Revista Opinión

Horizonte negro

Publicado el 31 julio 2012 por Franky

En una de las tertulias televisivas, la otra noche se atrevieron a pronosticar que “el Gobierno de España no dispone de dinero para pagar las nóminas del mes de Septiembre”. ¿Cómo debemos tomar esta alarmante y trivial afirmación? ¿Es una verdad contrastada, simple liturgia de la confusión o verborrea de intereses ocultos? ¿Son opiniones verdaderamente consistentes? Lo cierto es que esta situación es producto del derroche, la mangancia y la corrupción de un sistema que no funciona para el bien general. La España Autonómica presenta la faz de una nación voluble, insulsa, di­rigida por una corporación insolvente e inepta que no logra alzar sus miras más allá de sus apegos do­mésticos y sus empeños clientelares.
La rea­lidad es que el PP ha heredado un país en quiebra y de­biera haberse esforzado en contárselo a los es­pañoles con tesón; la coyuntura es muy grave; si, como reconoce Montoro, no sube la recaudación y se termina el dinero con el que se pagan las nóminas, habrá dificultades, al haber dejado sin sal­dar las deudas contraídas todos los irrespon­sables que, desde alguna administración pública, se gastaron lo que no tenían. Esta es la situación, la verdad no contada; un horizonte negro que la izquierda en la oposición, precedida por el PSOE y sus sindicatos adláte­res, hace oídos sordos, insolidaria, entre danzas de de­magogia tanto más indecente cuanto específica su responsabilidad en el desastre y sin rubor declara la gue­rra al Ejecutivo. No es un apocalipsis imaginario sino un conjun­to de hipótesis verosímiles. Y las estamos hacien­do cada vez más probables entre todos a base de una maléfica ausencia de sensatez colectiva, por­que una nación no puede ser una resma de taifas al arbitrio de un compendio de congéneres obnubilados por la pasión del poder y la obstinación de sus ideologías.
Y si el bloqueo institucional acaba impidiendo la adopción de me­didas de saneamiento puede que Europa se harte de esto, dé un golpe so­bre la mesa y cor­te por lo sano la sangría, desoyendo las lamentaciones pesarosas de los miniestados territoriales; o, algo peor, que cansada desista; que el alto rescate le parezca excesivo y nos abandone en la caída: La suspensión de pagos, la quie­bra completa, y quizás, la ruptura del euro. El azote de esta crisis se debe a la desconfianza y sólo es imputable a España: Los inversores no se fían de nosotros, no nos prestan el dinero porque falta la claridad; lo hizo Zapatero, cuyas mentiras rei­teradas detrajeron todo el prestigio nacional y tampoco llega a ha­cerlo con toda franque­za el Gobierno de Rajoy; las deficiencias que muestran los ban­cos y las comunidades autónomas, muchas en abierta rebeldía, alimentan nuestra inestabilidad, las cifras de nuestras finanzas no cuadran con las de Bru­selas, discrepan de un Ministerio a otro o contra­dicen las de las autonomías. Todo ello abo­ca la nación a los desiertos del crédito, Rajoy y sus ministros deben decir la verdad y exponer con toda claridad la evidencia de las durísimas condiciones impuestas a nuestro país a cambio del auxilio mo­netario.
La valeidosa rebelión de las ‘ autonosuyas’ contra el ajuste, contra el déficit, agravada por el despropósito autonómico que se resiste a echar el cerrojo al tren del gasto in­viable es una actuación nociva para España y un pedir a voces la intervención de España que está ya o va a ser intervenida. Y, por si no se enteraran en Bruse­las, seguimos dándole ar­gumentos: los nueve mil liberados sindicales, el lío de las participaciones preferentes, las subvencio­nes energéticas, la mora creciente de los bancos, el goteo titubeante de medidas y contramedidas del Gobierno. El tinglado de las autonomías, que se niegan a la austeridad es un punto crucial para los mercados de deuda, que no logran enten­der cómo una nación en quiebra es incapaz de em­bridar el déficit de su sistema estructural. El motín de las pseudofederaliza­das comunidades contra el Go­bierno por pura asfixia financiera tras su despilfarro, por su virulento nacionalismo y por mera irres­ponsabilidad de unos gobernantes empeñados en sus intereses antes que cumplir con su deber dibuja un Estado descompuesto en manos de unos jefezuelos inconscientes y de voluntades parceladas. Exactamente la ilusa idiotez que más perjudica y desconfianza provoca en el momento crítico de esta crisis que nos devora.
C. Mudarra


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