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Si hay dos elementos característicos de la Grecia Antigua son las ciudades-estado, conocidas como póleis, y los hoplitas. Ambos intrínsicamente relacionados, puesto que uno puede ser el origen del otro, lo que se conoce como la Revolución Hoplita. Un cambio de paradigma en la sociedad griega propiciado por el auge de una clase ciudadana que acabaría teniendo protagonismo tanto en la guerra como en el gobierno de su ciudad.
Hoplitas, mercenarios y el origen de la polis
Un gran misterio, a día de hoy sin resolver y que sigue haciendo correr ríos de tinta es saber quiénes eran estos hoplitas. Aunque las formas, tanto de los hoplitas como de la falange, están más o menos claras, su origen no lo es tanto. Existe una gran cantidad de incógnitas sobre quienes eran realmente los que conformaban la clase hoplítica, los ciudadanos capaces de financiarse toda la panoplia guerrera y que tuvieran un interés en proteger la polis, es decir, sus tierras y sustento. Las teorías oscilan entre la existencia de una clase media que gracias a la participación militar consigue acceder al poder de la ciudad y democratizarlo o la monopolización por parte de una clase terrateniente del ejército y de la política.
Uno de los elementos a tener en cuenta dentro de la Grecia Antigua es la existencia, bastante prominente, de soldados de fortuna, es decir, mercenarios. Desde el Egeo, llegaban a un gran número de territorios del Mediterráneo y del Próximo Oriente. Tendríamos, por tanto, un gran número de una especie de soldados profesionales, lo que no quiere decir que fueran los ejércitos de la polis, sino personas que tienen como profesión la guerra u otra actividad relacionada con el conflicto, como piratas o saqueadores, no siendo excluyentes estas actividades con la de soldado a sueldo.
A comienzos de la Grecia de época arcaica (siglos VIII a.C. – V a.C.) se darían una serie de circunstancias para propiciar el surgimiento de estas figuras, entre ellas el auge de la colonización y la movilización de población griega que llegaría a otras regiones. Este fenómeno colonial estaría encabezado por aristócratas, ya que serían estos, grandes terratenientes, los que tendrían los recursos necesarios para disponer de flotas. Entorno a ellos se estructurarían camarillas de jóvenes ambiciosos, llamados por esas oportunidades lucrativas, basadas comúnmente en la guerra. Es por tanto esta combinación de jóvenes ambiciosos, que forman parte de una flota, ya que también sería los remeros, los que daría lugar a estos grupos de soldados de fortuna.
A lo largo del siglo VIII a.C. hay testimonios de asaltos y saqueos en las costas asirias por parte de barcos griegos, procedentes de tierras jonias. Ya en el siglo VII a.C. el rey Sennacherib, hijo de Sargón, derrotó a un ejército griego e hizo que este pasara a formar parte de las fuerzas asirias. Incluso en décadas anteriores, existen indicios de que entre las filas del ejército asirio que saqueó Damasco en torno al 732 a.C. se encontraba un contingente de soldados griegos, en concreto de procedencia jonia. La formación cerrada y el equipamiento pudieron suponer un atractivo a la hora de contratar a estos mercenarios griegos. A su vez, es posible que el armamento asirio, que ya disponía de escudos de bronce circulares, influyera en la panoplia griega.
[adinserter name=”adpv”] El cuenco de Amathus es una prueba fehaciente de esta situación en la que los guerreros griegos trabajaban como mercenarios. Encontrado en una tumba en la actual Chipre, datado en torno al siglo VIII a.C., de posible origen fenicio. En él se muestran varias escenas de tipología oriental y egipcia, siendo una de ellas una batalla. Lo más interesante es que parece haber mercenarios equipados como hoplitas peleando en ambos bandos de la contienda
La presencia de mercenarios de origen griego no solo se limita al mundo asirio. El faraón Psamético I, le debía el trono a estos guerreros llegados del mar, según palabras de Heródoto. Parece ser que contratar este tipo de soldados se convirtió en una tradición que se mantuvo durante siglos en Egipto, como remarcan los nombres de mercenarios grabados en uno de los colosos del templo de Abu Simbel. Estos nombres, aunque seguían siendo griegos, hacen referencia, por ejemplo, al propio Psamético, lo que podría indicar que el servicio en Egipto se trasmitía generacionalmente. Además, están los hallazgos arqueológicos de barracones o la formación de la ciudad de Náucratis, en torno al siglo VII a.C. a orillas del Nilo. Estos mercenarios formarían una vida lejos de Grecia y la transmitirían a sus descendientes llegado el momento, es decir, transmitirían las técnicas de combate hoplita.
El tan icónico escudo argivo y su forma circular podría ser indicativo de este pasado mercenario. La forma óptima de escudo para formaciones cerradas, como es la falange, es la ovalada. Sin embargo, el escudo del hoplita es circular, lo que siempre es más efectivo en entornos navales, ya que gracias a su mayor superficie permite bloquear mejor los proyectiles, tanto embrazados como colocados en las bordas de las naves. Esta forma de emplear los escudos no es exclusiva de los griegos arcaicos, ya que tiene grandes paralelismos con otra civilización que también se embarcaría para ganarse la vida saqueando y guerreando siglos después, los vikingos.
La forma de vida de los vikingos del siglo IX d.C. guarda grandes semejanzas con la Grecia de los hoplitas. En las sagas se narran los saqueos y asaltos a civilizaciones más allá del mar, y así mismo sus servicios como mercenarios que les llevaron incluso a formar parte de la guardia bizantina. Siendo esto último, sus actividades de ultramar, lo que acabó dando forma a la sociedad, cultura y economía escandinavas; como bien pudo pasar en la Grecia de época arcaica.
La naturaleza singular de las nuevas polis reflejaría el espíritu de emprendimiento y de conexión con el resto del mundo que traían consigo estos soldados peregrinos. Regresarían a casa para formar nuevas comunidades o portando grandes riquezas, las cuales supondrían un gran impulso para la economía griega. Serían una fuente de riqueza y cultura, traída de culturas más allá del territorio griego, el cual había quedado empobrecido anteriormente.
Para el siglo VI a.C., estos soldados de fortuna habrían extendido las formas de vida griegas a lo largo del Mediterráneo, desde las costas de Iberia al Mar Negro. Los aventureros griegos de los siglos VIII y VII a.C. podrían ser los progenitores de la civilización de la Gracia Clásica, y serían por tanto los primeros hoplitas.
Autor: Adrián Herraiz Jiménez para revistadehistoria.es
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Bibliografía
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