Revista Historia

Hoy, cuento: El refresco

Por Ireneu @ireneuc

La necesidad de aquella empresa era acuciante. Las ventas de aquellos refrescos, que antaño tenían tanta tirada, habían bajado estrepitosamente y, si no eran capaces de remontarlas, acabarían por tener que cerrar. Toda la gente que trabajaba allí, caso de no variar el negro rumbo de colisión que se preveía en el horizonte, se verían sin su única forma de vida. Se tenía que hacer alguna cosa.

Ante la perspectiva de echar el negocio al traste, los "capos" decidieron poner el grupo de científicos encargados del I+D de la empresa a mover sus neuronas para, así, conseguir mejorar los resultados de sus ventas. Los agentes comerciales ya hacían su trabajo con fruición y ahínco, pero el producto también tenía que tener una calidad suficiente que facilitase su venta. Y la que tenía en aquel momento no era suficiente.

Así las cosas, aquellos científicos, presionados por sus superiores y por el peligro de verse en la calle de la noche a la mañana, decidieron poner toda su alma, todo su conocimiento, toda su diligencia, en conseguir la perfección hecha refresco.

Trabajaron mañana, tarde y noche durante días. Mezclaron todo tipo de hierbas buscando la excelencia en aquella bebida. Una bebida tan buena, refrescante y adictiva que consiguiera enganchar a quien lo probase.

Agua de aquí, agua de allá, este aditivo, aquel otro, esta mezcla de raíces, aquella infusión de cortezas, aquella receta, aquella otra...

De improviso, en una de aquellas miles de catas, vomitivas unas, mediocres otras, se encendió la luz. Una de las combinaciones, forzosamente estrambóticas de puro desespero por no poder hallar la piedra filosofal de los refrescos, tenía la proporción áurea del éxito. ¡La habían encontrado!

La bebida era tan efectiva, tan especial, que todo aquel que la probaba quedaba prendado por su olor, por su sabor, por su textura... por todo. Maridaba con cualquier alimento que se comiera e incluso era el complemento ideal para muchos perfumes. Era un auténtico milagro de la naturaleza que los jefes de aquella empresa, prendados como estaban de su propio refresco, no vacilaron un momento en ponerlo a la venta de forma masiva. Las ventas se dispararon.

Tal fue el éxito, que la fábrica no solo no expulsó a la gente, sino que amplió la plantilla, amplió la planta embotelladora y hasta agotó la fuente de agua que suministraba el líquido elemento base del refresco. Una mañana, sin previo aviso, un tremendo ruido invadió el edificio. La policía, armada hasta los dientes, había penetrado en el interior de las oficinas y, apuntándoles con sus armas automáticas, a gritos hicieron tirarse a todo el mundo al suelo. Detenidos, fueron juzgados y encarcelados de por vida.

Sin pretenderlo, habían dado con la droga más potente del mundo.


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