Hoy he vuelto al trabajo después de unas buenas vacaciones (¿por qué se dice “vacaciones” y no “vacación”? ¿A qué viene ese plural para denominar un periodo de tiempo singular -¡y tan singular!-?).
Reconozco que tengo mucha suerte. Porque sé de otros que están pasándolo muy mal. Y esos otros son los futbolistas. Pobrecicos, ellos. Porque cuando un colectivo de trabajadores decide convocar una huelga, debe ser porque lo está pasando fatal, ¿no? Sinceramente, desconozco las reclamaciones de estos profesionales, pero si creen que la huelga es lo mejor que pueden hacer para solucionar su problema, ¡que hagan huelga! Y si esta huelga se alarga unas semanas, ¡mejor aún! Y si esto provoca que nos saltemos una temporada entera, me parece perfecto. Porque en ese hipotético caso, por lo menos habríamos evitado ver durante un tiempo en televisión el lamentable espectáculo de violencia, mala educación, enemistad y falta de respeto en qué se ha convertido ese atentado contra la convivencia al que venimos llamando “deporte rey”. ¡Como si “eso” fuera un deporte!
Yo sí me declaro en huelga. Hasta que no demostréis que tenéis los huevos suficientes como para convertir de nuevo el fútbol en un deporte, que os vea vuestra p* madre, terroristas.
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