Los primeros datos sobre la Huelga General de hoy, 29 de septiembre, indican que, incapaces de respetar la libertad y de permitir que los que quieran hacer la huelga la hagan y los que quieran trabajar trabajen, los sindicatos españoles han adoptado un deleznable comportamiento gansteril para paralizar el país y arrasar el derecho ciudadano a trabajar.
Carreteras cortadas, autobuses apedreados, contenedores quemados, amenazas, apaleamientos, violencia física y pasicológica y otras muchas "fechorías" propia de gansters, anticonstitucionales y antidemocráticas, han sido el recurso principal de los sindicatos para lograr que triunfe la huelga y poder hablar de un país paralizado, a pesar de que la voluntad mayoritaria era trabajar hoy para evitar más daños a España y a su ya maltrecha economía.
Toda esa violencia se ha perpetrado de manera hipócrita y engañosa, a través de piquetes que se autodenominan "informativos", cuando en su mayoría son bandas amedrentadoras de comportamiento violento y anticiudadano, típicas del antiguo y ya superado sindicalismo gansteril.
Si a la ciudadanía española le quedaban dudas sobre la naturaleza antidemocrática de los sindicatos mayoritarios españoles, hoy, con su comportamientos gansteril, ha quedado demostrado su espíritu anticívico y su totalitario sentido de la libertad.
El vencedor de la jornada de hoy ha sido Zapatero, maestro del engaño y de la confusión, que ha tenido la habilidad de escurrir el bulto y de eludir el impacto de un huelga que nadie sabe si es contra el gobierno, para apoyar al gobierno, para desprestigiar a la oposición o para cubrir el expediente.
Pero los perdedores, sin la menor duda, seránla "casta" profesional que dirige los sindicatos y sus miles de "liberados" que cobran sin trabajar, cuya popularidad, que ya está por los suelos, descenderá todavía más, adquiriendo perfiles nuevos de violencia, gansterismo y totalitarismo, que se agregarán a los que ya tienen como vagos, aprovechados, subvencionados por el gobierno y cómplices de la nefasta política económica de Zapatero, la que destruye el tejido productivo, la que ha generado cinco millones de parados, la que fabrica cientos de miles de nuevos pobres y está llevando a España hasta la ruina.
Sea cual sea el balance final que se ofrezca, la huelga, objetivamente, será un fracaso porque ha carecido de un objetivo compartido por la mayoría de los ciudadanos, porque desde el principio fue rechazada por la mayoría de los trabajadores y porque allí donde no hubo gansterismo, apenas se notó.
La experiencia de hoy debe obligar a los partidos políticos a comprometerse a regular el derecho de huelga, evitando que se imponga siempre, por la fuerza y la violencia, sobre el derecho al trabajo, igualmente constitucional y básico. Ni el PSOE ni Aznar se atrevieron a regular ese derecho a la huelga, que cada vez que se ejerce avergüenza a los españoles y escandaliza a las sociedades civilizadas del mundo.
La policía ha intervenido para evitar desmanes sindicales, pero lo hacho con menos contundencia y celo del debido y, desde luego, sin garantizar, como era su deber, el derecho ciudadano a trabajar.
Los sindicatos españoles han demostrado hoy, por la vía de los hechos, que son grupos infectados por el totalitarismo, incapaces de entender y respetar las reglas que garantizan la libertad y el derecho a elegir en democracia. El dinero que reciben del gobierno para "formar" a los obreros y empleados españoles, no lo merecen, ni tampoco la confianza ciudadana, que hoy han defraudado.
Después de la jornada de hoy, la muerte de "estos" sindicatos, si llegará a producirse, no causará lágrima alguna entre los demócratas españoles y la gente decente.