Esta semana el candidato de la ultraderecha española al Parlamento Europeo nos llamó feas a las feministas. Y hoy, jornada electoral, las que somos feministas y las que no, vamos a impedir que este ser ocupe un sillón en la euro cámara.
Gracias a las feministas el sufragio universal es posible, por ejemplo. O ha sido posible aprobar leyes como la de medidas de protección contra la violencia de género y la de igualdad. O se frenó la tentación de Ruiz Gallardón de una involución sobre el derecho al aborto que, hemos de recordar que le costó su dimisión como ministro.
Gracias, en parte, a las feministas, este ser puede permitirse decir este tipo de cosas que, pretendiendo ofender, no hacen más que sacarnos una sonrisa, al comprobar su naturaleza misógina y profundamente machista.
Y es que a la derecha más rancia y a la ultraderecha no les gustamos las feministas y no les gustamos porque hablamos claro y denunciamos sus privilegios por ser hombres y nos demonizan.
Las feministas reclamamos el final de los privilegios y que exista equidad e igualdad entre todas las personas. Y eso les duele.
Y por eso nos “permiten” cortarnos el pelo o pintarnos las uñas pero no el control sobre nuestro propio cuerpo o sobre nuestro derecho a decidir si queremos o no ser madres. Sencillamente nos consideran ciudadanas de segunda. Y, al tiempo, ellos se consideran cómo los únicos capacitados para tomar decisiones, incluso sobre nuestras propias vidas.
Están en contra de la ley orgánica de medidas de protección contra la violencia de género, porque quieren seguir legitimando esa violencia que los hombres, mayoritariamente, ejercen contra las mujeres, solo por ser mujeres. Quieren desmantelar la red de servicios públicos que se ha puesto en marcha de forma incipiente y con la inestimable ayuda de algunas ONG’s para auxiliar a las víctimas y a sus criaturas de actitudes machistas y violentas que ellos siguen legitimando.
Están, también, en contra de la ley orgánica de igualdad efectiva entre mujeres y hombres porque consagra la igualdad en todos los ámbitos sociales y políticos y eso no les parece bien porque insisto, nos consideran a las mujeres, ciudadanas de segunda clase.
Pero no pasa nada, pueden llamarnos lo que deseen, seguiremos en la lucha denunciando desigualdades e inequidades y reivindicando un mundo más justo para todo el mundo, incluso para esos seres que nos desprecian, primero por ser mujeres y, en segundo lugar por ser feministas. Porque ser mujer y feminista consiste precisamente en eso, en ser incómodas para el poder y en denunciar las agresiones y tropelías que se cometen con las mujeres y las criaturas, precisamente por ser mujeres.
Consiste en denunciar que la prostitución no es ningún trabajo, es un sistema esclavista moderno que compra y vende mujeres para uso y disfrute de este tipo de hombres que, además pretende legalizar este sistema esclavista.
Ser feminista consiste en decir alto y claro que las mujeres no somos solo cuerpos gestantes para el comercio de las criaturas y que, por tanto, no somos vasijas.
Ser feminista implica ser incómoda y ser tachada continuamente de ser maleducada porque reivindicas tu voz y lo haces con seguridad y nos quieren calladas y sumisas. O decir basta a los estereotipos con los que se pretende educar a nuestras criaturas. O que exijamos investigación sobre nuestros cuerpos para tener mejor salud. O la reivindicación de que nuestras vidas las podamos vivir sin miedos a ser agredidas por tipos que pretenden someternos a la fuerza.
Ser feminista implica algo tan sencillo como reivindicar cada día que cuando no haya un SI explícito será un NO contundente y que ese NO ha de ser respetado.
Y todas estas cosas no les gustan. Y se enfadan ante el avance imparable del feminismo. Y por eso patalean y nos llaman feas. Es lo que tienen los enfados, que a veces nos convierten en seres pueriles.
Pero hoy iremos a depositar nuestros votos en las urnas para recordarles que somos más de la mitad de la población del Estado Español y que podemos pararles los pies como ya comenzamos a hacer en las elecciones generales del pasado mes.
Pero que además somos orgullosas feministas que pretenden cambiar las cosas para mejor, incluso para ellos. Y que si algo nos caracteriza es nuestra resiliencia, que seguramente ni saben lo que es.
Ánimo y a llenar las urnas con papeletas que no sean las suyas y que nos den aire para seguir respirando y creciendo en el feminismo imparable que ellos detestan.
Ben cordialment,
Teresa