Foto: Waiting Alex – Greenshpun – 500XP
Trescientos milisegundos. Ahora lo sé. Tantos años preguntándome cuánto había durado la gestación de tu recuerdo. Debo reconocer que a esa catarata de tiempo milimétrico, le sucedieron millares de segundos más, los cuales cumplieron con la tarea de Miguel Ángel: esculpir el recuerdo hasta convertirlo en una obra de arte.
El recuerdo muchas veces tiene pulso propio y late con menor o mayor potencia, de acuerdo a las circunstancias actuales; qué paradoja, ya de actuales no tienen nada y esa frase de que “la vida es ahora” clava puñales diminutos en mi alma: el ahora se escapa, se evapora, huye y me atosiga dejando millones de posibilidades descansando en el pasado.
Vaya si son determinantes esos famosos trescientos milisegundos que hoy encabezan los titulares. Mientras dejaba que tu primera sonrisa invadiera mi universo por ese entonces despoblado, las otras neuronas no tuvieron capacidad de reacción alguna. Dejaron formar el recuerdo que se esparció tan rápida y contundentemente que casi no dejó espacio para otra cosa.
Lejos de querer borrarlo acudo a él cuando necesito cobijo. Tu recuerdo es como una manta suave y levemente perfumada en el invierno. Tu recuerdo es como muchas otras cosas que amo. Seguramente puedo ponerme a divagar más y más, compararlo con otras miles de situaciones que causan placer, y sin embargo nunca encuentre la palabra perfecta para definirlo.
Es por eso que me quedaré saboreando este dulce momento en esta gris mañana que no alcanza a despertar. Degustaré esos trescientos milisegundos. Esos cinco minutos definitivos en una vida de millones de vueltas de aguja en un reloj. Más de lo que tarda una lágrima en recorrer una mejilla, menos de lo que se tarda en tomar una decisión.
Aunque, si mal no recuerdo (sic), en esos primeros minutos mi decisión fue rápida: devolverte la sonrisa y apostar a que tuvieras tu propio recuerdo grabado de ésta.
Fuente: Descubren cuánto tarda en formarse un recuerdo
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