17NADA ES CASUAL
Solo pensar en pasar unas horas en la "playa" de la Punta del Sebo, llenaría del jolgorio infantil aquellas momentos previos a las mañanas del sábado o del domingo. Repleto de niños con gorras, chancletas de goma, y poco más, en un ambiente más que festivo, aquellos autobuses pintados mitad azules y mitad amarillos, con grandes ventanales acristalados, por lo general corridos, permitiendo pasar el aire de lleno al interior del habitáculo, mientras el aroma destilado de los eucaliptos llenaba de fragancias primaverales el corto viaje. La pequeña "playa" de la Punta del Sebo se presentaba con una inusitada agitación, familias en corrillos alrededor de sombrillas multicolor, chicos que jugaban en la orilla emulando a los jugadores del "mejor equipo del mundo de futbol", grupos de amigos departiendo en animadas conversaciones sobre las toallas-parcela, madres, padres, abuelos, y las mejores chicas del lugar luciendo palmito como no podría ser de otro modo.
Todo esto ocurría bajo la atenta y serena presencia del Monumento a Colón, que todos conocíamos, que todos identificábamos como tal, que todos entendíamos como algo nuestro, pero que por lo general solía ser algo simbólico, un hecho consumado, aunque en torno a él y a la ría a la que quedaría fijado, habría una gran historia por descubrir por lo común desconocida y poco o nada divulgada.
Era una tradición que Coca-Cola organizara sus "Concursos de Castillos de Arena" , y un modo de tener manga ancha para tomar todo el liquido que fueses capaz de tragar, y fue así como me apunté a uno de aquellos concursos, y al mismo tiempo con que trataba de defender el pabellón de los Morales, mientras con una mano trataba de argumentar una propuesta digna, esculpiendo aquella arena gruesa, poco compactable, con la otra no dejaba de reponer botellines de Coca-Cola helada, que sabían a gloria. Colón, o más bien su complicidad fue testigo mudo de aquella "proeza", no solo mía, sino común a tantos otros que pensaban lo mismo que yo, beber Coca-Cola gratis sin moderación. Concluido el tiempo estipulado, un jurado seleccionaba al ganador, justo es decir, que entre los participantes, había verdaderos e inesperados artistas, gente bien aleccionada y preparada sin duda, que ya se hacían acompañar de algunos usos de albañilería, que evidentemente ayudaban a dar forma y equilibrar aquellas propuestas. Al resto de los participantes una gorra blanca ribeteada con un cordón de color rojo del mismo modo que el logotipo de la marca, un Regalo por participar y un buche lleno del liquido elemento, un exceso digno de reyes. Lastima que con el paso de los años, esta marca de refrescos dejó de hacer estos famosos y esperados momentos veraniegos.Huelva siempre estuvo unida a la Punta del Sebo, por una u otra razón, la ciudad miró hacia aquel punto, cuando se trataba de encontrar el rincón en el que encontrar cierta serenidad, la identidad de la ciudad pasaba por aquella Avenida de la Rábida o carretera de la Punta del Sebo, un paseo que discurría paralelo a la ría de principio a fin. La avenida comienza en el Muelle de Río Tinto, una estructura de hierro al estilo francés de la torre Eiffel, pocos metros más adelante se situaría el Club Náutico, y con motivo del IV Centenario del Descubrimiento, se montaron los Baños Flotantes, plataformas situadas en medio de la ría de estilo Victoriano, un lugar excelente desde el que tomar un baño o degustar una Manzanilla con cierto estilo. Ya casi llegando al Monumento a Colon, se construyó un “espacioso y bellísimo banco” como motivo ornamental destinado al descanso y relax de los paseantes. Se le bautizó como el Banco o Fuente de las Naciones Americanas y al parecer era un rincón muy especial al que acudían los onubenses con gran deleite.Leer resto del capítulo y los editados hasta este momento