe ella.
-Sí, puede que él sepa algo, pero yo no entiendo nada Diana. ¿Alguien puede explicarme que sucede entre vosotros dos? – les pregunta Juan visiblemente alterado.
-Mi querido y simple Juan. Tan bueno, tan servicial, pero tan “macho Alfa”… Después de tantos años de matrimonio, sigues creyendo que me tienes engañada, pero los dos sabemos que eres un simple, y viejo, putero con menos luces que un bosque en noche de luna nueva…
-Oye Diana…
-Ni “oye Diana” ni nada – le contesta ella tajante, dejando el vaso encima de la mesa con un golpe seco-. Sabes perfectamente que después de catorce años de aguantar tus infidelidades y de haber criado entre Eva y yo a nuestros hijos tengo perfecto derecho a decirte las verdades a la cara. Llevas ya dos meses fuera de casa y hemos decidido que debemos poner fin a esta solución intermedia – le responde airada.
-¿Hemos? ¿Quien ha decidido… – empieza Juan a preguntar pero un dedo alzado de Diana le interrumpe.
-Si de verdad quieres saber. ¡Calla!
Y Diana se toma su tiempo, dando un trago lento a su copa, mientras ordena sus ideas. En su cabeza rebobina todo lo que debe decir y sonríe levemente. Mientras, desde detrás de la barra, Rita observa al trio sentado en la mesa del fondo, intuyendo que en esa mesa se está hablando de algo importante. Supone, por las posturas, que quien lleva la voz cantante es la figura más menuda, sentada relajadamente entre el chaval joven apoyado apenas en la silla y el hombre más mayor que parece puede saltar hacia delante en cualquier momento y que, quizás sea el marido de la mujer. Ella tan solo ha levantado un dedo y el tiempo parece haberse detenido en ese rincón del bar, sin embargo Rita intuye que su cabeza está funcionando muy deprisa.
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Puedo notar como el muy bruto intenta penetrarme por detrás sin ni siquiera haberme preparado, ni un dedo, ni lubricar la entrada del ano, nada. Y tiene una buena polla. Sé que esto me va a doler, sobre todo porque no estoy acostumbrada, así que me anticipo y con la excusa de acariciar su miembro excitado lo aparto ligeramente y para hacer como que lo estoy deseando me chupo dos dedos, los empapo bien de saliva mientras lo miro a los ojos y me los meto para conseguir dilatarlo un poco. Justo en ese momento siento la lengua de Eva acariciando mi clítoris hinchado y el teatro que estaba haciendo para Pablo, se transforme en un intenso latigazo de placer. Me olvido de que ese bruto, sin esperarse, está clavando su enorme polla en mi culo y no puedo evitar soltar un gruñido animal, mezcla de sorpresa y placer al sentir tan intensamente las caricias de la lengua de Eva, lo que él, pobre egoísta, interpreta como que me gusta lo que está haciéndome y eso le hace insistir. El vino de la cena, las caricias, el atractivo simple y animal de su novio… se junta todo. La cabeza me da vueltas mientras me dejo llevar por el instinto.
No me duele, ya no siento su polla entrando decidida en mi culo, tan solo tengo miradas para Eva que me está haciendo tener orgasmo tras orgasmo desde hace varios minutos. Su lengua entra y sale de mi sexo empapado como nunca, sorbiendo mis fluidos con avidez y haciéndome descubrir la verdadera dimensión del placer. Es incansable y sus manos, mientras tanto, recorren mi cuerpo quemando mi piel a su paso, haciéndome sentir el calor bajo las yemas de sus pequeños dedos. Dos de ellos entran y salen rítmicamente de mi sexo mientras yo ya solo puedo agarrarme cómo puedo al cabezal de la cama para no desfallecer de gusto. La música hace tiempo que terminó, y sólo se escuchan los sonidos animales del sexo cuando ya no tiene freno que lo retenga. Las velas siguen ambientando mi habitación pero yo estoy flotando varios centímetros por encima de todo lo que puedo ver en los escasos momentos, entre orgasmo y orgasmo, en los cuales mis pulmones reclaman su ración de aire. Nunca, en toda mi vida había sentido esta absoluta sensación de placer recorriendo todo mi cuerpo. Mis pezones excitados parecen a punto de estallar y basta un roce de la pequeña y delicada mano de Eva para que me estremezca. Su lengua sigue dedicada a llevarme de nuevo hacia el éxtasis y esta vez incrementa el ritmo de caricias a mi clítoris, lo acelera de forma salvaje, me pellizca los pechos, muerde mis labios, presa de un frenesí salvaje, y ella misma se corre mientras siente como derramo mi placer de nuevo en su boca.
De pronto me doy cuenta de que ya no siento la presión en el culo y me giro. A los pies de mi cama está Pablo, el novio de Eva, mirando alucinado el espectáculo, mientras los gritos de placer de ella, que ha seguido masturbándose mientras me devoraba, llenan la estancia. Me derrumbo a su lado y empiezo a besarla como nunca antes había besado a nadie. Llena de gratitud hacia esa mujer que me ha enseñado la verdadera naturaleza del amor y llevándola con mis manos hacia otro orgasmo. Mientras ayudo a Eva a disfrutar un poco más, observo por el rabillo del ojo, como Pablo coge su ropa y se marcha de la habitación. Antes de salir nuestras miradas se cruzan y puedo entender lo que está murmurando: “Homosexual”… exclama con cara de asombro.
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-Vamos por partes, – dice Diana dejando dos paquetes encima de la mesa-. Juan. En este sobre encontrarás los papeles que debes firmar para el divorcio. Porque hemos decidido que ya no vas a volver a entrar nunca en casa, me la quedo yo y el coche también. Te dejo el apartamento en la playa y la mitad del dinero en el banco. Los niños te tocan semana si y semana no. Para eso eres su padre. Y además…
-Bueno, bueno… todos esos detalles los tendremos que negociar. ¿No crees Diana? – le interrumpe Juan, removiéndose inquieto en la silla.
-No hay nada que negociar botarate – le contesta Diana. Suave pero decidida-. Dentro encontraras otro sobre más pequeño con unas 20 fotografías, son las pruebas de tus últimas infidelidades. También hay transcripciones de tus “conversaciones calientes” y copias de algunos de tus muchos chats de WhatsApp… si no quieres que eso salga a la luz, te conviene firmar el convenio que mi abogado ha preparado. Te doy un plazo de una semana. Si no me lo traes aquí mismo dentro de siete días, el juez, tu familia, tu jefe y tus compañeros de oficina recibirán copias de todo.
Y al decir esto, Diana sonríe mientras ve como le cambia el color de la cara a Juan, y disfruta de su minuto de gloria. Pablo al escucharla ha abierto el sobre y extiende sobre la mesa las pruebas que ella había reunido.
-¡Joder tío, te tiene pillado por los huevos! – exclama Pablo, divertido.
-No sé de qué te ríes tú -. Le corta en seco Diana -. No creo que tengas ninguna gana de juerga cuando te diga que te olvides de Eva. No vuelvas a llamarla, borra su teléfono y olvídala. Es más, creo que te conviene irte de la ciudad unos años porque si no ciertos personajes que trapichean con droga se enterarán de cómo les estás engañando cortando la mercancía que les envías de vez en cuando. ¿Cómo si no, una mierda como tú, podría tener ese cochazo? Veo por tu expresión de sorpresa que sigues sin enterarte de nada… Eva ya no quiere saber nada de ti. Ya está harta de tus mentiras y de tus engaños. Y, por supuesto, nunca más le volverás a poner la mano encima. Y, por supuesto, si intentas acercarte a ella a más de 10 kilómetros, mi abogado se encargará de hablar con el de tus amigos para que sean ellos quienes resuelvan este problemilla.
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Catorce años. Al principio maravillosos, a pesar de las dificultades económicas. Pero poco a poco, cuando la rutina fue adueñándose de todos y cada uno de los rincones de la casa, conforme los niños fueron creciendo, todo empezó a naufragar. Al principio fueron pequeños detalles, luego llegaron los ascensos de Juan, el dinero y los viajes. Después todo se calló, como cuando pasa el ojo de la tormenta, y desparecieron los celos y las ganas de asesinarlo con cada mancha de carmín, con cada nuevo perfume, con su desprecio hacia ella, al no tratar ni de disimular sus infidelidades, y sólo quedó el hastío.
Volvió a trabajar, pero desde casa, y para ello tuvo que buscar ayuda. Un rosario de personas pasaron por allí en los tres primeros años, hasta que apareció Eva y dejó atrás la soledad porque ella fue pura alegría desde el primer día. Los niños se quedaron prendados de su forma de ser y poco a poco fue haciéndose un hueco en sus vidas… lo que Diana no podía suponer es que acabaría haciéndose también un hueco en su corazón. La verdad es que resultó algo natural, sencillo, después de tanto tiempo conviviendo juntas, de tantas horas de charla, de aguantar ambas tantas infidelidades y hasta alguna paliza… las circunstancias de las dos lo hizo fácil.
Al primer roce, a la segunda mirada y a la tercera, el beso. Dulce, delicado y tan suave… Las dos se quedaron mirándose, extasiadas después de sufrir tanto desamor. Todo lo demás vino rodado, hasta que decidieron contratar a un detective privado y poner fin a su situación para poder empezar de cero, una vida nueva.
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-Me tiemblan las piernas pero no debo ceder ahora. Ya casi está. Es hora de marcharme dejándolos allí, pensando en sus propios problemas – reflexiona Diana, mientras intenta controlar el temblor de sus manos al coger el vaso y apurar su copa de un trago-. Caballeros, tengo que marcharme. Me esperan. – les dice mientras se levanta muy despacio para disimular los nervios, mientras recogiendo su bolso y las gafas de sol -. A ti, – le dice a Juan – espero verte dentro de una semana aquí, a la misma hora. A ti Pablo, espero no volver a verte nunca más. Adiós – les dice a los dos, tajante.
Moviéndose despacio para no tropezar, Diana se dirige a la salida del Bar. Al pasar cerca de la barra hace una señal, para preguntarle a Rita cuanto le debe por la copa y ella, que lleva muchos años detrás de la barra y es capaz de seguir, cuando le interesa, las conversaciones por el movimientos de los labios, coge su mano y sonríe mientras guiñándole un ojo le dice:
-Estás invitada por estos dos. Tranquila que ya me encargo yo de que te paguen ellos la copa.- antes de añadir bajito, para que nadie las oyera – ¡Bravo! Ahora ten cuidado con el taburete a tu lado y con el escalón al salir. Nos vemos la semana que viene…
Y Diana asiente y sonríe mientras sujeta fuerte el bolso que cuelga de su hombro, se ajusta las gafas de sol y sale andando, decidida, del Bar, rumbo a su nueva vida. En la calle de detrás, Eva la espera sentada en el coche con los niños. La recibe con un abrazo y un beso en los labios que consigue calmar sus nervios, mientras ambas sonríen llenas de un amor que nunca abrían creído posible.
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