El otro día me supo a poco lo que iba diciendo y me quedé con ganas de más. Por eso titulé la entrada con el número uno y prometí una segunda parte. Pero ahora ya se me ha ido el hilo de lo que iba diciendo.
Además en estos días le han dado un premio al horno de pan y ya se me ha cortado el rollo del todo.
¿Por qué somos así los arquitectos? ¿Por qué admiramos
y premiamos estos edificios que no gustan a la gente?
Sí que me gustaría seguir con mi afán didáctico e insistir un poco (muy por encima) en lo que decía el otro día.
Para empezar, deberíamos intentar comprender las complejas condiciones de partida que tiene este edificio: Está en el borde de una plataforma, ante un vertiginoso desnivel, y además tiene que arrodillarse ante el Palacio Real y la Catedral de la Almudena, y no solo respetar, sino incluso acoger unos restos arqueológicos. Aparte de su complejo programa (auditorio, museo de tapices, museo de objetos suntuarios, museo de carruajes...) tiene que ser capaz de resolver la esquina más residual de la plaza que queda entre el palacio y la catedral.
El acceso se hace por arriba, por la plaza, y desde ahí se va bajando, descendiendo por la cornisa famosa.
Ponedle además los camiones de abastecimiento, los recorridos, el transporte, la seguridad, la comodidad de accesos y estancias, etcétera, y tendréis un señor problema.
Obviamente, la cuestión de raíz, la matriz del proyecto, es hacer toda esa organización y toda esa relación de la manera más sencilla y eficaz posible. El problema, ya lo dijimos, es que el horno haga buen pan.
Luego, naturalmente, todo eso tiene que tener una forma, una imagen, una expresión plástica.
La expresión puede (y debe) ser discutible una vez visto el nivel de solución de las condiciones de partida antes dichas. ¿Es un acierto lo de las tiras verticales en fachada? Pues si no dejan pasar una luz uniforme y limpia serán un error, y si sí un acierto.
(A mí me parece, además de por su mera funcionalidad, que esa fachada ofrece una imagen neutra, como un zócalo o pedestal de piedra levemente labrada bajo la catedral).
¿Qué pasa si olvidamos todo esto y nos dejamos llevar solamente por la primera impresión que nos ofrece su fachada? Pues que entramos en el "me gusta" o "no me gusta", que ya vimos que es muy respetable en el interior de la intimidad de cada uno, pero cuando sale de ahí ya no merece especial respeto.
¿Nos gusta más con columnas jónicas? ¿Le ponemos unos arcos? Podríamos hacerlo: Tenemos todo el catálogo de formas arquitectónicas para usarlo según nuestro gusto, nuestro sacrosanto gusto personal. ¿Pero qué ganamos con ello?
(A una tía mía le entusiasmaban los bocadillos de bonito en escabeche bien espolvoreado de azúcar. De verdad. Los gustos personales son así).
Pero no merece la pena seguir intentando buscar ejemplos cuando tenemos uno perfecto justo al lado.
La catedral de la Almudena es uno de los edificios más catastróficos de Europa occidental.
Para empezar, en su fachada principal tenemos un doble pórtico hexástilo, toscano el de abajo y jónico el de arriba. (¿Y eso? ¡Pues porque sí! ¡Y no se me ponga tonto, que le hago encima un tercero corintio!)
A ambos lados hay unas torres con pilastras en las esquinas, también toscanas abajo y jónicas arriba, pero las torres siguen subiendo y en el tercer nivel las esquinas se desmaterializan y empieza a haber ringorrangos, tejadillos y de todo. Y para colmo se rematan con sendos chapiteles escurialenses de pizarra, que para eso el chapitel es un invariante castizo y el autor sabía un montonazo de invariantes castizos.
Aparte de eso tenemos esculturas, placas con relieves, medallones, hornacinas, chirimbolos...
Si rodeamos el edificio esa primera fachada "neoclásica sosa" se convierte en "neoclásica nerviosa" en los lados y por atrás, con profusión de contrafuertes y... cosas.
No me paro a describir las "cosas", ni siquiera la cúpula ochavada ni los arcos termales del tambor, pero si vosotros tenéis humor podéis poneros con ello.
¿Se os ha pasado ya la sofoquina? Pues bien, tomad aire: Esta iglesia "neo-neoclásica" por fuera resulta que por dentro es... ¡Tachán!
¡Neogótica!
Si hay un estilo cuyo aspecto estético es una traducción sincera y directa de su sistema estructural es el gótico: los arbotantes, los pináculos, los arcos ojivales, los rosetones... Todo ello es prácticamente un diagrama de fuerzas. Todas las formas responden a la necesidad de resistir las fuerzas e irlas descargando hasta el suelo. Pues aquí no. Aquí el gótico es una mera cuestión de gusto.
Pero aquí no acaba todo. Porque la cripta es...
¡Neonoséqué! (Es que en algunos lados he leído que neorrománica y en otros que neorrenacentista).
Yo creo que tiene algo de románica por los arcos de medio punto y las bóvedas de cañón, y por la poca esbeltez de las columnas y el estilo de sus capiteles. Sin embargo el cruce de la bóveda me huele más a un cinquecento pasado de fecha. (A lo mejor es por eso por lo que me huele).
Todas las catedrales tienen varios estilos. Pero es porque tardaron tanto tiempo en construirse que mientras tanto iban cambiando no solo las modas, sino las técnicas de construcción. Pero en cada momento eran los estilos de su tiempo, y se realizaban con coherencia y pertinencia.
Esta Almudena, por el contrario, es completamente incoherente e impertinente, y tiene un montón de estilos que responden solamente al "gusto" y que no tienen ninguna verdad en su interior.
(Por si faltara algo, se terminó por encargar las vidrieras y otros adornos colorísticos a un "artista" digno de esta obra, pero eso ya sí que me supera. Además ya estoy gimoteando y no quiero que me veáis llorar).
Sin embargo, hablando de gusto, ¿qué os parece si nos vamos allí, a la plaza entre la Almudena y el Horno de Pan, y preguntamos a la gente cuál le gusta más? ¿Apostamos? ¿Os parece que podría ser en torno a un 90% a favor de la catedral y un 10% a favor del horno o soy demasiado optimista?