Hong Kong: “Ser Como el Agua”

“Vacía tu mente, se amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza, se convierte en la taza, si pones agua en una botella se convierte en la botella, si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede aplastar. Be water my friend, el agua que corre nunca se estanca” Bruce Lee

Para disfrutar Hong Kong no hay que hacer mucho esfuerzo en entender o comprender nada. La ciudad se asemeja a un paisaje ficticio y futurista repleto de espejos y edificios, muy al estilo Blade Runner. Para sentirla creo que la mejor opción es dejarse llevar y entregarse sin recelos ni críticas a este particular micro mundo. Ser y correr como el agua de un río…

Y como yo siempre les digo a mis amigos, viajar no es sólo jugar a moverse en el espacio y tiempo, viajar para mi es recorrer las diferentes culturas y pasear por distintas épocas. Porque aunque estemos en el 2014 déjenme decirles que por ejemplo lo que me encanta de India, es que llegar allí es como retroceder el tiempo mínimo 100 años. Tailandia son los 60 y 70, una ciudad histérica por sexo, alcohol y drogas, mientras que Hong Kong es el futuro, un futuro que quizás nunca tendré la oportunidad de conocer en mi país. Un espejismo asiático y occidental, tecnológico y de luces neón, con características muy de ciencia ficción y thriller psicológico cargado en flash backs.

Sus calles se encuentran plagadas de publicidades inmensas e incomprensibles, incluso es difícil entender que tipos de productos son los que se ofrecen porque casi todo está expresado en chino mandarín. Pero Hong Kong tiene algo, y ese algo fascina, y a pesar de que muchas veces uno no entienda nada, no quedarse anonadado con sus encantos e idiosincrasia es casi imposible.

A Hong Kong la apodé “la China de los ricos”, incluso escribí un reportaje para revista Caras, en donde la llamé “la ciudad más chic de Asia”, y por dios, si le sobran estrellas y méritos. Posee más rascacielos que Nueva York, la mayor cantidad de restaurantes 3 estrellas Michelín de todos los continentes, es la capital de negocios del mundo, y en donde se encuentran las marcas y hoteles más lujosos que puedas llegar a imaginar. 

Además como toda ciudad súper desarrollada, aman a sus turistas y son tremendamente dadivosos ofreciendo actividades gratuitas de lujo como conciertos de opera cantonesa, clases de Tai chi y kung Fu, catas de tés chinos con dulcecitos locales, museos gratis todos los días miércoles, y un espectáculo maravilloso de luces y sonido que enciende cada noche su preciosa bahía a las ocho en punto.

Pero bueno, yo no soy rica ni me hospedé en uno de esos hoteles altísimos que traen hasta telescopio, todo lo contrario, con decirles que durante este largo viaje por Asia llegué a pagar hasta 1 dólar para hospedarme en una habitación. En Hong Kong todo es más caro claro, así que la única forma de ahorrar fue alojando en “Chungking Mansión”, en donde lo más económico que encontramos fue una cama de plaza y media para dos a 10 dólares por persona.

En este edificio, ubicado extraña y perfectamente en pleno centro y casi al frente de la bahía Victoria, es donde se aloja todo el ghetto de la ciudad, por donde cada año pasan todas las razas existentes del mundo, y donde han ocurrido una serie de crímenes que no quiero ni mencionar, y se han filmado hasta películas de culto como lo fue Chungking Express.

Uno de los recuerdos más hermosos e interesantes que me llevo de esta república independiente de China, porque ojo hasta el año 1997 perteneció al Reino Unido, luego fue entregada a China. Es por eso que la ciudad es tan particular, tan perfecta mezcla oriental con occidental. La China real es otra cosa.

Bueno como les decía una de las cosas que más me gustó fue una muestra que inauguró la propia hija de Bruce Lee el año pasado, llamada “Bruce Lee: Kung Fu Arte Vida”. La exposición estará durante cinco años disponible en el Museo del Patrimonio de Hong Kong y es magnífica. Posee más de 500 artículos personales, trajes, fotografías, cartas de amor que le enviaba a su esposa, videos de cuándo era bailarín de chachachá, y hasta cartas que el mismo se autoescribía decretando quien sería en 10 y 20 años más. Sueños que por supuesto cumplió gracias a su increíble pasión y talento.

A Hong Kong jamás pensé en ir, es más, no sabía absolutamente nada de este lugar. La idea fue de Mario, y creo que se transformó en el mejor destino introductorio al que pudimos llegar antes de encantarnos por completo con las culturas China y nipona.

Una ciudad eficiente que nos acogió sin ningún pero, en donde ni siquiera necesitamos visa para permanecer e ingresar, ya que todos los ciudadanos de nacionalidad chilena y argentina poseen 3 meses de gracia.

Mercados de piedras jades, de peces y flores. A orillas de su bahía nos tomamos psicodélicas fotos con su tan característico fondo de luces de neón, y fue allí también donde comenzamos a mirar el mundo con otros ojos, unos más pequeñitos y rasgaditos de amor…

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