Explicar los intríngulis de la política en Canarias requiere de un sobreesfuerzo didáctico del que no sé si seré capaz. Al menos voy a intentarlo. Andaban amigablemente unidos el PSOE y CC con su pacto en el Gobierno autonómico cuando, de buenas a primeras, el matrimonio empieza aparentemente a resquebrajarse. En realidad no ha sido de buenas a primeras, sino a partir de las primarias de los socialistas isleños que dieron la candidatura a la presidencia de la comunidad autónoma a la diputada Patricia Hernández. Casi en paralelo, los nacionalistas canarios se embarcaron también en su propio proceso de primarias, algo más modesto que el de sus socios de gobierno por cuanto se ciñeron a los órganos de dirección del partido en lugar de tener carácter abierto urbi et orbi como las del PSOE.
Ello no impidió que volaran las navajas en ambos partidos y que se produjeran cortes políticos profundos que siguen sin cicatrizar y que amenazan con infectarse y gangrenarse. En el PSOE, la candidata no perdió un minuto para pedir a la dirección federal de su partido que readmitiera a los consejeros del cabildo de La Palma, expulsados a las tinieblas exteriores del socialismo por haberse atrevido a romper el acuerdo de gobierno con CC y pactar con el PP. Nada que no haya ocurrido una y cien veces en tantos y tantos sitios.
En el cálculo de la candidata Hernández está el miedo a que la expulsión de sus compañeros de La Palma le haga perder votos en esa isla. Pesan más, sin embargo, las ganas no confesadas abiertamente de hacerse con el control del partido para mejor proveer mediante la vía de calzar por el secretario general del PSOE en las islas, José Miguel Pérez, acérrimo enemigo de la readmisión de los expulsados si no abjuran de sus pecados políticos. Pérez siempre ha dejado claro que la readmisión de los ex camaradas palmeros sin arrepentimiento y propósito de la enmienda sólo se producirá por encima de su cadáver político, lo que incluye abandonar la secretaría general del PSOE canario, con el consiguiente congreso extraordinario, y hasta la vicepresidencia del Gobierno autonómico de la que se ocupa merced al pacto regional. Espero que me hayan podido seguir hasta aquí.
En Coalición Canaria, las tensiones que generó la elección de Fernando Clavijo como candidato a la presidencia autonómica parecían haber amainado hasta que un juez imputó al candidato por delitos como prevaricación, malversación o tráfico de influencias durante su gestión como alcalde de La Laguna. La posibilidad de que tengan que cambiar de caballo electoral en plena carrera hacia las urnas si el juez mantiene la imputación ha puesto muy de los nervios a sus más entusiastas seguidores en CC. Al mismo tiempo es probable que haya provocado también un recóndito hormigueo de satisfacción entre quienes apoyaron para esa candidatura al actual presidente autonómico, Paulino Rivero, y perdieron. Y viene siendo aproximadamente en este punto en donde se entrecruzan estas dos tragedias griegas.
Los partidarios de Clavijo, muy fuertes en La Palma, aprovechan como excusa las maniobras de la candidata socialista en favor de sus ex compañeros en el Cabildo de esa isla para exigir sangre: si son readmitidos como militantes, el PSOE dejará de ser un partido fiable para futuros pactos, por lo que convendría soltar lastre cuanto antes y reorientar la brújula para remar con viento y gaviotas en las velas hacia viejos y conocidos horizontes políticos en los pactos que habrán de cerrarse tras las próximas elecciones.
Dicho de otro modo, el supuesto enfado por la posible readmisión en el PSOE de los díscolos consejeros del cabildo de La Palma no pasa de ser un mero postureo para meter el dedo en el ojo a los partidarios de Rivero y debilitar sus posibles opciones de sustituir a Clavijo en caso de que este decida renunciar a su candidatura si continúa imputado. En resumen, detrás de la farsa del honor mancillado si el PSOE readmite a sus consejeros de La Palma, lo único que hay en realidad es una batalla por el control interno y la elaboración de las listas electorales en los dos partidos políticos que cogobiernan en Canarias. Que eso desestabilice la acción del Ejecutivo no parece ser la mayor de las preocupaciones de quienes se entregan con tanto entusiasmo a estos juegos de salón, por lo demás muy habituales cada vez que la campana toca a urnas. Espero que lo hayan entendido y, si no, no se preocupen: yo tampoco termino de entenderlo