Revista Creaciones

Horizontes como labios

Por Ripu77
Horizontes como labios
Anne Michaels escribe fotografiando en palabras cada momento. Cada sentimiento o los múltiples recuerdos se le agolpan como imágenes completamente nítidas. Lo que más me gusta de su poesía es cómo recupera cada mínimo detalle del día. Cómo no deja escapar el peso de la bolsa de naranjas, el dibujo de los pájaros en el cielo, el color que deja en el mundo la lluvia, ese agua que permanece tras la tormenta. No es solo llover, es qué implica que llueva; tanto fuera como dentro.

Siempre he creído que esas pequeñas situaciones cotidianas deben llenarnos antes de acostarnos. Una media sonrisa, un alzar la ceja, una mirada furtiva, un mensaje de buenas noches que te arropa antes de cerrar los ojos. No perderse el agua rosa tras lavar las fresas, el elegir color de las pinzas cuando tiendes la ropa, el reconocer un perfume en plena calle y recordar una persona por su olor. Memorizar unas manos, pensar en un verso tan solo mirando al cielo, ver en él el tono ciruela que ve Anne. Estar presente en cada momento, por simple que parezca, hace que se grabe a fuego en la memoria, como si fuera un tatuaje para siempre. Recordar un zumo de piña a una hora concreta, una caricia con una luz determinada, un ronroneo que acompaña a una lágrima. Eso hace ella tanto en El peso de las naranjas, como en Miner’s Pond o en Buceadores de la piel. Punzar al lector, hacer que pare el mundo y que piense. Detenerse y reconocer el poder de cada instante para ese álbum que vamos forjando. Hablar del amor desde la vista que se comparte tras la ventana, del temor que es como una manzana más dulce allí donde se recoge la luz, bajo la piel.


La importancia del legado familiar. Los abuelos, la herencia intrínseca en la mirada; los hermanos, nuestros nexos al presente. Cómo poder evitar relacionarse una con todos esos vínculos. Poemas largos, eternos, historias en verso detallando cada segundo. Creando imágenes línea tras línea, una visualiza lo que escribe la canadiense como si se tratara de una fotografía. Leerla es una delicia para los sentidos. 

¿Y por qué hoy este post? Porque me llegan las 36 primaveras. Porque las páginas de momentos van cargadas. Porque memorizo las palabras, el brillo de los ojos y hasta la manera de tocarse los dedos cuando uno está nervioso. Porque me gusta reconocer el momento exacto en el que Vic va a bostezar y que me saluden los alumnos por los pasillos con una simple sonrisa. Porque llegaba este día y había foto con Obi, hoy ya no. Porque recuerdo siempre la cantidad de pueblos del Pirineo que en esta festividad están de romería hacia su ermita. Como el mío. Porque echo de menos a mi hermano en mi cumpleaños. Porque cada pequeño gesto, hoy y el resto de días, cuentan, suman y hay que vivirlos con la mayor intensidad. Ni que sean segundos, roces o susurros. Mejor, siempre, poco que nada. Porque Anne tiene razón y los pájaros vuelan sobre nuestras cabezas creando una línea en el aire, como una cicatriz que se mueve. Y como ellos, llevamos cada año de nuestra vida dentro del cuerpo. Nuestra sangre es tiempo. Y hoy, yo, sumo tiempo. 

Horizontes como labios

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