Marzo florido seas bienvenido.
Florecido marzo seas bienllegado.
A esta casa honrada señores llegamos
si nos dan licencia las marzas cantamos.
¿Si la cantaremos o las rezaremos?
mas con su licencia cantarlas queremos.
Escuchen y atiendan nobles caballeros
y oirán las marzas completas, de nuevo,
que a cantar- las vienen los lindos marceros
en primera edad y en sus años tiernos
como las cantaron sus padres y abuelos
y hacemos lo mismo para no ser menos.
Y a lo que venimos “pa” no ser molestos
no es a traer y así llevaremos
de lo que nos dieren: to rreznos y huevos,
nueces y castañas y también dinero
para entrar un trago porque el tabernero
no nos acredita si no lo tenemos.
Que es descortesía y es desobediencia
en casa de nobles cantar sin licencia.
Si nos dan licencia señor, cantaremos.
Con mucha prudencia las marzas diremos
Quédense con Dios vivan muchos años
y también nosotros los que las cantamos
Marzo florecido seas bienvenido.
Florecido marzo seas bienllegado.
Marzas es el nombre que reciben los cantos con los que se recibe al mes
de marzo (se conmemora la llegada de la primavera). Se cantan el último
día de febrero o el primero de marzo en muchas localidades, todavía hoy,
de provincias del norte de España.
En 1925, el Diccionario de la
RAE, definía las marzas como: “marzas (de marzo), f. pl. Coplas que los
mozos santanderinos (cántabros) van cantando de noche por las casas de
las aldeas, en alabanza de la primavera, de los dueños de la casa, etc. Obsequio de manteca, morcilla. Etc., que se da en cada casa a los marzantes”.
La palabra de las Marzas proviene del latín Kalendae Martiae y
tiene una tradición de siglos, probablemente incluso anterior a la
llegada de los romanos a la península. Como su propio nombre indica, son
cantos que se celebran en el mes de Marzo (último día de Febrero o
primero de Marzo), aunque hay otros días como la noche de Nochebuena
(día 24 de Diciembre) y Año Nuevo y Reyes (1 y 6 de Enero) en que
también se celebran.
Ronda marcera. Dibujo de M. Pedrero, 1901
Los grupos estaban constituidos por varones solteros que se
organizaban en cuadrillas o comparsas que se denominan marzantes o
marceros. A veces, cuando había conflictos entre ellos y no salían a
rondar, eran sustituidos por cuadrillas de hombres casados. La tradición
dice que al anochecer recorrían una por una todas las casas de los
vecinos pidiendo el aguinaldo a cambio de los cantos que entonaban. Lo
primero que hacían era pedir permiso, comunicándolo oralmente al
alcalde, al cura y al maestro del lugar. Una vez obtenido, los marzantes
encabezados por el mozo soltero más viejo, abrían la ronda a base de
grandes voces que alertaban a los vecinos para que no se fueran a la
cama antes de tiempo. Al llegar a una casa, cuando el dueño abría la
puerta, se preguntaba: “¿cantamos, rezamos o nos vamos?” por si en la
casa había un enfermo grave o luto reciente.
A cambio de sus
cantos, los marzantes recibían el dao o limosna, donativo en especie o
en metálico que la familia de la casa daba a los mozos. Si los dueños
habían sido generosos, se les daba el “buen dao” a base de vivas al
vecino donante. Sin embargo, los más tacaños recibían las marzas
“rutonas”, dándoles una cencerrada con los campanos que llevaban.