El pasado día 29 de Marzo, numerosos autónomos y pequeños empresarios, vieron empeorar la situación de sus negocios como consecuencia de un paro difícil de soportar para el país en general y para su maltrecha economía en particular; todo ello considerando que además de cinco millones de parados, existen numerosos puestos de trabajo que dependen de empresas con menos de diez trabajadores. Es a estas pequeñas iniciativas privadas a las que debemos tanto las cifras de desempleo como las de su recuperación, pues aparecen -y desaparecen- con más facilidad que otras iniciativas de mucha más envergadura. Es acertada la reflexión de Sañudo: ¿Qué sucedería si la huelga la hiciesen los empresarios?. ¿Quién tendría puestos de trabajo?. El discurso decimonónico de los sindicatos toca a su fin, porque ya no existe el empleador desalmado que explota al proletariado, que necesita ayuda ajena para reivindicar derechos básicos pisoteados; más al contrario, muchos emprendedores ven fracasar sus proyectos como consecuencia de la nula colaboración del personal a su cargo. Además, en el fondo, la verdadera razón de la huelga fue el recorte en la subvención pública a las centrales sindicales. Zapatero precisaba que se le explicase la economía y su idea de inglés era muy limitada, pero nadie tenía que enseñarle como manejar la trastienda del gobierno, de modo que aumentó el número de parados hasta los cinco millones sin que los líderes de los sindicatos abriesen la boca, porque la tenían llena con las dádivas gubernamentales. La política de Rajoy puede ser más acertada, esto es, flexibilizar el mercado laboral y facilitar la labor a quien contrate nuevos empleados, es tan simple que cae por su propio peso, pero resulta altamente impopular. No se defienden los derechos de cinco millones de desempleados saliendo a la calle, ni siquiera los de quienes tienen seguro su puesto de trabajo. La vaca no da más leche y situarnos en cifras de rescate sería malo para todos; colaborar a esto es un modo de suicidarse lentamente, aunque como dicen muchos, yo tampoco tengo demasiada prisa en ello.