Revista Opinión
HOTEL RAMÓN BERENGUER IV (**)Plaça Ramón Berenguer IV, 225007 Lleida Habitación: 213
Fecha de entrada: 21/05/2021
Tarifa: 39,00 (SA)
En la misma plaza de la estación del AVE, frente a una amplia plazoleta peatonal y haciendo esquina con una de las avenidas más amplias de la ciudad encontramos este vetusto establecimiento en un edificio cuadrado, pintado en verde con las ventanas, también cuadradas, remarcadas en blanco. Algunas tienen toldos blancos, hoy algo ennegrecidos por el pesado tráfico de la avenida y la falta de mantenimiento. Entre dos parterres y bajo un tejadillo metálico encontramos la puerta de entrada de cristal. Hay dos pares y no son automáticas. Entre ambas una zona con una viaja alfombra. Una vez dentro encontramos casi junto a la puerta un carro con sábanas sucias al lado de un armario con folletos turísticos de la zona. Una señora de la limpieza aparece por una puerta para retirarlo rápido. El hall se abre hacia la derecha. Bastante iluminado por la luz de la calle que entra a través de dos enormes ventanales que ocupan casi toda la pared a las dos avenidas principales en las que se ubica el hotel. Todo aparenta como caduco, antiguo y algo trasnochado. Suelos de mármol, muebles antiguos, sofás de piel y mesas barrocas de centro, tapices y cuadros, y allí mismo un poderoso mostrador de madera y mármol, parapetado en metacrilato tras el que, sentada tras una mesa, nos recibe una recepcionista algo mayor que escucha las noticias en un transistor. Fríamente y casi sin mirarnos nos pide el DNI a través de una pequeña rajita bajo el metacrilato y nos entrega un bienvenida relleno a mano con un cartoncillo y la tarjeta que hace de llave de la habitación. Nos explica el funcionamiento del wifi que es gratuito, veloz y eficaz en todo el establecimiento y nos resume la tarifa a pagar. A la izquierda está ubicado el único ascensor del hotel. Puerta metálica de las que hay que tirar de ella. El interior es estrecho y largo. Apenas cabrán dos personas. Botonadura metálica algo más moderna. Dos puertas automáticas se pliegan al pulsar el botón. La puerta se abre a un rellano por el que pasa la fría escalera de terrazo, y allí mismo se abre un pasillo estrecho, con suelo de madera nueva, puertas de madera oscura bastante nuevas, junto a las que hay unos cartelitos con el número de la habitación en guarismos dorados. Tras abrir la puerta, la habitación huele a cerrado y allí mismo hay una ranura para que introduciendo la tarjeta se encienda la luz. Cuando esto ocurre despertamos a una mosca que hay dentro. Al lado de la ranura hay una puerta de madera que accede a un mínimo armario que oculta los cuadros de la luz. A su lado el display moderno del aire acondicionado, que funciona eficazmente y sin apenas ruido. El espacio del dormitorio sin ser generoso, es adecuado. La sensación es una mezcla entre rancio y renovado con poco efectismo. Suelo de madera clara mate, tanto en la habitación como en el baño y paredes pintadas en blanco. La cama grande para ser individual y algo más justa de tamaño para ser doble aparece vestida en blanco, con un edredón sin planchar. A los pies, un plaid color chocolate algo sucio. Dos almohadones. Empotrada contra un cabecero de madera en el que hay dos apliques de luz de lámparas metálicas en dorado y pantallas de tela en color arena. Bajo ellas, sendas mesillas cuadradas de madera a juego con tapa de cristal. En una de ellas un teléfono y un folio plastificado con los servicios del hotel. Sobre ambas, generosos interruptores de luz y un enchufe disponible para los aparatos electrónicos. A los pies de la cama hay una mesa de escritorio cubierta con un cristal. Sobre ella un hervidor de agua con dos tazas, un par de sobres de té, unas galletas y unos azucarillos. Encima de la mesa, el mando a distancia de la televisión, una lámpara de pie en metal negro y tulipa color crudo. Cuelga de la pared una pantalla plana de televisión, ubicada quizá demasiado baja. Junto a ella un par de enchufes disponibles. Bajo la mesa hay una papelera negra y una silla de madera tapizada en terciopelo color salmón. Al lado de la mesa, y en la pared de la ventana, un radiador repintado en plateado. La ventana, que da a un amplio y luminoso patio interior, está cubierta por unas feas cortinas de tela liviana a rayas en distintos tipos de marrón, y una persiana evita por completo que la luz exterior entre en el dormitorio. La iluminación ofrece además de las lámparas de la mesilla cuatro puntos halógenos de luz en el techo.Detrás de la puerta e impidiendo su completa apertura hay un sencillo maletero de tijera en madera con tiras de tela negra. Sobre él, enmarcado en la pared, un rancio cartel con las instrucciones de emergencia. A la derecha de la puerta además del display moderno del aire acondicionado, que funciona con bastante eficacia y sin apenas ruido, hay un enorme armario de puertas correderas en madera. En su interior baldas con la caja fuerte y un colgador con varias perchas antirrobo. El descanso no es fácil porque aunque la insonorización exterior es adecuada, la interior resulta lamentable. Se escucha el ruido del ascensor, los pasos del pasillo, las voces de las habitaciones cercanas (en una de ellas hay una bronca de cuidado)... A los pies de la cama, encontramos la puerta de madera del baño, con manivela metálica algo trasnochada. Su interior es estrecho, tan estrecho que para usar el lavabo debemos salirnos del espacio del baño hacia la habitación. A la derecha queda el inodoro, justo debajo de una gran ventana no practicable. A la izquierda queda la generosa cabina de ducha protegida por unas puertas correderas en aluminio blanco y cristal algo antiguas. La grifería sin embargo es moderna y funciona perfectamente con un caudal, temperatura y presión envidiables.Frente a la puerta, en una encimera clara se encastra el lavabo en blanco con una grifería monomando. Sobre ella un generoso espejo hasta el techo. A la derecha las amenities que se resumen en una pastilla de jabón y dos sobres de gel y champú de los que hacía mucho tiempo que no veíamos. A la derecha de la encimera, en una barra se ofrecen dos toallas de manos, y a la derecha de la puerta, en otro colgador en la pared, las dos toallas de ducha. Su calidad, tamaño y limpieza son incuestionables. En la pared también encontramos un secador de pelo de escasa potencia y un portarrollos de papel higiénico al que ya le queda poco. El techo practicable en metal hace que se oigan todos los sonidos del baño contiguo.Por la mañana la salida del establecimiento resulta tan fría e impersonal como la llegada. Un empleado nos ofrece la factura y nos cobra la estancia sin demasiado interés más allá del procedimiento de pago. Calidad/precio: 7
Servicio: 5
Ambiente: 5
Habitación: 5.5
Baño: 7.5
Estado de conservación: 7Desayuno: