Esta mañana he ido a la playa (como la mayoría de mis mañanas), a ver a mi amado Mar, a las chispas de luz brillando en el agua, a las olas jugando a morirse en la arena, al horizonte… ese lugar donde el Cielo se une con la Tierra, al olor a sal que tanto te entra, a su voz diciéndome ‘Nada permanece. Todo viene y todo se va’.
Cuando estaba llegando a casa, me ha apetecido un refresco. Mi Mente ha intentado que ‘se me quitara de la cabeza’ con argumentos tan absurdos como: el agua es lo mejor, el gas no te sienta bien, es sólo un capricho, el azúcar es malo, si esperas un rato sabes que se te pasará… Y alguno que otro más que pudiera conseguir que no disfrutara, Aquí y Ahora, de lo que me diera la gana. Antes caía en la trampa, en su trampa. Ahora, cada vez más, la oigo pero no la escucho. Así que he entrado en una tienda y me he comprado una schweppes de naranja bien fresquita. La he abierto nada más salir, he bebido un sorbo y ahí has aparecido tú, Abuela.
Mi Abuela (alias Buela, le quité la ‘a’ porque me resultaba más sencilla la pronunciación) que se llamaba Emma, como mi madre, como yo. A la que tanto quise y quiero. La que se fue sin recordar quién era. La que murió siendo un bebé.
Tenía yo unos 25 años cuando empezó a olvidarse de si. Primero apareció la demencia, como mi bisabuela, y luego el Alzheimer. En dos años volvió a su Hogar. Y yo no estuve con ella, al pie del cañón. No fui capaz de acompañarla, de ‘Estar’. Iba a visitarla lo mínimo porque no podía verla así. Mi corazón ya estaba muy cerrado entonces y esa situación hacía que se me abriera tanto, que me sintiera tan vulnerable que ‘no me lo podía permitir’. Así que decidí no estar. Decidí protegerme. Decidí no amar. Carecía de la fortaleza, de las herramientas, del conocimiento, de la inteligencia emocional, de la compasión, del Amor para ofrecer, para dar, que hoy sí tengo. No es algo de lo que me pueda arrepentir o no. Acepto a esa Emma, tan perdida, que lo hizo lo mejor que pudo y supo.
Me hubiera gustado poder llenarte de besos, de caricias, de abrazos, de sonrisas, de ‘te quieros’… aunque me miraras extrañada preguntándote: ‘¿Y ésta quién es?’, aunque te quejaras, me gritaras, me echaras, me lloraras, me mearas y me cagaras…
Me hubiera gustado pasar contigo tu última noche, sintiendo mi piel sobre tu piel, agarrándote de la mano para sacudir los miedos de tu transitar, diciéndote que ‘todo está bien’, que ‘te puedes ir en paz’… aunque tus oídos se hicieran los sordos, aunque la morfina le quitara los latidos a tu respirar.
Me hubiera gustado hacer tantas cosas que no hice… Pero ya no puedo. Ese tiempo ya pasó, ya no existe.
Lo que sí puedo es Sentir todo tu Amor, todo mi Amor por ti, que por mucho que quise esconder con mil y una excusas, para así no sentirme tan culpable, jamás logré. Y, ¿sabes por qué ahora puedo? Porque ya no me da miedo sentir. Ya no me da miedo volver a ‘allí’ estando aquí y atiborrarme de tu ternura, de tus muecas, de tus oraciones, de tus rezos, de tus devociones a ‘María’, de tus misas, de tu manera de caminar, de tu coquetería hasta el final, de tu risa, de tu aparentar, de tus llamadas de atención, de tus juanetes tan bien puestos, de tu saludar a diestro y siniestro, de tus abanicos aireando el ambiente, de los cantares sobre tus piernas cuando era una niña, de tus patatas fritas, de tu perfume, de tus cejas pintadas, de tu desconfiar del mundo menos de nosotras, del acento de la tierra que te parió: Galicia, de tus joyas no tan puras, de tus manos sabiamente arrugadas, de la juventud de tu rostro sin ‘botoxear’, de tu estatura menguante, de la hermosura de tu joroba, de esas orejitas… tan bonitas…
Sí, ahora sí que puedo sentirlo ‘a lo grande’. Ahora sí que puedo Sentirte sin trampas ni cartón. Sin ‘por si acasos’, sin tiritas y sin algodón. Sin las historias que me contaron. Sin los personajes que te anidaron. Sin huir. Sin culpas, sin mala conciencia, sin sueños rotos, sin ‘ton ni son’. Sólo a ti. Sólo al Amor.
Porque cuando el dolor desaparece, cuando las nubes dejan de atormentar…, aparece el tesoro, ‘mi tesoro’, ‘el tesoro de todos’. Lo Real, lo Verdadero, lo que jamás nada ni nadie puede marchitar:
EL RECUERDO DEL AMOR.
Hoy me he acordado de ti, Buela. GRACIAS por enseñarme a Amar.
Archivado en: SENTIRES Tagged: amor