Pero el sábado aproveché que era tiempo de recados y de hacer todo aquello que durante la semana se queda atrasado, derivado por la urgencia del trabajo y la ayuda escolar a Niña Pequeña. Llegué pronto, aún las clientas de la mañana no se agolpaban en el pequeño espacio que dejan los mostradores, los cuatro bancos -cuatro- estaban vacíos, examiné el género. Me maravillé, una vez más, de la rapidez del cuchillo de él para cortar -chac...chac...chac- el pedido, la precisión de ella al colocar el resto en las hojas de papel parafinado de rayas blancas y naranjas, ningún movimiento excesivo e inútil, precisión matemática: bandeja, pesa, papel, doblez, bandeja, pesa, papel, doblez, ella y él bailando de forma concisa en el limitado espacio de sus cámaras frigoríficas y mostradores fríos.
- Mamá-
- ¿Hum?
- Mamá, ¿hoy qué ceno?
- Rollitos de jamón y queso, Niña Pequeña, que sé que te gustan.
Ella se relame mientras sonríe de soslayo -ya sabe, desde hace tiempo, mujer.
- Mamá, ¿a que fuiste a la pollería que te gusta?
- Claro...
