Estimados lectores, tengo que reconocer que hoy había pensado en colgar un cartelito de “Estoy en huelga” y no poner nada más; pero he cambiado de idea. No porque haya dejado de estar en desacuerdo con esta reforma laboral absolutista y retrógrada que ha impuesto este Gobierno de derechas (que dudo que vaya a modificar un ápice), sino precisamente porque escribir es lo único que me queda. Siempre lo he hecho por afición y hubo un tiempo en que me ganaba la vida con ello, disfrutando también de mi profesión de periodista. Pero me temo que eso ha quedado atrás.
No me siento representada en absoluto ni por estos políticos “que nos han tocado en suerte”, ni por las organizaciones sindicales mayoritarias; que ahora se llenan la boca llamando a la movilización cuando, desde mi punto de vista, han estado mucho tiempo en una actitud pasiva, como si con ellos no fuera la cosa.
Claro que estoy cabreada y tengo ganas de protestar. Por los malabarismos que llevo haciendo desde hace unos años para llegar a fin de mes; porque vuelvan a subir el recibo de la luz, el rodaje del coche o la contribución; porque al Soria se le ha metido en las narices buscar petróleo en Canarias; porque áreas tan importantes como la salud y la educación vean cada vez más mermada su calidad, debido a los recortes; porque haya tanto incompetente manejando los hilos y tanto “listo” mamando a diestro y siniestro… En fin, la lista sería interminable.
Mañana tendremos un baile de cifras sobre la participación en la huelga general. Para los sindicatos será un éxito; para el Gobierno, un fracaso. Para los ciudadanos de a pie, un nuevo día para seguir haciendo malabarismos. Huelga es poco, aquí lo que hace falta es una revolución global.