No, no me he equivocado de fecha y sé perfectamente que estamos a veintinueve de noviembre. Y, que yo sepa, al menos de momento, todavía no he perdido del todo el juicio. Me explico.
Cuando se acercan las fechas del calendario feminista, pero especialmente el 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, los actos para conmemorarlo se multiplican por mucho a lo largo de esa semana. Nos encontramos con charlas, conciertos, video fórums, recitales, concentraciones, manifestaciones y un largo etc. de formas de recordar a la sociedad en su conjunto que las violencias machistas siguen campando a sus anchas cada día y en cada rincón. Y, sobre todo, para recordarnos que a las mujeres y niñas nos siguen asesinando por ser mujeres.
Pasada esa fecha, es como si los grandes medios de comunicación que hace sólo una semana nos bombardeaban con informes, cifras, fechas, fotos y entrevistas sobre este doloroso tema, pasaran la hoja y se olvidaran de que esta realidad sigue existiendo. Que sobre las mujeres y niñas se siguen ejerciendo violencias machistas cada día. Y lo que es todavía peor, se sigue asesinando a mujeres por ser mujeres.
Como es lógico y (no) lo entiendo, quizás no se pueda mantener esa presencia mediática a lo largo del año, pero lo que encuentro del todo ilógico es que pasado el 25N caiga un velo de silencio y de inactividad alrededor de este tema.
Para mí lo más duro de este año no ha sido ir de la ceca a la meca con actividades diversas llevando el mensaje de denuncia sobre la inactividad del gobierno en esta materia. Ni haber tenido que lidiar con algún que otro energúmeno de los que casi siempre acuden a este tipo de actos a reventarlos y a escucharse a sí mismos, al tiempo que se victimizan contando “su historia” intentando universalizarla, para continuar criminalizándonos a las mujeres por perversas, mentirosas y no sé cuantas cosas más. No. Eso, al fin y al cabo, forma parte de la normalidad y sabemos que esos “personajillos” existen. Lo más duro de todo fue escuchar a Rajoy. Eso me revolvió las tripas y me dieron ganas de escupirle los datos que manejamos en las narices.
Me niego a reproducir sus palabras porque me siguen doliendo y las considero un insulto a la inteligencia ciudadana. Pero si quiero decir alto y claro que no se puede mentir como lo hizo, ni utilizar el sufrimiento de tantas mujeres con fines electorales que es lo que hizo el pasado miércoles este hombre.
Lo he dicho por activa y por pasiva: en las próximas elecciones generales, es posible que sea la primera vez que vote nulo si no veo reflejadas medidas concretas y realizables en los programas electorales. Medidas claras y eficaces que no dejen en manos de las víctimas su propio destino con un simple “denuncia” o “llama al 016”. No. Quiero partidas destinadas a la prevención de las violencias machistas en la educación. Quiero partidas específicas para formar a todas las personas implicadas es este tema desde la judicatura hasta las instituciones penitenciarias, pasando por personal sanitario y el de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Quiero partidas para seguir formando al personal docente. Partidas para los centros educativos para que se realicen actividades con toda la comunidad educativa.
También quiero recursos para las administraciones locales para que desde su posición más cercana a la ciudadanía y, por tanto a las mujeres que están sufriendo, puedan articular protocolos de actuación mucho más rápidos y, por tanto efectivos.
Sin estos requisitos mínimos en algún programa electoral, por primera vez en mi vida, anuncio que mi voto será nulo.
Y, por supuesto a quienes no consideran las violencias de género como un problema político de primer orden, mi máximo desprecio, puesto que lo que están demostrando es su consideración mínima a las vidas de las mujeres que sufren cada día el infierno de las violencia machistas. Para esas formaciones políticas que abogan porque “la violencia no tiene género” o que “podemos hablar de violencia pero no de género”, mi desprecio más absoluto. Y ese desprecio es en respuesta al suyo para con la vida de tantas mujeres que padecen en sus carnes la inactividad impuesta por el discurso patriarcal que impone mantener las cosas como están y no cambiar el orden para seguir con los privilegios heteroasignados históricamente.
El 25 de noviembre de este año ya pasó, pero para mí y para muchas más mujeres, tal y como demostramos en la gran marcha feminista del 7 de noviembre pasado, cada día es un 25 de noviembre. Y lo es porque conocemos el sufrimiento de muchas mujeres en nuestros pueblos y ciudades. Porque, al menos en mi caso, mi compromiso y militancia contra este tipo de terrorismo que asesina a tantas mujeres, es vital.
Y sigue siendo cada día un 25 de noviembre porque las violencias machistas no cesan, porque siguen vivas en todos los ámbitos. Porque hay que luchar contra esos tipejos que consideran la legislación actual en materia de igualdad y protección contra la violencia de género, como obsoleta y abogan por su derogación porque cuestiona el orden patriarcal de la sociedad y define a las mujeres como víctimas y no lo pueden soportar.
Y sigue siendo 25 de noviembre cada vez que asesinan a una mujer y se pone el énfasis en la “normalidad” del perfil del asesino, victimizando, de nuevo, a la víctima. Y cuando los medios de comunicación hablan de “muertas” y no de asesinadas. O cuando tratan estos asesinatos como crímenes pasionales.
Sigue siendo 25 de noviembre cuando el miserable y cómplice silencio del gobierno se convierte en la tónica general en cada asesinato. O cada vez que mis amigas abogadas comentan algunas de las sentencias que se están dictando en esta materia o la actitud de algunos de estos agentes jurídicos e incluso su parcialidad e impunidad. Y así un largo etc.
No podemos caer en la tentación del descanso porque ya pasó el 25 de noviembre. Está claro que las actividades se reducen. Pero la denuncia ha de ser constante y, al menos en mi caso (y sé que en el de muchas amigas y compañeras lo van a hacer igual) acudiré donde se requiera mi presencia y seguiré escribiendo para seguir denunciando este terrorismo sea la fecha que sea. Me da igual que sea noviembre, febrero o mayo. Porque las violencias machistas, y su máximo exponente, el terrorismo machista no entiende de fechas, ni tiene vacaciones.
En esa trinchera he decidido quedarme. Y sé, que somos muchas y cada vez más hombres nos acompañan.
Bienvenidas sean todas las buenas personas que tengan claro quiénes son las víctimas y quienes los verdugos. En este perpetuo 25 de noviembre nos encontraremos siempre.
Ben cordialment,
Teresa