El comienzo del año académico pone de nuevo sobre el tapete el tema de los horarios españoles. Las costumbres son difíciles de cambiar, pero cada vez es más evidente que la distribución de los horarios de las jornadas laborales, comerciales y escolares en este país resultan escasamente racionales. Y algo habrá que hacer.
De entrada la asignación de la hora oficial del estado a GMT+1, es decir, una hora antes de la que marca el famosísimo meridiano de Greenwich resulta un despropósito geográfico, cuyo origen está en una disposición del gobierno provisional golpista del general Franco durante la Guerra civil española. La preferencia por mantener el mismo horario que el III Reich llevó a adelantar una hora la que mantenía el gobierno de la República. El meridiano de Greenwich “entra” en territorio español más o menos por Broto–de donde proceden mis antepasados–en la provincia de Huesca, cruza la autopista de Zaragoza a Barcelona cerca de Bujaraloz, y “sale”, hacia el sur, por el Grao, el puerto, de Castellón. En efectividad, del territorio del estado, sólo las Baleares y Cataluña están al este del meridiano “0”. El huso horario GMT abarca casi la totalidad del territorio (ver imagen ahí al lado).
Lo racional sería volver a “la hora antigua” que decía mi abuela.
Luego está la gaita del cambio de hora de invierno y verano. Por más que lo intenten, sus promotores no me han convencido de su utilidad ni de su supuesto ahorro de energía. Los americanos lo llaman “daylight saving time“, el ahorro de luz diurna, una idiotez solemne en un país enorme que tiene partes por encima del paralelo 48, por ejemplo en North Dakota donde en invierno apenas tienen 6 horas de día, hasta el paralelo 26, en Corpus Cristi, Texas que tiene casi 12. En España suelen decir que se ahorra un euro por persona con el cambio de hora. Siempre he pensado que desearía que me dijesen a quien he de darle el euro ese y que me dejen en paz. Aunque vaya a parar a los bolsillos de los mismos ladrones de la compañías eléctricas.
Pero lo más esperpéntico es la distribución horaria de la jornada laboral, escolar o comercial.
Por lo que respecta a los horarios laborales es una vergüenza que sindicatos y patronales mantengan unos horarios que: 1º son más prolongados que en cualquier otro país de nuestro entorno, 2º coinciden con la productividad más baja también de ese entorno. ¡Hace falta ser imbéciles!
Los horarios comerciales tampoco se entienden. En los dos extremos del mundo comercial, como pueden ser los grandes almacenes y centros comerciales por un lado y los recientes bazares chinos o tiendas de pakis por el otro extremo, hacen los horarios que les da la gana. En cambio, el comercio llamado “tradicional”, que está sufriendo una crisis de considerabilisimas dimensiones, mantiene unos horarios irracionales, con un cierre al mediodía que deja las calles desiertas, para reabrir a unas horas en que una posible conciliación con la vida familiar de los tenderos se hace imposible. Y ligado a todo ello la oprobiosa tiranía de los horarios de las televisiones, que se comen las mejores horas de sueño de la gente.
Y que más decir del horario escolar. Ni jornada partida ni “horario corrido” se adaptan a los que puedan ser las necesidades de las familias trabajadoras. No conozco ningún enseñante que se encuentre satisfecho ni con el horario que hace, ni con el que por algún cambio se ve obligado a hacer. Las familias desearían que alguien les entretenga el niño hasta que pueden ellos hacerse cargo, los enseñantes entienden que eso es una mal uso de su tiempo y dedicación y los pobres niños son las víctimas propiciatorias del abandono de unos y la irritación de los otros. Encima llegan al cole con sueño, mal desayunados, pasan hambre porque los horarios de comedor o la pausa de mediodía no se ajustan a los ritmos circadianos de la alimentación, por la tarde están inaguantables por lo cansados y encima muchos padres se empeñan en proporcionarles actividades extraescolares para satisfacción única de los progenitores…
La Asociación para la racionalización de los horarios españoles que en su día fundó Ignasi Buqueras i Bach lleva años luchando, con lamentablemente poco éxito, por conseguir hacer entrar en razón a los dirigentes politicos a quienes incumbe la responsabilidad de poner algo de sentido común en semejante desbarajuste.
Mientras tanto, los que nos ocupamos de los niños debemos tener en cuenta esta situación y no darla por “normal”. Varios trastornos, tanto del comportamiento como del aprendizaje, pueden tener su origen en horarios desorganizados o irracionales. En la consulta del pediatra, del trabajador social o en las entrevistas de los tutores escolares, se debe guardar un espacio para inquirir sobre los horarios familiares, su ordenación, su relación con las comidas, con el ocio, con el sueño y su regularidad. Son aspectos de la información de tanta importancia como la composición familiar, la situación social o los antecedentes de enfermedades. Y muchas veces la clave que explica los trastornos o las dificultades.
Que luego se puedan aplicar modificaciones que racionalicen los horarios y que ello tenga eficacia, es ya una harina de un costal diferente.
Mientras queda apoyar AROHE y gritarles a los políticos que a ver cuando empiezan a tomárselo en serio esto de los horarios.
X. Allué (Editor)