Hoy empiezo. Otra vez. Como cuando teníamos siete años. Hoy, como ayer. Esta vez sin lloros. Sin esperar al recreo para jugar y correr de nuevo, sin hora de la siesta, ni juegos. Pero al final se albergan sensaciones parecidas. Es lo mismo, es volver. Volver al cole, entonces. Volver a la facultad, esta vez. Un año más, quizás el último, y por ello especial. Y me da por mirar atrás, por verme hace veinte años, que se dice pronto, frente a una puerta idéntica a la que volveré a cruzar hoy. Como ayer. Volver al estudio, a los libros, al olor a lápiz y papel. De nuevo sentarme en un pupitre, más grande, distinto al de antaño, pero con el profesor y la pizarra frente a mí. Y es raro completar los mismos ciclos una y otra vez. Verte recorriendo tanto tiempo un mismo camino, un viaje agotador, pero gratificante e inolvidable, cuyo final está a la vuelta de la esquina. Pensar que esto se acaba, y que lo que viene después es un túnel de dudas y sombras. Y da miedo comenzar de nuevo, emprender para luego desaparecer. Hoy, como ayer.