Revista Opinión

Hoy libro

Publicado el 18 junio 2014 por Icastico

Cuando escribo, hay cosas que me salen del alma y otras fluyen por la pluma. Me gustan más las primeras. Mi padre me instó a que leyera (lo que a él le gustaba), y comencé demasiado tarde. En casa no habitaban las musas, no aceptaban las dictaduras, y aunque soy piscis y me gusta nadar contra corriente, el hogar carecía de aguas en las que desarrollar ese instinto.

Nací de nuevo cuando me fui. Me enamoré me casé y crie (joven). En los descansos me di de bruces con los libros y descubrí que eran los mejores compañeros. Tanto que alguno devolví entre lágrimas a su estante tras haber dejado su vida en mis retinas, me costó cerrarlo, detestaba esa traición, lo besé, lo acaricié, todo a cambio de exiliar mi tristeza. Este año llevo 24, la mejor lápida para un libro se hace con la tapa del siguiente, y así hasta llenar mi cementerio con amigos que me han entregado su última voz. Para mañana me cito con “El juego de Ripper”, de Isabel Allende, le haré un hueco en mis noches y en mis silencios, discutiré mi tiempo con el Tiempo y echaré pétalos en la tierra que le corresponda, que nunca será la del olvido.

Por aquí pasan poetas que estrujan mis emociones, que intercambian con el amor camisas de fuerza cosidas verso a verso, porque uno u otro se ha vuelto loco por aquel. Transita el humor de puntillas por miedo a que lo denuncien las hordas de la locura. Pasa la vida pintada a trazos y pinceladas por pintores cuya paleta es un “simple” corazón, sin más lienzo que sus recuerdos y a los que alojo de okupas en mi interior. Viaja la ternura adulta, embriagada de besos que nunca tuvo el escritor, o que siempre fueron el botín de sus sueños; la vida que no ha tenido y nos la regala viviendo. Pasa un pastor que azuza mi conciencia, él sin dudas sobre Dios ni yo sobre la Ciencia, en su mochila nada cabe porque nada necesita, ni a nadie, más que a Él. Y entre él yo, el respeto. Viaja una bravísima con el diario de un ser solitario al que le queda un año para llenar su vida con lo que consiga rescatar antes de irse, feliz, a la otra. Y entre los balcones de mis renglones se asoman ojos que no veo y me ven, con labios en clausura, a quienes deseo agradar, en silencio.

Aprendí a controlar el llanto y cambiar el luto por palabras, ellos me lo pidieron. Que en paz descansen.


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