Revista Libros
Y vi sus rostros alejándose pero eran mis pies los que se movían, cada uno con las emociones mudas estampilladas ciegamente en los rostros que contenían las lágrimas, esas lágrimas.
Y vi mis pasos yéndose mientras quería no dejarlos más, deseando poder llevarme siempre esas miradas y así irme yéndonos y no sólo irme.
Recuerdo la forma en que miré sus rostros que pronto se convirtieron en cuerpos formados al final del principio de mi trayecto y no puedo detener desear estar en ese instante de nuevo, una vez más, por un momento más.
Buenos deseos, buenas partidas, promesas de reencuentros, sonrisas y abrazos fuertes como los golpes más fuertes que nos suele dar la existencia. Todos sentires hipócritas, que escondían simplemente ese deseo infame de arrancarnos mutuamente de ese irnos, de ese partir de allí, de esa inefable mirada que se pierde entre mis pasos y sus manos ondeando, allá.
Recuerdo y veo de nuevo sus olores, siento sus brazos en mi torso nervioso y tembalndo de nuevo quiero, con todo mi cuerpo, un beso más, un abrazo más, un no te vayas más. E irme de nuevo.
Ha pasado, pero recuerdo y siento ese frío que recorrió mi cuerpo al sentirme abandonado, por fin, a mi suerte y pasos, al albedrío del fracaso inmanente de emprender el camino, al perderme en los pasos que no se deciden más.
Recuerdo esas miradas, allí y las ausentes, que me dijeron lo que las palabras no se atreven, lo que no son capaces. Pero ahora no hay con quién compartir ese sentir que quedó allí, nacido agonizante muerto y enterrado para siempre en ese eterno y efímero momento, en el eterno suspiro que fue partir y darme cuenta de la ausencia de mí que es su ausencia.
Y así dejaste de estar, y tú y tú y él y ella y ellos también; así dejaron de estar, estando; y así dejaron de estar, yo; y así dejé de estar en sus ojos y en sus voces; y así he estado estando, dejando de estar.
Miles de pasos han sido ya sin mí, suyos y míos, pero ya no nuestros. No hubo más nosotros, absolutamente otros, en la ruptura nos inventamos de nuevo y, para mí, simplemente, no es suficiente; necesito esas miradas, contenedoras mentirosas de lágrimas imposibles, esos brazos que no me sueltan más y que aprietan fuerte mi partida y me exprimen en el acá que pronto dejará de ser. Que ahora ya ha dejado de ser, que ya no será más, que fue, ¿qué fue?.
Y vi sus rostros alejándose pero son mis pasos los que se siguen, interminablemente, alejando.
*Kadmillus Haimrich es un otrónimo. Escribe -a veces-; vive -cuando escribe.