El fantasma de Franco está tan presente estos días que se aparece en dos noticias de primeras páginas, una sobre inversiones en la fábrica de SEAT en Martorell, Barcelona, otra sobre el enorme Edificio España, en Madrid.
El franquismo fundó y financió SEAT con patentes de la italiana FIAT en 1950 para modernizar el país fabricando los históricos 600 en su región más minada junto con la vasca.
Ahora propiedad de Volkswagen, que cobró en 1986 una enorme cifra del Estado para quedarse con los obreros y la entonces ruinosa empresa, factura 7.496 millones de euros y tiene 11.458 empleados.
Mariano Rajoy y los alemanes acaban de anunciar una próxima inversión -- o quizás no, ante el independentismo -- de 3.300 millones de euros.
SEAT significa Sociedad Española de Automóviles de Turismo, pero se evita explicar que esa E es de Española: ni en la web de la empresa ni en Wikipedia se desarrolla el acrónimo.
Además, buena parte de sus sindicalistas, inicialmente charnegos, son ahora independentistas: quizás deseen sustituir la E por la C de catalana y ponerle el nombre de SCAT.
Otro caso es el de la madrileña Torre España, coetánea de SEAT, rascacielos propio del fascismo y/o comunismo. Un mazacote piramidal cortado en tres segmentos llenos de ventanitas como tantos edificios estalinistas y norcoreanos.
Esta jactanciosa muestra de la pesada arquitectura del régimen, al principio el rascacielos más alto de Europa, está en ruinas y solo conserva viva su fea fachada.
Su propietario actual, un empresario chino comunista, quiere reconstruirla igual, pero con nuevos materiales más seguros.
El ayuntamiento, controlado por podemitas, no le deja. Exige conservar como está ese frontal de materiales fatigados.
Deliciosas paradojas: los rojos salvando el fantasma de la grandiosidad franquista frente al multimillonario comunista.
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