Revista Regiones del Mundo

Hospitalidad a la castellana

Por Arielcassan

 

Miraba hacia atrás desde el asiento de mi bus, viendo como se iban alejando lentamente el mar, la ciudad de Bilbao y el siempre verde País Vasco.

Paisajes como estos generan en el observador una cierta sensación de estaticismo. Como si se tratase de una foto, dan la impresión de poder ser recorridos infinitamente sin que su apariencia cambie.

Quizás es su estrategia para atraparnos, confundirnos, para no dejarnos ir. Ayudados por su imponencia y vastidad, intentarán mantenernos entre sus límites, haciéndonos querer creer que no hay nada más allá que su propia inmensidad.

Pero todo viajero que se haya aventurado a las rutas conoce ese secreto, y tal como las estrellas se mueven lentamente por la bóveda celeste sin que nos demos cuenta, nosotros podemos vencer la estática de cualquier paisaje lentamente con el paso de los kilómetros, sin que el mismo se avive y entonces poder descubrir nuevos relieves, nueva flora, nuevos colores.

Al cruzar los Montes Vascos, sección de la gran Cordillera de Cantabria, el inmutable verde de las vascongadas cambia radicalmente. Traspasar la serranía en dirección sur fue la forma que tuve de ganarle la pulseada a la geografía vasca y así encontrarme con mi próximo destino.

El sólido verde había quedado atrás, ocultándose tras los zigzags del relieve para dar lugar a una vasta meseta amarillenta. Esa visión de grandes campos y leves ondulaciones era mi bienvenida a la región española de Castilla.

La Castilla de cuentos

La Castilla de cuentos

Histórica tierra de caballeros y señores feudales, Castilla provoca en cualquier hispanohablante una asociación directa con su propio idioma: el castellano (nombre alternativo para el “español”), nombre que se le dió por haber surgido precisamente en el antiguo reino homónimo.
Esta famosa región ibérica también puede transportarnos a épocas medievales donde caballeros como el Cid o Don Quijote de la Mancha (de la mano y pluma de Miguel de Cervantes) recorrían la zona generando historias inolvidables y proezas épicas.

Y justamente mi primer destino tenía mucho en común con el primero de estos hidalgos caballeros.
Quién haya viajado un poco por mi ciudad, Buenos Aires, habrá pasado seguramente por una transitada rotonda denominada “el Cid Campeador” entre los barrios de Caballito y Villa Crespo. Los que hayan logrado trascender a los insultos provocados por el agitado tráfico de la zona, habrán observado la estatua de mármol y bronce que allí se encuentra, dedicada a Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid, en cuya base se puede leer la leyenda “Encarnación del heroísmo y espíritu caballeresco de la raza”.

Estatua del Cid, pero la versión en Burgos

Estatua del Cid, pero la versión en Burgos

Mi primer parada en Castilla era la ciudad de Burgos. Aún siendo poco reconocida entre los tantos destinos turísticos de España, mi corto tiempo en la ciudad me hizo arrepentirme de sólo haberle destinado 4 horas para recorrerla. Como todo lugar del que espero poco, Burgos me sorprendió con un gran abanico de cosas interesantes para ver.

Principalmente, la ciudad es conocida por haber sido lugar de nacimiento del Cid. Actualmente se contienen sus restos en la catedral y hasta hay un itinerario dentro de la ciudad para ver lugares importantes en su vida.

Tumba del Cid Campeador en la Catedral de Burgos

Tumba del Cid Campeador en la Catedral de Burgos


Hueso del Cid. ¿Será real?

Hueso del Cid. ¿Será real?

¿Pero quién fue este personaje?

Rodrigo Díaz de Vivar, el “Cid Campeador”, fue un noble caballero hidalgo del siglo XI, que vivió en plena época de avance árabe sobre la península ibérica. Tras servir como leal vasallo a un rey feudal castellano y sufrir un conflicto de intereses con este, fue desterrado a la soledad y hasta se le expropiaron sus propiedades. El “Cid” entonces, decidió luchar como un caudillo independiente contra el imperio almorávide, logrando reconquistar una gran parte de la península sin depender ni responder a ningún rey, lo que fue un hecho totalmente inusitado para la época.
Conocido por sus valores y su heroísmo, sus aventuras quedaron plasmadas en el primer gran relato de la literatura española, el “Cantar del Mio Cid“.

Más allá de la historia de este personaje, la ciudad de Burgos posee otros atractivos que hacen valer la pena visitarla. Su catedral, parte del Camino de Santiago, tiene unas dimensiones y una calidad artística que jamás había visto. De unas proporciones increíbles (e innecesarias), cada una de sus capillas presenta retablos y cuadros de un valor incalculable. Una excelente pieza de arte, que sin duda alguna le queda muy grande a cualquier religión de culto, pero que igualmente lo deja a uno pasmado por la belleza de lo que se está viendo.

La imponente catedral de Burgos

La imponente catedral de Burgos


La imponente catedral de Burgos

La imponente catedral de Burgos


La imponente Catedral de Burgos

La imponente Catedral de Burgos

El mapa de Burgos tenía un sin fin de supuestos puntos de interés. Como mi tiempo no alcanzaba, preferí perderme en sus callejuelas. Aprovechando la ausencia del turismo masivo, me adentré en solitario por sus pequeñas pasarelas empedradas.

Lo que ví fue la verdadera bienvenida a España. El País Vasco, típicamente rebelde y con ansias de independencia, parece ser parte de una realidad aparte. Pero contrariamente, Castilla debe ser de las regiones más auténticamente españolas del país.

Las banderas rojas y amarillas cuelgan de casi todos los balconcitos, dando un colorido muy particular. Es una forma de expresar el patriotismo español, apoyado ampliamente en estas épocas por el buen presente de la selección nacional de fútbol.

La españolidad al palo

La españolidad al palo

Como comenté, por primera vez tuve la sensación de estar realmente en España. Los bares típicos, los chicos jugando a la pelota en las calles, las señoras sentadas en casas donde cuelgan gran cantidad de macetas con plantas, las múltiples imágenes del Toro de Osborne y las publicidades de jerez en los carteles.

No puedo decir que conocí la ciudad de Burgos según lo que decían los itinerarios recomendados del mapa, pero hice mi propio itinerario, descubriendo la urbe a mi manera, y sinceramente me gustó mucho. Si van de camino a Madrid desde el norte, como estaba haciendo yo, vale la pena dedicarle al menos un día a esta histórica ciudad castellana.

La españolidad al palo

La españolidad al palo


Callecitas de Burgos

Callecitas de Burgos

Faltaban dos días para reencontrarme con mi familia en Madrid, y había varios pueblos y ciudades de camino. Decidí confiar mi suerte entonces a la red de hospedaje de la que ya varias veces hablé en el blog: CouchSurfing.

Y ya que hablaba previamente del espíritu caballeresco, ¿qué concepto representa más ese tipo de valores en los días presentes que la hospitalidad? El sentido de ayudar desinteresadamente a quién lo necesita, por el sólo deseo de compartir buenos momentos con alguien que proviene de otras tierras. Justamente, de eso se trata básicamente CouchSurfing.

Y la hospitalidad castellana no se hizo esperar. No pasaron más que unos minutos desde que envié un mensaje con un pedido de alojamiento a la ciudad de Segovia, para que el “caballero Mauro” se haga presente con la voluntad de recibirme.

Mientras arreglabamos los detalles para mi llegada, la acogida castellana se lució por partida doble. Lucía, otra miembro de CouchSurfing de una ciudad precedente en la ruta a Segovia llamada Cuéllar, me ofreció hacer una parada previa en su pueblo por una noche y así conocernos.

Dejando como siempre que los dados decidan el camino a seguir en esta Odisea y aprovechando la capacidad de flexibilidad que afortunadamente le otorgué desde un principio, el pueblo de Cuéllar fue finalmente el siguiente destino.

Me encontré con Lucía ya casi de noche para sorprenderme nuevamente con todavía más hospitalidad. Sofi, otra chica de CouchSurfing del pueblo, se presentó también a la velada con Louis, un chico de Senegal, para ofrecerme una recorrida nocturna en su auto. ¡Qué más podía pedir!

Lucía, Louis y Sofi, la hospitalidad personificada en Cuéllar

Lucía, Louis y Sofi, la hospitalidad personificada en Cuéllar

Entre las dos, hicieron de excelentes guías de turismo, llevandome a través de las callecitas y de sus secretos. Y así descubrí una de las cosas que más de me gustan de España: hasta el más mínimo pueblito está plagado de castillos, alcázares, torreones y obviamente, ¡muchas historias! Uno podría pasar la vida en el país sin conocer todas las maravillas que éste aloja.

Castillo de Cuéllar, de noche

Castillo de Cuéllar, de noche


Cuéllar y su mar de pinos, al fondo

Cuéllar y su mar de pinos, al fondo

Tras la visita guiada, aún quedaba mucho por hablar. Con la muy agradable compañía de Lucía, nos pasamos unas cuántas horas charlando de la vida misma, y de viajes por aquí y por allá. Ella con sus deseos de conocer Argentina, yo con mis deseos de conocer algunos otros lugares por los que ella anduvo como Italia o el mismísimo Camino de Santiago. ¡El resultado es genial! ¡Más gente linda que se cruza en el camino y que espero volverme a encontrar pronto en nuevas tierras!

¡Gracias por todo, Lu!

¡Gracias por todo, Lu!

Pero como anticipé, la hospitalidad castellana no terminaba ahí. Al otro día me esperaba en Segovia otro miembro de CouchSurfing, Mauro. Haciendo honor a su origen, me recibió abiertamente en su casa demostrando su propio espíritu caballeresco, en versión moderna.

Otro excelente guía local (ya creo que muchos deberían dejar sus profesiones actuales y dedicarse a esto), Mauro me llevó por una Segovia alternativa. Sin dejar de pasar por los puntos de interés más importantes, me fue contando otras tantas historias que se esconden en las estrechas callejuelas de la antigua ciudad de origen romano.

Una mezcla de relatos del lugar desde una perspectiva relajada y sus propias anécdotas en la ciudad, caminamos durante horas por cada uno de los rincones de Segovia. Más allá de la belleza propia y característica de su fisionomía, hay tres lugares que destacan ampliamente sobre el resto.

En primer lugar, como en toda ciudad española, la Catedral. De estilo gótico con toques renacentistas, se yergue majestuosa en pleno centro de la localidad amurallada. La paz y tranquilidad se sienten en cada nave, en cada capilla, pero sobre todo, en el espectacular claustro que la acompaña. Una visita obligada dentro de la ciudad.

Catedral de Segovia

Catedral de Segovia

Por otro lado, en el lugar más alto de la estratégica posición que se eligió para Segovia, el Alcázar. Antigua residencia de reyes, posteriormente prisión, colegio militar y finalmente museo. Recorrer sus salas es pasear por la historia española misma y las vistas que se tienen desde alguno de sus balcones ya justifica totalmente el costo de la entrada. A través de sus ventanas, se observa con claridad todo el valle que rodea a la ciudad, con sus campos, sus pueblos y sus pequeñas iglesias. Un espectáculo en sí mismo.

Alcazar de Segovia

Alcazar de Segovia


Alcazar de Segovia

Alcazar de Segovia

Y por último, la joya de la ciudad. El principal motivo que atrae a todo el turismo de escapadas de Madrid. Una obra de ingeniería que perdura impecable en la historia desde hace casi 2 milenios, en tiempos en que el vasto Imperio Romano dominaba la región. Candidata a Maravilla Moderna del Mundo, con 17 km de longitud y 28 metros de altura en su punto cúlmine, no hay más que mostrar algunas fotos para que se dislumbren con todo su esplendor: el famoso Acueducto de Segovia.

El Acueducto de Segovia

El Acueducto de Segovia


El Acueducto de Segovia

El Acueducto de Segovia


El Acueducto de Segovia

El Acueducto de Segovia


El Acueducto de Segovia

El Acueducto de Segovia

Mi anfitrión local, Mauro, resultó no sólo ser un gran guía de turismo, sino que también es el nombre del baloncesto en Segovia. Una pasión que tiene desde chico, actualmente se dedica a arbitrar partidos y organizar eventos relacionados, y es una figura conocida por todo el que practique este deporte en la ciudad, y por unos cuántos más a nivel nacional.

Así que para despedirme de Segovia con aún más hospitalidad, fuimos con Mauro y algunos de sus amigos a cenar algo. La amistad que los une es justamente la pasión por la pelota naranja a rayas. Aún siendo un deporte que siempre me gustó pero que se me mantuvo ajeno, la cena se disfrutó mucho porque supieron hacerme sentir uno más, y con el contexto de un bar de los que da gusto: el clásico buffet de club donde se charla con el dueño que te sirve siempre de más porque te conoce, mientras se comen pipas y se tiran las cáscaras al piso. Bien, bien típico. ¡Un lujo!

Mauro, el caballero segoviano

Mauro, el caballero segoviano

Finalmente los dos días pasaron, llenos de anécdotas y conociendo gente fabulosa. Dejaría Castilla, con un recuerdo imborrable, para seguir rumbo hacia Madrid, hacia el esperado reencuentro familiar. ¡Será hasta el próximo post entonces!

¡Saludos a todos!

 


Volver a la Portada de Logo Paperblog