« La avalancha de la deuda », así se titula el libro lanzado en el mes de noviembre por Oroyfinanzas , escrito por Bert Lossbach y Philipp Vorndran y cuyo estudio preliminar ha estado a cargo de Marion Mueller, Vicepresidente de la AEMP y fundadora de Oroyfinanzas, y Javier Santacruz coeditor y economista.
Un libro muy interesante que nos explica los peligros de la deuda para nuestra democracia, la prosperidad común y la fortuna. Hemos encontrado un capitulo muy interesante que compartiremos a continuación con ustedes, que se titula “Hoy dinero, mañana confeti”:
“ Las tasas de inflación todavía son bajas, pero solo es cuestión de tiempo, no de probabilidad, que se precipiten los acontecimientos. Dar la vuelta al problema de la deuda pública mediante crecimiento o programas de ahorro nos parece prácticamente imposible. Los políticos y los responsables de los bancos centrales siguen jugando contra reloj. Quieren postergar lo inevitable al mayor tiempo posible. Como lo hemos visto, de la noche a la mañana pueden ser posibles cosas que se consideraban totalmente inverosímiles el día anterior. La UE rescato Grecia, Irlanda y Portugal, a pesar de que en los tratados de Maastrich se excluía explícitamente esa posibilidad para evitar una unión de responsabilidades. El Banco Central Europeo compró bonos del Estado, lo cual también está prohibido. Los acontecimientos y sus consecuencias tardan años en penetrar en la conciencia de la población. Se trata de un proceso de comprensión lento, pero que cada vez va cogiendo más velocidad. Al principio solo unas pocas personas están al corriente, luego un pequeño círculo y a continuación una minoría informada que va creciendo rápidamente. Cuando un número suficiente de personas se haya dado cuenta del camino que estamos tomando, se hará la luz para las masas.
Hiperinflacion alemana en 1923
Así sucedió, sin dudas, cuando los alemanes tuvieron su primera experiencia con la inflación en los años veinte. En el año 1920 prácticamente nadie comprendió lo que supondría el tratado de paz de Versalles para la situación financiera de Alemania y su divisa. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial había en circulación billetes por valor de 2.700 millones de marcos. A finales de 1918 aumentaron hasta los 27.000 millones de marcos y dos años después llegaron ya los 77.000 millones. En este punto el marco ya había perdido el 90% del valor que tenía en 1914. Sin embargo, la hiperinflación no comenzó hasta un año después. Al final, un dólar llego a costar 4,2 billones de marcos. En su libro “Cuando muere el dinero” (When Money Dies), el historiador Adam Fergusson describe de forma espectacular el transcurso de la hiperinflación y la ignorancia de los políticos y de la población.
Un escenario así arrojaría por la borda muchas de nuestras inversiones de capital, y he aquí el principal problema de los alemanes: los saldos líquidos en cuenta, las libretas de ahorro, los seguros de vida en capital o los bonos federales suelen ser para la mayoría de ellos sinónimos de seguridad. Sin embargo, no son más que promesas nominales. No materializan ningún derecho de propiedad, sino que solo son créditos en valor nominal. La inflación erosiona inexorablemente el valor de estos créditos, y cuanto más alta sea la inflación más rápidamente tiene lugar este proceso. Aunque los derechos nominales se reembolsan en la totalidad del importe, ya no corresponden al poder adquisitivo original, es decir, los ciudadanos tendrán que cambiar su forma de pensar cuando haga su aparición nuestro escenario de inflación. Hasta ahora solo lo han conseguido unos pocos inversores, pero esto no es de extrañar, pues el último gran periodo de inflación sucedió hace tres décadas. Los depositantes actuales van bebiendo de su propia experiencia, pero en dicha experiencia no figuran tasas de inflación de dos dígitos. Por eso tarda tanto en producirse la adaptación al nuevo paradigma.
Hasta ahora, en la estructura del patrimonio de los alemanes solo se han observado pequeñas modificaciones. Si se deja de lado el patrimonio inmobiliario, los hogares alemanes poseen alrededor de 5 billones de euros, los cuales más de un tercio son depósitos bancarios, y algo menos de un tercio de seguros, que, como es bien sabido, invierten sobre todo en promesas nominales. En su búsqueda de seguridad, la mayor parte de los alemanes está corriendo riesgos sin saberlos. Solo aproximadamente el 4% del patrimonio monetario está depositado directamente en acciones, que son valores reales puros. Si a esto se suman las participaciones en fondos de inversión, los seguros, y las materias primas (especialmente los metales preciosos), como mucho se llega al 10%. Para entenderlo solo hace falta un poco de psicología: la cotización de las acciones fluctúa mucho más que la cotización de los empréstitos y sobre todo que los depósitos a plazo fijo, pero precisamente debido a esta aparente seguridad los ahorradores alemanes se arruinaron dos veces en el siglo pasado.
Tiene que llegarse realmente a un final tan drástico? Quizás sea posible reducir las deudas a través de inflación sin terminar en una reforma monetaria. Esperemos que sea así, pero una vez que el espíritu de la inflación haya salido de la botella será muy difícil volver a meterlo dentro, es decir, a duras penas podrá contenerse de nuevo la inflación.
Nos espera un aumento de la inflación a la vuelta de la esquina, que estará causado por una mezcla de factores: se incrementará el precio de las importaciones, los impuestos, los alquileres, los salarios y las concesiones de créditos. Los bancos centrales no podrán hacer mucho contra ello, porque se arriesgarían a un colapso de la economía. En países como Reino Unido o España el mercado inmobiliario se hundiría totalmente si los bancos centrales aumentasen los tipos de interés para combatir la inflación. de interés negativos hacen que el dinero no sea una buena herramienta para conservar el valor, y pueden desatar una estampida hacia los bienes duraderos, como en Argentina, y avivar aún más la inflación, una inflación debida a la pérdida de confianza. Los valores nominales no tienen ningún poder adquisitivo en una situación así y el ahorro clásico deja de merecer la pena.”