Revista Opinión

Hotel lópez de haro (bilbao - vizcaya)

Por Candreu
HOTEL LÓPEZ DE HARO (BILBAO - VIZCAYA) HOTEL LÓPEZ DE HARO (*****)
Orueta Apezpikuaren, 2, 
48009 Bilbao (Vizcaya)
Habitación: 511
Fecha de entrada: 08/03/2018
Tarifa: 93€ (SA)

A un paso del centro comercial de la ciudad, y a dos del centro más histórico de la ciudad, en una tranquila y corta calle casi sin tráfico encontramos un clásico de corte clásico, con una planta baja de tipo florentino con grandes bloques de piedra, algunos óculos y una enorme puerta de madera blanca y cristal con manivelas doradas y letras del mismo color con el nombre del hotel por encima. Hacia arriba, seis plantas de ladrillo, roto por cuadradas ventanas. Todo muy recto, simétrico y clásico.
Un tipo vestido de blanco de los pies a la cabeza se hace cargo de nuestro coche y de nuestro equipaje nada más parar frente a la puerta en el espacio reservado para ello. Nos abre la puerta y entramos en un luminoso recibidor. Todo pintado en blanco. Puntos de luz en el techo. En el suelo, sobre el mármol, una enorme alfombra sobre el que hay una mesa con algunas plantas. A la derecha, en un armario librería se ofrece agua y una infusión de bienvenida. A la izquierda el mostrador de recepción, como una barrera tras la que hay un par de mesas de trabajo. Sobre el mostrador, ancho y de mármol hay algunas tarjetas y folletos del hotel.
Hace años que no dormimos aquí, pero el recepcionista nos saluda sorprendentemente por nuestro apellido. Muy ceremonioso chequea nuestros datos en el ordenador y nos entrega un pesado llavero dorado con llave antigua. Nos pregunta cuántos equipos vamos a querer conectar a la red y nos entrega dos papelitos (uno para cada uno) con la compleja clave del wifi que es gratuito y veloz en todo el edificio.  Los armarios, las molduras del techo, las alfombras… todo da una refinada sensación de clasicismo. Lástima que el bar, ubicado al fondo del hall, sea demasiado gritón y que huela demasiado como a lejía.
El tipo de blanco nos indica el camino hacia el ascensor y nos acompaña. Botones dorados clásicos abren dos puertas automáticas. muy ceremonioso. El interior del ascensor es nuevo. Paredes imitando madera con unas láminas de espejo y una pantalla con una foto de NuevaYork y un surtido de noticias. Las puertas se abren a un amplio distribuidor. Suelo de madera, antigua pero cuidada, alfombras por todos los sitios. Hay como dos alturas, unidas por una amplia escalera. Luces puntuales. Sensación de calidez. Paredes a grandes rayas blancas y negras. Puertas de madera antigua bien cuidada. Lástima que las puertas de los office y de las escaleras estén destrozadas a golpes.
La puerta se abre con una llave de las antiguas, de cobre. Moqueta gruesa, casi negra en el suelo, paredes blancas y techos con molduras en color gris plateado, como casi todos los marcos de las puertas. Un foco de luz en el pasillo. Algo frío. Todos los interruptores son negros con una banda iluminada en tono rojo. Hay uno que activa todas las luces de la habitación. A la derecha, tres puertas entreabiertas con el armario. Viejo. Las puertas están pintadas pero no las merece un cinco estrellas. El armario tampoco. Hay tres partes. En una un viejo minibar con un amplísimo y caro surtido. En otra, cajones y una caja fuerte y en otra el colgador largo. Perchas antirrobo de distintos formatos y medidas, y una curiosa percha porta corbatas. A continuación un enorme espejo de techo a suelo. Enfrente, la puerta del baño, en madera blanca, con manivela de acero nuevo y marco de madera en ese gris plateado. La sensación es de que hace falta alguna reforma. Algunas partes del techo están rajadas e incluso algún trozo de moldura, caído.
Un paso más adelante entramos en el dormitorio. No es muy grande. A la derecha de la puerta un maletero de metal de tijera bajo una placa de metacrilato que cubre la pared. El botones vestido de blanco se encarga de abrirlo y colocar sobre él la maleta. A continuación, colgando de la pared, un bonito televisor de plasma, y junto a él antes de la ventana un pequeño escritorio. Tiene demasiadas cosas (un equipo de música, una cafetera de cortesía, un bote de ambientador, cartas y folletos del hotel...) por lo que se hace complicado trabajar en él. Junto a él hay varios enchufes disponibles. Pero falta espacio (la mesa es pequeña, aunque de bella factura) y falta también una lámpara de trabajo. Sobre el escritorio, un cuadro en blanco y negro con una imagen clásica de la ciudad.  Delante del escritorio una silla de madera negra a juego con la mesa, y tapizada en raso a rayas bastante incómoda.
Al fondo de la habitación protegida por unos cortinones brillantes en color plata, un visillo blanco y un potente foscurit está la ventana de correcta factura. Vistas a un patio interior silencioso decorado con un pequeño jardincito al que se le podrían dar más posibilidades.
A la izquierda de la puerta del dormitorio encontramos, bajo un espejo con marco de madera una mesa redonda de centro con una flor y una silla de piel cómoda aunque algo baja. En el centro está la cama. Ancha para ser individual, quizá estrecha para ser doble. Ubicada bajo un potente cabecero de tela negra con motivos florales y un marco grande negro. Contrasta con la lencería blanca con la que se viste el descanso. Dos almohadas y un cuadrante comodísimos, como comodísimo es el colchón y el nórdico y las sábanas que conforman el equipo de lencería. A los pies, un plaid en ese tono gris plata que se repite por todos los sitios. A cada lado de la cama hay sendas mesillas, de madera negra. Elegantes. Sobre ambas, dos lámparas de noche, con pantallas muy oscuras. Dan un toque muy cálido y agradable a la habitación por la noche, pero claramente insuficiente para la lectura o el trabajo desde la cama. En una de ellas, la que tiene el teléfono, hay una hilera de interruptores de luz y otro para un hilo musical que no funciona. Un enchufe disponible. 
El descanso es correcto. Hay aire acondicionado, algo ruidoso, pero no se puede controlar desde la habitación. Debe ser todavía de aquellos centrales para todo el edificio. Lo cierto es que la temperatura resulta más que agradable, y el ruido es apenas imperceptible durante la noche. La insonorización interior podría mejorarse. El hotel es muy tranquilo pero se escuchan las puertas de los vecinos. El dormitorio en general está renovado e inspira una agradable sensación de calidez. HOTEL LÓPEZ DE HARO (BILBAO - VIZCAYA) El baño resulta más arcaico. Antiguo. No es viejo porque todo está muy bien conservado, pero respira aires de tiempos pasados. Muy luminoso con puntos de luz en todo el techo y con distintas opciones de luz. Suelo y paredes en mármol en tono arena. A la izquierda hay un inodoro y un bidet (con tapa) de corte antiguo. El inodoro es de esos que se llena de agua cuando uno tira de la cadena. Junto a ellos una papelera con una bolsa de plástico. Frente a la puerta hay un lavabo blanco encastrado en una encimera de mármol sobre la que hay un enorme espejo. En la parte baja del espejo hay una repisa de cristal en la que se ofrecen dos vasos envueltos en plástico, un bote de gel, de crema hidratante, de champú y de acondicionador, y una pastilla de jabón. Todo ello bien empaquetado con el logo de la cadena Ercilla. Junto al lavabo, en una cesta de mimbre se ofrece el resto de las amenites: set dental, pañuelos de papel y gorro de ducha. Quizá repertorio algo escaso para algo escaso para un cinco estrellas.  A la derecha del lavabo un espejo de aumento con el mástil que lo agarra a la pared algo deteriorado. A la izquierda un potente secador de pelo. HOTEL LÓPEZ DE HARO (BILBAO - VIZCAYA) El grifo es algo antiguo, pero funciona a la perfección. Buena temperatura, presión y caudal, tanto que el ruido que provoca el chorro de agua contra el lavabo llega a resultar molesto. A la derecha de la puerta encontramos la bañera. No muy alta, y protegida por una mampara de cristal. Dentro, una impresionante columna con chorros de hidromasaje, quizá algo baja para los que somos muy altos, lo que nos obliga a ducharnos “doblados”. La temperatura y presión son correctas, pero quizá al caudal le falte un punto para ser excelente. Al fondo de la bañera encontramos un toallero metálico donde se ofrecen dos toallas de ducha. Las otras dos toallas, de manos, cuelgan de una barra delante del lavabo. La lencería en general es correcta. Blanca, muy limpia, de tamaño generoso pero poco lustrada para ser un cinco estrellas.
Salimos temprano y todavía no está disponible el desayuno. Pero la atención en recepción es sumamente cálida. Nos preguntan por el minibar, pero también por el descanso, y se hacen cargo de nuestro equipaje que bajan al coche que acercan a la puerta mientras terminamos de abonar la estancia.

Calidad/precio: 9 Servicio: 10

Ambiente: 8.5
Habitación: 8.5

Baño: 7
Estado de conservación: 6

Desayuno: 
Valoración General: 8.5

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