Tras ir esta mañana a un oftalmólogo por un problema en un ojo, por cierto muchas pruebas y escasa historia clínica y empatía, decidí acercarme por el hospital comarcal para visitar varios pacientes míos que están ingresados. Las caras que ponen mis pacientes cuando me ven entrar en su habitación es digna de narrar, su expresión indica que se alegran de ver un médico de "la familia". Tras esta visita vuelta a casa, llamo a recepción para preguntar cuantos avisos tengo: hoy de entrada tengo dos, dos personas con demencia que hacen vida cama sillón, olvidados ya de casi todos menos por sus cuidadores y familias, como reciprocidad de su falta de memoria. Estando en uno de ellos me llaman de recepción y van tres, esta vez otro paciente con vida cama sillón y dolor torácico. Antes de las 13 horas ya llevo tres visitas en el hospital y otras tres en domicilios. Tras un almuerzo frugal, un café en el bar entro en el consultorio, cuento hasta siete pacientes sin cita esperándome, incluido uno al que tengo que comunicar malas noticias y otro citado para una infiltración. Comienzo mi consulta de pacientes citados con 20 minutos de retraso. Cuando llevo una hora y media de consulta, entra alguien bruscamente en mi consulta, urgencia a domicilio, vamos el enfermero y yo en bicicleta, un vértigo paroxistico, mis zapatos quedan salpicados por la comida a medio digerir. Vuelvo al consultorio: una mujer me pide entre sollozos que cuando pueda vaya a ver a un paciente en cuidados paliativos, lo haré tras la consulta, ahí necesitaré tranquilidad. Llevo ya casi una hora de retraso, pero continuo con la lista de pacientes citados, tras 1/2 hora suena el teléfono de mi consulta mientras ausculto un catarro en un anciano, un número corporativo, término y lo cojo: "Consulta de Ángel López, dígame"... Es el centro coordinador de emergencias, una Prioridad 1 en domicilio, respiración dificultosa no tiene pulso, cuando preguntó por su nombre ya se que sólo certificaré su defunción, voy en mi bicicleta solo.Término mi lista de pacientes citados con una hora de retraso, hasta las 20 horas y cinco minutos sigo viendo pacientes sin cita. Me queda mi paciente en cuidados paliativos, mientras me dirijo a su domicilio, ya de noche, en mi bicicleta sin luz por calles sin tráfico, me voy relajando pensando en él. Volviendo hacia mi casa por la calle todavía me consulta otra paciente por una incidencia con una cita hospitalaria, y la escucho con paciencia. Tras atender a más de 70 pacientes, espero no haber cometido muchos errores, ¡hoy me siento bien no estoy cansado!. Medicina de pueblo
Médico Rural